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Capítulos 1 - 5

Sean

28 de enero de 2019

Las semanas previas a la mudanza fueron un caos. Mi padre casi no miraba a mi madre, y cuando lo hacía, veía la decepción grabada en sus ojos. No había amor. No había cariño. No había ira. Solo decepción y resignación. Un "lo he intentado una y mil veces y ya no puedo más". Y no lo culpaba por ello, por supuesto. A quién sí la culpaba era a ella, y su actitud solo conseguía enervarme más aún. Se comportaba como si ella fuese una víctima más en esto y, desde su perspectiva, Andrew y yo carecíamos de empatía por estar enfadados con ella. "Una separación es dura para las dos partes, sea cual sea la razón tras esta", me había dicho días atrás, durante una discusión. "He cometido errores, pero ¿de verdad merezco que me tratéis así? Tú apenas me diriges la palabra y Andrew solo lo hace porque le ha tocado cargar con el trabajo de paloma mensajera. Sois mis hijos, Sean, y me duele muchísimo todo esto". Y sí, se la veía triste, y me daba pena. Pero no estaba arrepentida, eso también lo veía. Simplemente le molestaba que nosotros fuésemos conscientes de las malas elecciones que había hecho.

Solté un suspiro al pensar en ello mientras mi padre seguía dándole indicaciones a los hombres que habíamos contratado para que nos ayudaran con la mudanza. Se giró entonces para mirarme y me dijo:

—¿Por qué no descansas un poco? Podrías darte un paseo y... No sé, ver si la casa de al lado sigue ocupada por quien tú ya sabes.

"Quien tú ya sabes". La niña de las acampadas en el jardín y de las sonrisas contagiosas. La chica de las fotografías. La única persona con la que he sentido que encajaba de la misma forma que dos piezas de un solo puzzle encajan entre sí.

Mi mejor amiga.

Heather.

Dios, había pasado tanto tiempo desde la última vez que la había visto que el solo hecho de pensar en ella consiguió emocionarme.

Asentí con la cabeza, le dije a mi padre que volvería más tarde y salí de casa. Tenía la intención de entrar en su jardín para tocar a su puerta, pero justo cuando crucé el umbral de la mía y miré en dirección a su casa, mis ojos castaños se encontraron con el verde de los suyos. Avancé despacio hasta la valla, con las manos metidas en los bolsillos y el corazón latiéndome a mil por hora. Estaba jodidamente nervioso aunque no tuviera razón alguna para estarlo.

Heather era... Había crecido mucho. Era mucho más alta de lo que esperaba y tenía un cuerpo delgado de curvas diminutas. Llevaba puesta una camiseta blanca y, sobre esta, una chaqueta de cuero de color rosa claro. Su pelo rubio caía en ondas deshechas hasta la altura de su pecho y sus ojos de color esmeralda me observaban como si no pudiesen creerse lo que se encontraba ante ellos.

Era preciosa. Y estaba tan perpleja que por un momento pensé que iba a desmayarse.

Mis labios se curvaron hacia arriba.

—Cuanto tiempo sin verte, Heather —dije, incapaz de borrar la sonrisa de mi rostro.

30 de enero de 2019

—¿Estás seguro de que quieres volver caminando conmigo? —me preguntó Heather, alzando una ceja. Me había contado que le gustaba dar paseos largos a la vuelta del instituto.

—Claro, ¿por qué no iba a querer?

Ella se apartó un mechón del rostro y lo colocó detrás de su oreja.

—Se tarda bastante desde aquí a casa —explicó. Enarqué ambas cejas y señalé los músculos trabajados de mis gemelos. Después de años jugando en el equipo de baloncesto de mi antiguo instituto, no se podía decir que mi condición física estaba en mal estado.

Heather & Sean ✔️ | En librerías (abril 2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora