T r e i n t a y d o s .

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9 de junio de 2019

Estaba nerviosa.

Nunca había sido indecisa a la hora de escoger mi maquillaje, ropa o peinado, ni siquiera las veces que había quedado con algún chico.

Esa mañana, sin embargo, me había pasado quince minutos enteros frente al armario, debatiendo sobre qué ponerme.

Iba a conocer a mis abuelos paternos y quería causarles una buena impresión. Al mismo tiempo, quería escoger algo con lo que me sintiese cómoda y yo misma.

Observé las prendas que habían esparcidas sobre mi enorme cama, pensativa. Finalmente opté por algo sencillo: una camiseta blanca plana y unos vaqueros cortos. Planché mi pelo como de costumbre, pero no me maquillé.

Después de una larga espera, William finalmente terminó de arreglarse y pudimos salir de casa. En el coche, yo me dediqué a chocar mis uñas suavemente contra el cristal de mi teléfono. El ruidito que hacían me parecía relajante. A William no tanto, pero no dijo nada. Entendía que estaba nerviosa.

Conocer a mi familia no había salido demasiado bien hasta ahora. Enterarme de que William era mi padre causó un desastre y fue lo que detonó el peor suceso de toda mi vida. Encontrarme con la familia de mi madre en su funeral no fue mucho mejor; una conversación con Robert bastó para que le proporcionase un puñetazo en la cara. Para ser sincera, a ellos no los quería ver ni en pintura.

A William lo toleraba. Desde hacía un tiempo, en realidad. Aún no lo consideraba mi padre y probablemente no lo haría nunca. Había llegado muy tarde para eso. Sin embargo, estaba intentando hacerlo bien ahora, y lo cierto es que yo había llegado a aceptarlo. A sentirme cómoda con él, incluso.

El sonido de mis uñas seguía llenando el silencio del coche. William tenía los ojos fijos en la carretera y yo lo miraba todo; los arboles que pasábamos, el movimiento del volante, el posavasos que había junto a mí... Mi mirada estaba inquieta, al igual que el resto de mi cuerpo.

—Por Dios, Heather, me estás estresando hasta a mí —se quejó William finalmente. Dejé de darle golpecitos al móvil y él suspiró —. Por fin. Gracias.

—Pon algo de música entonces.

—Ponla tú, yo estoy conduciendo.

—Vale, pero luego no te quejes si no te gusta lo que escoja.

Asintió con la cabeza y yo conecté mi teléfono al coche. Segundos más tarde las canciones de mi lista de música llenaron el coche. William no se quejó.

Apoyé la cabeza contra el cristal de la ventana y me dediqué a observar el paisaje. Estábamos por las afueras de Bedoa, donde apenas habían casas y todo era campo y bosque.

Esa era otra de las razones que me tenían tan nerviosa. Nos alejábamos de la ciudad en la que había crecido para visitar aquella en la que había crecido mi madre.

Estaba apunto de encontrarme con una parte de ella que desconocía. El ambiente en el que se había criado...

Media hora más tarde llegamos a aquel pequeño pueblo llamado Dourn.

Era más grande de lo que imaginaba, aunque los edificios eran bajitos y las calles estrechas y pequeñas. William aparcó junto a una plaza rodeada de casas de colores terrosos, con una gran fuente en el centro.

Hacía buen tiempo y la gente había aprovechado para salir de casa. Había un grupo de adolescentes sentados en un banco, familias paseando, niños corriendo de un lado a otro...

Era un ambiente mucho más animado de lo que había imaginado. Salí del coche y pasé una mano por mi cabello. Evité mirar a las personas que pasaban por la calle y se quedaban observando el vehículo con asombro. Era obvio que William y su despampanante coche negro no visitaban a menudo el pueblo.

Heather & Sean ✔️ | En librerías (abril 2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora