Capítulo XVIII: Como decir la verdad

277 17 5
                                    

_Estoy pensando en renunciar. ¿Es posible?

Lullaby, a quien había invocado luego de retirarse Grachi de la habitación, me miro pasmada.

_ ¡¿vas recitar el conjuro?! –dijo abriendo los ojos como patos y poniendo una de sus diminutas manos sobre su boca en signo de asombro.

_ ¿Cuál conjuro? –pregunte intrigada.

_Cuarto para las doce –dijo resoluta haciendo la mirada que Fedra (mi mejor amiga-hada) me lanza cuando no entiendo de lo que está hablando.

_ ¿Cuál cuarto para las doce?

La Lucciole comenzó la explicación: Cuarto para las doce es el más poderoso de los hechizos,  recitarlo es renunciar a tus poderes, es el antídoto. Se debe recitar faltando un cuarto para que las doce campanadas comiencen a cantar y cuando la última de estas se halla cayado todo poder desaparecerá, toda conexión con la magia se perderá y sangre mortal comenzará a correr por mis venas.

_Armonía, ten cuidado –dijo preocupada Lullaby- una vez sonada la última campanada no hay marcha atrás.

_¿podría verte después de haberlo dicho?

_Armonía ya te dije que no –resolló desesperada- ni a mí, ni a Viola, ni a Fedra, ni a ningún ser mágico. ¿Estás dispuesta a despedirte del todo cuanto conoces por amor?

Suspiré pesadamente. Lullaby se despidió y tras un aleteo sin sonido desapareció dejándome  hecha un lío pues era cierto cuanto decía. No podría dejar todo lo que conozco como real por un mortal el cual me aborrece por ser quien soy. Ahora bien, ¿si estoy realmente dispuesta a dejarlo todo por Alessandro? ¿Valdría la pena dejar todo por ese par de ojos tristes?  ¡Estúpido conjuro que no hace nada más fácil! ¿Por qué después de la última campanada? ¿y si tengo a la mano un reloj digital que no sonara? ¡De verdad que les pasa a las Hadas! ¡¿Desde cuándo me convertí en cenicienta que llora por un príncipe estúpido?! Odiaba mi vida en ese momento. Sentía como un maremoto de sentimientos arremetía agreste contra el pecho.

Ahora se suponía debía bajar y encarar a Viola. ¿Qué le diría? No puedo aceptar estar enamorada de Alessandro… ¡No puedo estar enamorada de Alessandro! Me repetía una y otra vez dando vueltas en m pequeña habitación.

_¡No puedo estar enamorada de sus ojos! -Intenté limpiarme le maquillaje  y ponerme los zapatos.

_¡No puedo estar enamorada de su risa, ni de su incapacidad de mentir! –cerré la puerta de mi habitación empezando a caminar por el desolado pasillo del ala de empleados que se veía encantador con los naranjados rayos del sol colándose por cualquier orificio que le permitiese.

_¡No puedo estar enamorada de sus besos que saben a champagne, ni de su sonrisa antes de darlos, ni la mueca que hace con la nariz mientras lo hace! – baje las escaleras.

_¡No puedo estar enamorada de su ternura oculta, ni como se ve al despertar! –camine despacio hasta la puerta del saloncito

_¡No puedo estar enamorada de su manera de mirarme, de cómo se enmaraña su cabello en las mañanas, ni de lo buen padre que es! –me detuve antes de entrar. Trague en seco.

_¡No puedo estar enamorada de Alessandro, porque es irremediable, tan hermoso que debería ser ilegal, no puedo estar enamora porque colapsaría mi corazón! –Abrí la puerta.

_¡NO PUEDO ESTAR ENAMORADA DE ALESSANDRO!

_ ¿Qué has dicho jovencita? –dijo Viola.

¡Trágame tierra y nunca escupas mis huesos a la superficie! ...Frente a mí, en el saloncito al que había apenas entrado Viola, Donni, Jhanell y Dalí estaban  sentados en el mueble que a un lado reposa contra la ventana, todos me miraron fijamente, tres de ellos con una amplia sonrisa y mi abuela con veneno en las pupilas. ¡Se suponía que estaba hablando en voz baja! ¡Qué vergüenza ¿podrían las cosas ponerse peor?

Un Cuarto para las 12.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora