V e i n t e .

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ADVERTENCIA: Este capítulo contiene escenas relacionadas con las consecuencias de la depresión y pueden afectar a aquellas personas que han pasado por algo similar.

9 de mayo de 2019

En comparación a Sean, Kate era una persona sumamente tranquila con la que dormir al lado. Durante la noche me había despertado varias veces, debido al insomnio, y todas ellas había tenido que escuchar detenidamente la respiración de Kate para comprobar que no estaba muerta. En serio, estaba tan quieta que cualquiera habría pensado que no respiraba.

Desperté una última vez ese día a las ocho de la mañana. Traté de salir de la cama con el máximo cuidado posible, pero Kate frunció el ceño y abrió los ojos lentamente.

Habíamos estado despiertas hasta la una de la mañana hablando de todo. De lo que había pasado con mi madre, de los exámenes, de William, de Ethan, de sus hermanos... Y lo cierto era que me había ayudado un poco. Me sentía, al menos, un poco más comprendida.

Los padres de Kate habían sido increíblemente amables. Había llamado a Kate para preguntarle si me podía quedar en su casa a dormir, y ellos habían insistido en que me quedara a cenar también.

—Siento haberte despertado —me disculpé.

—No pasa nada —negó con la cabeza —. Soy madrugadora de todas formas.

Apartó del todo la sábana que nos había tapado durante la noche, y se levantó de la cama. Su pelo liso caía con gracia sobre sus hombros. No me hacía falta mirarme en el espejo para saber que él mío no estaba tan bien ni de lejos. Probablemente estuviese todo enmarañado.

—Podemos hacer tortitas para desayunar —sugirió —. Si quieres, claro.

—Claro —reí —. ¿Por qué me negaría yo a un desayuno así?

Ella se encogió de hombros. La seguí por el pasillo que conectaba toda la casa hasta llegar a la cocina. Era espaciosa, con una mesa en el centro, y miles de cajones y armarios. Nada que ver con la pequeña cocina de mi casa.

Comenzó a sacar los ingredientes, y como yo no sabía donde estaban las cosas, me limité a observarla. Kate, a pesar de lo organizada y neurótica que podía llegar a ser, transmitía mucha paz. No sé si era por la forma tan cuidadosa en la que se movía, o por su voz, tan dulce y melodiosa. Quizá fueran ambas cosas.

—¿Sabes? Una vez Ethan preparó tortitas para mi —me contó. Su sonrisa de enamorada siempre estaba presente en su rostro cuándo hablaba de él —. Creo que me gustan más desde entonces.

—¿Las tortitas o Ethan? —bromeé —. El sexo está bien pero que alguien te haga tortitas para desayunar enamora —reí.

Kate dejó escapar una carcajada.

—Claro, porque todos sabemos que los motores de una relación son el sexo y la comida —se burló. Le dediqué una sonrisa.

Yo sabía desde antes que no era así, que para que una relación funcionase hacía falta más que eso. También sabía que el sexo era una parte importante en la mayoría de las relaciones. Lo que no sabía era el por qué. Al menos no hasta Sean, hasta que estar con él piel con piel me mostró que no era el sexo ni el placer en sí lo que hacía ese momento tan especial, sino todo lo que podías llegar a sentir, que iba más allá de eso.

Y en cuánto la comida... no lo sé. No sé si cocinar pueda unir a las personas, lo único que sé es que las pizzas sabían mejor si las comía con él, compartiendo bromas, hablando sobre cualquier estupidez que cruzara nuestras mentes.

—Creo que cuándo estoy contigo se me pega tu cursilería —le dije.

—Nah, lo que pasa es que estás enamorada.

Heather & Sean ✔️ | En librerías (abril 2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora