Duodécimo algo: 19 años.

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Joaquín estaba distraído, nervioso y tenso. La tarde anterior finalmente se había graduado de su instituto, había terminado con esa etapa y estaba preparándose para irse a un mundo universitario que preparó y esperó por tanto tiempo.

Sabía que se alejaría de sus amigos, que con John lo más sano era terminar su relación, que sus padres se sentirían terriblemente mal por no tenerlo más en su hogar, al igual que les pasó con su hijo mayor, José, pero lo que más le dolía era separarse de ese hombre que veía el techo del salón mientras prestaba su brazo para retocar los últimos detalles del tatuaje que se realizaba.

—¿Cuál es tu plan luego de terminar con las franjas? —preguntó el tatuado limpiando la mezcla de tinta y sangre que salía de la piel bronceada de Emilio, quien tarareaba relajado sin notar la persistente mirada de Joaquín.

—Mi plan es comenzar a rellenar con cosas realmente importantes de mi vida. Fechas, quizás el nombre de mi mamá y ese tipo de cosas. Cliché —se encogió de hombros Emilio y Joaquín se estremeció.

¿Había una posibilidad de que Emilio se tatuara su nombre?

Entonces, un reciente recuerdo se coló por su mente y se desconectó del presente.

Observaba con atención su reflejo en el espejo mientras pasa la máquina por su mentón. Odiaba los genes de su padre que ahora lo maldecían con un crecimiento excesivo de vello en todas partes, algo a lo que aún no se acostumbraba.

—¿Hoy le dirás a Emilio que te gusta?

—¡AAAH! —había gritado luego de cortarse con la máquina, donde ya la sangre manchaba su rostro, pero eso no le importaba. Se había volteado alarmado, encontrándose con sus dos molestos hermanos en la puerta de su habitación, con sus brazos cruzados y sonrisas en sus rostros.

Ellos no loco se perderían la graduación de su hermano, pero ahora Joaquín odiaba aquella inesperada reunión familiar.

—¡MAMÁ! —llamó con desesperación y luego comenzó a limpiar su sangre. Su madre se abrió paso entre sus hijos, menor y mayor, donde la pequeña altura de Renata destacaba entre tanta altura, a excepción de su madre, al igual que el rostro a medio maquillar y la toalla en su cabello de esta última.

—Cariño, ¿aún no aprendes a afeitarte? —preguntó preocupada logrando que su hijo mediano rodeara los ojos.

—¿Les has dicho a José y Renata mi secreto? —preguntó furioso, tomando una toalla para presionar su herida y que pronto cicatrizara, ella se encogió de hombros.

—Yo no... —Pero fue interrumpida por la aparición de Uberto Bondoni en el baño del mediano de los miembros de la familia, que estaba nervioso y tenso.

—Bah Joaquín, yo les dije. Son tus hermanos y era lo único que se perdían...

—¡Iban tan bien! ¡Fueron tres meses de la cena cuando lo notaron! ¡Les tenía esperanza pero bum! ¡Por algo se llaman secretos, papá!

—¿De qué secreto de Joaquín estamos hablando? —y la familia Bondoni-Gress se volteó para ver como Emilio Osorio estaba en la habitación de Joaquín.

—De ninguno —susurró la familia al unísono para luego disiparse, dejando a un alarmado Joaquín y un indiferente Emilio solos en el baño, mientras que el menor terminaba de afeitarse.

Antes que Renata y José salieran, que fueron los últimos, quedaron frente a frente y estirraron sus labios con sus ojos cerrados burlándose, a lo que Joaquín les respondió con su dedo medio, captando la atención de Emilio que se volteó confundido y sólo logró ver que José y Renata le respondían el gesto a su hermanito.

—¡JOAQUÍN!  —el castaño se espabiló y se dio cuenta que Emilio estaba inclinado frente a él. Dio un pequeño salto por la cercanía y automáticamente se puso nervioso.

