Sexto algo: 18 años.

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Vaya que había apestado pasar su cumpleaños acostado en una cama, apenas moviéndose para ir al baño cuatro veces al día, porque intentaba no beber demasiado líquido para no sufrir.

Todo su malestar se debía a esa estúpida caída que había provocado aquella tarde hacía cuatro meses,  donde sin quererlo, empujó a Emilio y ambos quedaron adoloridos en el suelo sin poder ni mencionar el hecho por el cual convocaban una reunión familiar. La consciencia de Joaquín estaba mucho más tranquila cuando luego de que ambos los llevaran al hospital, y que la madre de Emilio llegara a aquel, para recibir el diagnóstico de su hijo. Este sólo decía que necesitaba hielo y antinflamantes para su aplastada entrepierna, para nada comparado con lo de Joaquín.

Joaquín en serio sentía que se merecía llevar lo peor de la situación que él mismo había provocado. Apenas llegaron al hospital,  le hicieron radiografías y le dieron calmantes para el dolor, donde se enteraron que efectivamente se había fracturado su cadera derecha y que necesitaba una operación con urgencia, de la cual salió con un par de tornillos y una nueva cicatriz que lo acompañaría de por vida.

Estuvo una semana en el hospital,  donde todos sus amigo lo iban a ver en las tardes y donde sus familiares se turnaban para acompañarlo, y donde Emilio siempre estuvo en esa habitación en los horarios de visita correspondientes.

Su cumpleaños había sido la semana pasada y realmente fue el peor, porque a pesar que ya podía dar un par de pasos por su cuenta, cojeando por supuesto.

Así que sus dieciocho años estuvo en cama, viendo películas, bebiendo de forma legal, con su mejor amigo a su lado, y aún en el clóset, siendo un homosexual en secreto.

Ya no quería sentirse más esclavizado.

—Llegué, perdón por la demora, Sarah se retrasó el llegar y aplazó todo —se disculpó su mejor amigo de gran melena rizada, uno de los únicos consejos que Joaquín le entregó en toda esa amistad, uno que finalmente aceptó.

—Necesito sexo

Emilio se volteó con rapidez hasta la cama donde su mejor amigo estaba recostado, observando con atención el techo, lanzando una pequeña pelota roja que siempre capturaba entre sus largos dedos.

—Aún no estoy borracho como para escuchar tus escalofriantes y extrañas experiencias homosexuales —comentó con espanto Emilio,  recordando como Joaquín alguna vez le contó que a uno de sus novios le encanta que su mascota, un esponjoso conejo blanco con unos pompones rosas en sus largas orejas, los observara mientras estaban teniendo relaciones.

—Emi, te estoy comentando mi necesidad de tener sexo, no alguna historia privada que sale a la luz cuando compras alcohol de calidad.

Emilio abrió sus ojos como platos ante las agallas de Joaquín y levantó sus cejas.  Se había atrevido a cuestionar su alcohol, ese que compraba gracias a su empleo sin ningún aporte del castaño, pero además de eso, se notaba que Joaquín estaba irritado y cansado.

—Puede que estés aburrido aquí en cama, que estés irritado porque no pudiste siquiera asistir los últimos dos semestres de tu último año escolar y que debas repetirlo, que necesites sexo y que aún quieras salir del clóset para evitar escuchar la típica pregunta de "y la novia para cuándo?" de tus padres, pero todo eso no te da ningún derecho día criticar mi alcohol. Sí, es malo, pero soy el único que gasta su dinero en emborracharte, así que tienes que guardar silencio y beber aún con los malos sabores porque es lo único que tienes. ¿Entendido?

Joaquín dejó de lanzar la pelota y fulminó con la mirada a Emilio,  para luego cruzarse de brazos en señal de rendición forzada.

—Entendido —aceptó a regañadientes el menor— Aún así necesito tener sexo.

Emilio suspiró y se acercó a su lacio mejor amigo, lentamente y sigiloso,  sabiendo que Joaquín aún con su estado irritado se atrevería a observarlo. Llegó a su lado y sacó la sábana y las mantas que lo cubrían, mostrando a un Joaquín con un pantalón de chándal, una camiseta de algodón de manga corta y sin calcetines.

—Podemos arreglar eso y cooperas haciendo tus ejercicios para que pronto recuperes tu independencia y puedas así que te coja cualquier chico.

Joaquín asintió de acuerdo y se sentó en la cama bajo la atenta mirada de Emilio, atento a sus movimientos, para luego ver como se ponía de pie y abrazarlo por la cintura, ayudándolo a dar sus pasos diarios.

...


La tarde pasó realmente rápida, y la irritación de Joaquín bajó hasta hacerse nula. Emilio se quedó a acompañar a su mejor amigo mientras veían películas y jagaban videojuegos, incluso Emilio decidió quedarse esa noche en la casa de su mejor amigo y la madre de este le facilitó un colchón inflarse y mantas, pues desde que Joaquín había caído, necesitaba espacio y ese colchón era donde dormía Emilio usualmente desde que todo sucedió.

Se quedaron dormidos pasada las dos de la madrugada, pero Joaquín despertó una hora después por lo fría que se había puesto la noche, y las consecuencias que esta traía, pues su cadera le dolía, como su tobillo y clavícula.

Joaquín odiaba el cambio climático, pues aunque se encontraban en verano la temperatura bajaba de manera extrema por las noches.

—Emilio... —llamó a su rizado amigo, tomando una almohada para lanzársela y despertarlo.

El mayor se despertó poco a poco y se sentó en su colchón, viendo al castaño:— ¿Qué necesitas, Joaco? ¿Quieres ir al baño?

—No. Tengo frío y me duele lo usual, ¿podrías darme esa manta que está a tu lado? No la estás usando y... ¿qué haces?

Joaquín estaba confundido cuando observó que Emilio se había levantado de su colchón y caminaba hasta su cama, no cumpliendo su petición de la frazada.

—Mejor duermo contigo. Mi calor corporal será suficiente.

Y Emilio hizo lo que avisó. Se acostó al lado de su mejor amigo que temblaba levemente por los dolores y los arropó bien. Enredó sus piernas entre las de Joaquín y lo abrazó por la cadera para darle calor, teniendo la nariz de Joaquín en su cuello.

—Ahora duerme —gimoteó Emilio cerrando sus ojos, sin pensar que todo había empeorado para Joaquín.

¿Por qué se sentía nervioso el castaño? ¿Por qué de pronto ya no tenía sueño? ¿Por qué Emilio se empeñaba en acercarse a él cuando sus únicas intenciones eran mantener cierta distancia para matar todo lo que sentía por él?

Emilio era un infierno. Un infierno que lo curaba con sus besos, sus detalles, y sus caricias.

KISSES 「emiliaco」Where stories live. Discover now