Segundo todo: 22 años.

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Maratón 2/3


Salir del hospital siempre había sido un alivio para Joaquín, a excepción de esta ocasión, pues salir del hospital significaba no ver a Mateo y Diego en una buena cantidad de tiempo, o si es que volvía a morirse otra vez, pero ahora con todo tan bien en su vida, dudaba morir pronto.

Se alejaría de los cuchillos, de las alturas, de los enchufes, de las cocinas, de espacios demasiado cerrados. Se alejaría de absolutamente todo para que su vida no corriera ni un mínimo de peligro.

Era escoltado por Naveen, quien empujaba su silla de ruedas. A sus espaldas estaban sus hermanos bromeando con Emilio. Todo parecía igual, todos se veían bien, como si el tiempo no hubiese cambiado nada, pero no era así.

Joaquín elevó su mano hasta la de Naveen que empujaba la puerta y la acarició, con ternura y cariño.

—Debemos conversar —susurró con algo de terror, pero a la vez con una pizca de alivio, pues era una carga menos para sus hombros.

—Creo que es necesario —comentó Naveen. Joaquín elevó su mirada y se topó con esos ojos que le gustaban, que le producían demasiadas sensaciones y asintió.

Sería difícil despedirse de él.

Al llegar al estacionamiento, pronto las bromas comenzaron a desaparecer y todo se resumió en un incómodo silencio. Naveen giró la silla de ruedas para que Joaquín se despidiera.

—Iré al departamento de Naveen, debemos hablar un par de cosas —comunicó Joaquín con su ceño fruncido por los fuertes rayos de sol.

—Nosotros iremos al tuyo, ahí nos estamos hospedando —comentó Renata y José asintió a su lado. Todos se quedaron viendo a Emilio que estaba viendo algo en su teléfono.

Cuando elevó su mirada, se sintió un tanto intimidado, pero se encogió de hombros.

—McCann quiere cerrar el contrato y me necesita. Vendrán por mí —comunicó y los hermanos Bondoni lo abrazaron y felicitaron, realmente se encontraban muy felices por Emilio.

—Perdón, pero no entiendo qué está pasando —irrumpió Joaquín con una sonrisa en sus labios, confundido. Primero observó a José, luego a Renata y finalmente a Emilio que le devolvió la sonrisa.

—Quieren que sea administrador y jefe mecánico de una nueva sucursal de lujo de la cadena en que trabajo. Por eso volví a Monterrey, el señor McCann me contactó y quiere traer su negocio hasta aquí.

—¡ESO ES FANTÁSTICO, EMILIO! —felicitó Joaquín con intenciones de ponerse de pie para abrazar a Emilio, pero el rizado negó al igual que los presentes y Naveen lo ayudó a volver a sentarse.

—Gracias, pero es mejor que descanses. Tienes que cuidarte —sonrió Emilio, intentando animar a Joaquín que tuvo una mueca en su rostro por ser limitado a realizar algo.

—Para eso te tengo a ti —gruñó y José soltó una carcajada, mientras que Renata abría la puerta del auto de Naveen para que todos ingresaran a excepción de Emilio, que estaba en la acera esperando con paciencia a que todos arribaran.

—¡Tienes que traer los globos, Eric!

Los vellos de Joaquín se erizaron,  y antes de entrar al vehículo ayudado por Naveen, se volteó, al igual que Emilio, que vio como un pelirrojo tenía entre sus manos un ramo de flores.

—¿Ariel? —preguntó Joaquín, distrayendo al hombre, quien se volteó confundido.

—¿Joaquín? ¿Joaquín Bondoni? —preguntó el pelirrojo frunciendo su ceño, acercándose a él. Naveen lo abrazó por la cintura para ayudarlo a caminar —¡Eric, mira quién está aquí!

KISSES 「emiliaco」Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα