V e i n t i n u e v e .

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27 de mayo de 2019

Volví a casa de William el lunes. Él no estaba cuando llegué. Sin embargo, la casa no estaba vacía del todo. Había una mujer limpiando, era la primera vez que veía a alguna de las personas que William tenía contratadas para la limpieza.

La mujer era de baja estatura y cuerpo ancho. Vestía una especie de uniforme, aunque era más bien un delantal extraño con el logo de la compañía de limpieza.

—Hola —la saludé. La mujer se giró al escuchar mi voz —. Soy Heather, la hija de William.

—¡Oh, es verdad! William me comentó que vendrías a vivir aquí, pero pensé que estarías en la escuela —comentó. Su cabello rubio estaba recogido en un moño despeinado, pero los mechones estaban fuera de su rostro. Tenía cara amable, o al menos la sonrisa que había en su rostro le daba ese aspecto —. Encantada, Heather. Soy Petra.

—Encantada —le respondí también —. Esto... estaré en mi habitación. Es el cuarto de invitados. Avísame si necesitas que vaya a algún sitio para poder trabajar tranquila.

Esbocé una de mis mejores sonrisas. No era falsa, o al menos yo no la describiría así. Era una sonrisa que tenía como fin que la otra persona se sintiese a gusto.

—No te preocupes, cielo. Tú tranquila —me hizo un gesto amigable. Parecía llena de energía, a pesar de que su trabajo requería mucha de ella.

Asentí con la cabeza y me marché a mi habitación. Sean me había dicho que le llamara cuando llegase a mi casa, así que cogí mi móvil y marqué su número. Tardó un par de segundos en contestar.

—Hola —saludé —. Llegué sana y salva.

—Bien —dijo —. Es una pena que tuvieses que irte hoy. Me gustaba más estar aquí cuándo tú estabas conmigo.

—Han pasado solo un par de horas. ¿Ya me echas de menos? —bromeé.

—Sabes que sí. —El tono de su voz era serio y profundo. Era jodidamente sensual, y más cuándo lo usaba para decirme algo como eso.

Me aclaré la garganta. Yo también lo echaba de menos, y eso que sabía que lo iba a ver al día siguiente.

—¿Sabes que tengo una cama de matrimonio en mi habitación ahora? —le dije —. Es enorme. Podríamos dormir tú y yo juntos y aún sobraría espacio.

—¿Soy yo o me estás invitando a dormir contigo?

—Lo haces sonar como si fuese la primera vez que lo hacemos —puse los ojos en blanco.

—Es que me ha hecho gracia la sutileza con la que lo has propuesto —rió.

—Vale; ¿quieres venir a mi habitación e invadir mi cama conmigo? —ironicé —. ¿Suena mejor así?

—¿Pero sólo vamos a dormir? —preguntó divertido.

—Sabes que aunque nos lo propongamos no va a ser así.

—Ah, bien, entonces me apunto.

—Espera, ¿entonces si solo fuéramos a dormir no vendrías? —fingí estar herida.

—Iría aunque solo fuese para verte dormir —dijo, con la misma voz ronca de antes. Mi corazón dio un brinco. Pasarían cien años y yo seguiría reaccionando de esa manera ante sus comentarios.

—Deja de ser tan perfecto —bromeé —. Me eclipsas.

Su risa se escuchó al otro lado de la llamada.

—No puedo, la perfección es parte de mí.

—¿Ves? Mucho mejor. Tu gran ego disimula un poco todas tus buenas cualidades.

Heather & Sean ✔️ | En librerías (abril 2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora