Séptimo todo: 22 años

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—50 pesos por revisar tu celular —ofreció Joaquín mientras comía su hamburguesa en el lugar que frecuentaba en la adolescencia, el cual, por supuesto contaba con Emilio como compañía leal.

—Debes dejar de ver 'Exponiendo infieles' —acusó el pelinegro, observando por la ventana de la barra de servicio. Estaba demasiado concentrado degustando de su hamburguesa —Además, el que ha sido infiel en más de una ocasión, en diferentes relaciones, has sido tú, no yo —recordó Emilio, logrando que del rostro de Joaquín, aquella sonrisa se borrara, como también que el rostro del castaño, capturara la atención del mayor.

—Eso fue hace tiempo —recordó Joaquín y Emilio gruñó, insatisfecho.

—Una mamada por revisar tu celular —negoció.

—¡Diablos! —gruñó en voz alta Joaquín —Hecho —finalizó, entregándole el aparato.

Emilio lo observó con extrañeza y negó: —No revisaré tu celular, eso es enfermo.

Joaquín se inclinó y besó la mejilla del rizado para volver a guardar el aparato en uno de sus bolsillos e inclinarse a darle otro bocado a su hamburguesa. Emilio pensó que la conversación había finalizado y que podía terminar de comer en paz.

Pero Joaquín seguía siendo una caja de sorpresas.

—¿Quieres que suba a 100 por tu celular? —negoció el castaño y Emilio volvió a gruñir.

—¡No te comprendo, Bondoni! —chilló frustrado, ya no viendo apetitosa esa hamburguesa con mordiscos —¿Por qué me estás chantajeando para entregarte mi celular? ¿Qué buscas?

Joaquín suspiró rendido y empujó el plato con su hamburguesa hacia adelante, dando a conocer que no daría ni un bocado más. Se volteó con el taburete hasta Emilio y lo observó serio.

—Drama —respondió con sinceridad, logrando que el rizado suspirara y rodeara los ojos —¿Qué sucede si me ocultas cosas?

—¿Cómo qué? —incentivó el mayor y Joaquín observó el techo del local mientras se le ocurría algo.

—¡Como una boda con alguien más! Eso sin duda rompería mi corazón y el de unas cuantas personas más.

Aquí yo soy tuyo, de nadie más —recordó Emilio frustrado por la situación. Acarició sus ojos que ya le dolían por pedir desesperados un descanso, una siesta. Algo —Quiero dormir, ¿te parece ir a donde mamá ya?

Joaquín asintió de acuerdo con las palabras de su novio y ambos comenzaron a recoger sus cosas, hasta que Bondoni detuvo sus acciones y con su ceño fruncido, volvió a tomar asiento en la encimera. Emilio lo observó curioso.

—¿Ahora qué te sucede? —preguntó con la única gota de paciencia que perduraba en su sistema. Joaquín suspiró agregando dramatismo.

—¿La mamada aún sigue en pie? Te entregué mi celular, lo que tú no hiciste fue revisarlo.

Emilio sentía sus manos picar, pidiendo a gritos asfixiar al exasperante castaño frente a él.

—Sí, ahora vamos, que me acabas de colmar la paciencia.

...

Aquellos días además de dedicarse a empacar y hacer los contactos de mudanza para Emilio, también se dedicaron a recordar sobre sus vidas en la Ciudad de México, el círculo de amigos con los que compartieron, además de ciertas anécdotas que les sacaban risas o amargas sonrisas, como también que los hacían reflexionar sobre sus vidas que habían cambiado tanto, incluso la forma en que ellos compartían.

Todo estaba preparado, era la última tarde libre antes de marcharse mañana. Lo harían en el auto de Emilio tras el camión, teniendo las paradas adecuadas, además de compartir juntos un viaje prometedor.

42 horas en un auto parecerían aburridas para cualquier persona, pero para una pareja, la aventura los llamaba a experimentar.

—Hola mamá...

Y ambos decidieron aprovechar tal tarde libre, haciendo una visita al cementerio. Joaquín visitaba por primera vez a su mamá luego del funeral, y aunque un par de veces había estado en la Ciudad, nunca antes había sentido la necesidad de visitarla. Creía que ella lo acompañaba a cualquier lugar, que no era necesario visitar sus restos cubiertos de tierra y césped. Incluso cuando se sentía exasperado con la vida, le hablaba a alguna fotografía de su madre, engañándose con que ella lo escucharía donde quiera que estuviese.

—Estoy feliz —comenzó, inclinándose por sobre el césped para tocar la lápida de su madre, donde las letras negras destacaban en la superficie color marfil —Me gustaría mucho que estuvieras ahora conmigo viéndome así, agradecido de la vida, dichoso. Soy feliz, soy amado, amo libre. Ya nada me deprime, ni mis cicatrices que alguna vez odié con todo mi corazón, ni menos me avergüenzo de mis sentimientos. Soy correspondido, mamá, me aman y me protegen de la misma forma en que yo amo. Estoy seguro que siempre fue así, pero ahora todo tiene una diferente connotación —sonrió Joaquín. Emilio estaba esperándolo en una banca cerca de la tumba de Liz, no queriendo interrumpir a Joaquín ni menos distraerlo.

—Mamá. Todos los accidentes, los personajes Disney, las bromas y el dolor que cargué por años, valieron la pena. Tú me enseñaste aquello, a ser fuerte, a ser valiente. Pero, pese a todo, pese a ti, jamás lo habría podido lograr sin Emilio. Él ha sido alguien fundamental en mi vida, mamá, estoy segurísimo de aquello, y por lo mismo me siento tan feliz y dichoso en estos momentos. Te prometo que lucharé por mantenerme en este estado, que defenderé lo que quiero y amo, pero que también buscaré más, jamás me rendiré. Tú me diste las herramientas más útiles y vitales para enfrentar la vida.

Volvió a erguirse y sonrió al ver el atardecer. Como pájaros volaban por el cielo, como el viento acariciaba las hojas y como Emilio le sonreía a la distancia.

—Descansa en paz mamá, ya no queda ninguna herida ni dolor que deba recibir besitos para curarse. Te amo.

Al término de su despedida, Joaquín comenzó a caminar entre las tumbas mirando sus pies y el césped, que aquel color verde siempre le había transmitido tanta tranquilidad.

Pero en su caminar cabizbajo, una tumba llamó su atención y lo hizo detenerse de forma inmediata. Confundido y triste a la vez, con la angustia abrazando su pecho.

Matitiahu Symanski. 15/08/1979 - 24/05/2000

Diego Ortega Elizalde.  07/06/1982 - 23/05/2000

Sabía que Mateo y Diego eran guías en el limbo, sabía que podrían tratarse de espíritus que jamás ascendieron o descendieron según sus creencias, pero lo que lo cofundía era el hecho que ambos compartieran tumba y fallecieran en días tan cercanos.

20 y 18, más un montón de secretos que Joaquín estaba gustoso de escuchar y ayudar.

















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para qué les miento? por una parte se me olvidó publicar y, por otra, no sabía si publicar por todo lo que ha pasado alv

para los últimos tres episodios que queden voy a hacer maratón y el epílogo para otro día jsjsja

KISSES 「emiliaco」Where stories live. Discover now