—¿Qué? —preguntó y por impulso guió sus dedos a la herida que se había provocado la tarde anterior, la herida de sus recuerdos recientes y de la señal que su secreto mejor guardado durante años, estaba ya en boca de algunas personas.

—Te dije que me perforaría la ceja y luego nos iremos —repitió Emilio para darse media vuelta y seguir al hombre que lo guiaba a otro sector del salón. Joaquín arrugó su ceño y lo siguió unos metros más atrás, a ambos.

—¿Alguna razón por la perforación? Hay gente que hasta una perforación tiene significado —continuó el perforador y Emilio se encogió de hombros.

—Estoy comenzando a desarrollar un interés por chicas con modificaciones corporales como tatuajes y piercings, también quiero ser un blanco, si me entiendes...

—Luego de él, ¿puedo seguir? —preguntó Joaquín sin pensar en sus palabras ya emitidas, sólo limitándose a analizarlas cuando las escuchó.

El tatuado asintió mientras que Emilio arrugó su ceño, impidiéndole su tarea de perforar le la ceja —¿¡QUÉ!?

—Que luego de que te perfores, querría hacer lo mismo —murmuró Joaquín sin dar su brazo a torcer, creyéndose también sus 0alabras impulsivas.

—¿Y se puede saber dónde piensas perforarte, Joaco? Tu mamá me va a matar y luego irá por ti —se apartó Emilio de la mano del tatuador para fijar su mirada en Joaquín, que ya se sentía un poco intimidado por la reacción de Emilio.

Mordió su labio inferior por los nervios.

—Por favor Emilio, tengo 19 años y tengo derecho de decidir sobre qué hacer con mi cuerpo —soltó su labio y luego sonrió— Me perforaré el labio, para atraer chicos en la universidad

Emilio rodeó los ojos cansado y suspiró.

—Cómo quieras...


...


Me duele... —lloriqueó Joaquín mientras Emilio observaba la perforación hasta iluminándola con la linterna de su teléfono.

—Está hinchada, ¿te has limpiado con suero fisiológico? —preguntó Emilio con preocupación volviendo a echar un vistazo.

—Sí... —chillón Joaquín, mordiendo su labio inferior por un segundo, pies el dolor fue demasiado. Tal gesto hizo a Emilio rodear los ojos.

—Estúpido, te dijeron hace una semana mientras te lo hacían que no jugaras con el, que se podría infectar. Hay que quitártelo Joaquín —razón Emilio y el menor hizo un mohín. Se sentía demasiado rebelde con su perforación, incluso John luego de su rompimiento, se lamentó por dejarlo más atractivo que nunca.

—No lo hagas, prometo no morderlo más... —intentó convencerlo pero Emilio negó. Dirigiéndose al botiquín que por supuesto la madre de Joaquín mantenía en el baño de este conociendo su mala suerte. Sacó unos guantes blancos y luego una dosis de suero fisiológico y un algodón.

—Vamos a sacarte eso de ahí —confirmó Emilio y ahora si que Joaquín lloriqueó con razón por el dolor que le provocó la extracción de su aro en el labio.

—Desearía volver a ser niño —susurró esclavo del dolor, sin darse cuenta, pero Emilio sí lo notó.

—Si esto te hubiese pasado cuando eras niño, apostaría que por mi preocupación te hubiese dado un besito en esa cicatriz —comentó soltando una carcajada, una carcajada que llenó de lágrimas los ojos de Joaquín, porque eso era lo que quería, un beso de Emilio, en sus labios.

Quizás lo mejor sería marcharse a estudiar y librarse de la condena de estar enamorado de su mejor amigo. Esperaba que la mala suerte y las lesiones no lo persiguieran en su próxima aventura lejos de todos, pues Emilio no estaría para cuidarlo.


















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madres, se me había olvidado publicar sjdja aquí está

KISSES 「emiliaco」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora