Capítulo XXI. Buscando un Conjuro.

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_Ese es? –preguntó Jhanell a su hermana señalando a un hombre que salía arrastrando una maleta verde. Se habían encaminado al aeropuerto junto a Dalí para recoger al prometido de la menor de las gemelas.

Stevanah se alzó de puntitas, era baja, no podía luchar contra su naturaleza. No podía divisar a su fideo andante. Moo, su novio era alto y con piel de un blanco amarillo, como es natural en todos los asiáticos. Se habían conocido en un viajo de la pelinegra a Seúl promocionando los textiles nuevos de la industria D’Arce, él estaba grabando un escena en ese mismo lugar, verse fue inevitable, ella usaba un vestido rosa pálido el día que todos debían ir de negro, despiste típico de las D’Arce que en la menor se había acentuado.

−No, tiene el cabello negro –Respondió.

Jhanell reposaba plácida sobre el pecho de Dalí, quien la acunaba entre sus brazos, su hermana menor usaba un vestido corte en A por encima de la rodilla color durazno con algunas cerezas adornando los contornos. Estaba hecha un manojo de nervios.

_¡ES EL! –Gritó señalado a un hombre alto con gafas de sol que arrastraba una maleta gris.

Emprendió la marcha a volandas para colgarse de su cuello y lanzarle un sonoro beso.

−Namjachingu –dijo Stevanah una vez todos reunidos−. Ellos son mi Hermana Jhanell y su Novio Emmilio.

_Hola a todos –respondió con acento extraño mientras estrechaba la mano incomodo por la vergüenza.

Guardaron las maletas en el auto y se encaminaron juntos a la casona D’Arce.  

−¿Namjachingu? –preguntó en voz baja Jhanell a su hermana.

Stevanah se sonrojó y comentó que en Coreano significaba Novio. El trayecto fue tranquilo, hablaba temas banales y disfrutaban de la compañía; hasta que a pocos kilómetros de la mansión algo impidió el paso del automóvil. La mansión D’Arce queda a las afueras del pueblo, cercada por bastas colinas que se alzan casi que imponiendo su presencia, la carretera es buena, llena de curvas y vegetación a ambos lados del sendero, justo a dos vueltas y media el auto conducido por Dalí parecía detenido, su motor estaba bien, aún tenían gasolina y las cuatro llantas estaban intactas.

_¿Por qué no te mueves? ­–Preguntó Jhanell azorada. Empezaba a tener claustrofobia.  

Su novio volteó a verla (habían decidido ir los hombres delante) y le lanzó una mirada de pánico. Giró la llave un par de veces consiguiendo encender el carro pero apenas pisaba el acelerador y soltaba el embrague el carro no arrancaba, sentía como si algo no permitirá su paso. La tensión recorrió cada asiento del auto.

***

La puerta se abrió con estrépito en el silencioso saloncito y Alessandro entro con aire inquietado.

_Espero no ser inoportuno­­ –Dijo con una risa nerviosa mientras se sentaba a mi lado.

Le dedique una sonrisa, era inevitable no derretirme cada vez que me miraba con esos ojos verdes.

−No amor−respondí devolviéndole la mirada−. Mi madre y mi abuela están a punto de contarnos porque narices nunca habían pensado que hacer si este día llegaba.

Alessandro quedo mudo por un momento mientras repasaba las facciones de las dos mujeres que palidecían frente a mi determinación; siempre lo he dicho, no hada más tóxico que un dulce descompuesto y así mismo estaba yo, que normalmente soy una miel de alegría.

−Armonía –empezó Viola−. Suena un poco cruel, pero así lo decidimos, ¿para qué hacerte vivir con la vergüenza de saber que tu madre no te deseaba? ¡Para que hacerte sufrir!

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⏰ Last updated: Jul 20, 2014 ⏰

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Un Cuarto para las 12.Where stories live. Discover now