P r ó l o g o .

187K 11.9K 5.7K
                                    

Conocí a Sean el verano en el que mi madre y yo conseguimos por fin mudarnos de ese piso claustrofóbico en el que vivimos los cinco primeros años de mi vida.

La casa frente a mi no era tampoco demasiado grande. De hecho, era más bien pequeña. Las paredes eran de un tono amarillo pastel bastante bonito, le daba un aspecto acogedor. En el lateral izquierdo del jardín había una canasta de baloncesto algo estropeada.

Yo estaba contenta, me gustaba la idea de vivir en una casa con jardín cómo en las películas. Además, mamá también parecía feliz y eso siempre me hacía feliz a mí.

Así que cuándo pude por fin entrar en la que iba a ser nuestra casa, la recorrí de arriba abajo, imaginando como sería después de decorarla, escogí la que sería mi habitación y salí al jardín para rebozarme en la hierba. Cuando terminé, las rodillas de mis pantalones estaban verdes, al igual que mi camiseta.

Mi madre no me riñó, simplemente sonrió al ver mi emoción. Corrí a abrazarla.

—Te quiero mucho, mami —dije.

—Y yo, cariño —Besó mi frente.

Cuando me separé de ella me percaté de que había un niño en la casa de enfrente que nos observaba fijamente.

Su flequillo castaño oscuro, casi negro, cubría su frente y sus cejas, pero no llegaba a tapar sus enormes ojos marrones. Nos miraba con curiosidad, cómo si quisiese acercarse a nosotras y preguntarnos quiénes éramos.

Por eso, y porque yo siempre he sido alguien impulsiva, me acerqué al porche en el que estaba sentado.

—Hola —saludé con la energía que me caracterizaba —, soy Heather. Ella es mi mamá, nos hemos mudado aquí. Bueno, en realidad hasta mañana no podremos comenzar a vivir aquí, pero hoy vamos a dejarlo todo preparado para poder venir mañana.

El niño frunció el ceño y me miró extrañado, aunque eso no apagó mi sonrisa.

—¿Cómo te llamas tú? —pregunté.

—Sean —murmuró —. ¿Tu mamá no te ha regañado por ensuciar tu ropa?

Negué con la cabeza.

—¿Por qué no? —inquirió, aún con el ceño fruncido.

—Porque mi mamá es genial —aseguré orgullosa. Sus ojos viajaron hasta mi madre, quién hablaba con el hombre que cargaba las cajas del camión de mudanzas hasta dentro de la casa.

—¿Y tu papá?

—No lo sé —me encogí de hombros —. No lo conozco.

Sean hizo una mueca de culpa, cómo si acabase de hacer algo horrible.

—Perdón —musitó.

—No te preocupes —respondí —. No necesito un papá.

—Todos necesitamos un papá y una mamá —aseguró él. Negué con la cabeza.

—Yo no.

Él parecía confundido, pero yo estaba muy segura de mis palabras. Entonces un chico más mayor, probablemente tres años mayor que nosotros, salió por la puerta de la casa de Sean.

Era muy parecido a él, llevaba el pelo más corto, pero del mismo color. Sus ojos eran igual de oscuros, aunque su piel estaba un poco más bronceada. Vestía una camiseta negra y sostenía una pelota bajo su brazo derecho.

—Sean, ¿quieres jugar al fútbol? —preguntó. Después se percató de mi presencia —¿Eres la nueva vecina?

Yo asentí con la cabeza.

—Soy Andrew, su hermano —dijo señalando a Sean —¿Quieres jugar con nosotros?

—Vale —asentí contenta —. Soy Heather.

Después de ese día, Sean y yo comenzamos a jugar todos los días. Andrew se nos unía a veces, pero la mayoría de días éramos solo Sean y yo.

Hasta ese momento solo había una persona importante en mi vida, pero cuando conocí a Sean pasaron a ser dos.

Y cuando se marchó, sentí un vacío indescriptible. Fue como si me hubiesen arrebatado una parte de mí.

Heather & Sean ✔️ | En librerías (abril 2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora