XIV

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Creo que está de menos decir que esa noche se descontrolaron, incluso con el desagrado de México al ser el pasivo.

Ambos pueden afirmar que lo disfrutaron mucho, y que después de haberlo experimentado, no dudaban que lo repetirían.

El punto es que el mexicano despertó en la cama del más alto, obviamente desnudo. Eran las 10:00 de la mañana, llevaba una extraña racha de levantarse temprano.

Quiso acurrucarse de nuevo en el pecho del argentino, pero al buscarlo a su lado en la cama, el contrario no estaba. Tronó la lengua, levantándose un poco y recargandose en sus codos. Al dar un vistazo rápido a la habitación, se dio cuenta que Argentina tampoco se encontraba en el lugar.

«Debería levantarme. Tengo hambre» pensó el mexicano. En realidad, esa era una frase que repetía día a día, pero la usaría como excusa para buscar a Argentina.

Se sentó en el borde de la cama, sintiendo una ligera punzada en su parte baja. Nada que no pudiera ignorar.

Tomó su ropa que se encontraba tirada alrededor de la cama, osea su pijama.

Cuando intentó levantarse, la punzada en su trasero se hizo más intensa, fue entonces cuendo le empezó a doler mucho más.

«¿Qué pedo? Yo no recuerdo su pito tan grande como su estatura. Me duele un chingo.» pensó.

Ni pedo, era eso o quedarse en cama todo el día. Y no tenía muchas ganas de lo segundo.

Le costó mucho trabajo moverse con facilidad. Salió de la habitación. Agradeció mentalmente al argentino de que su casa fuera de un piso.

Pensó en que en realidad no sabía dónde estaba Argentina. Y muchas ganas no tenía de pasearse por la casa buscando al más alto.

-¡Argentina! ¡Chikistrikis!- gritó el mexicano.

-¡Che, estoy en la cocina!- escuchó la voz del argentino. Se lamentó levemente. La cocina se veía tan lejos... Con pesar y dificultad, caminó a la cocina.

Caminaba como pingüino, hay que aclarar. Caminar normalmente le costaría un dolor insufrible en su trasero.

Cuando finalmente llegó a la cocina, lo primero que hizo fue sentarse en una silla de la barra.

-Wey, te pasaste ayer. -comentó México, adolorido.

-¿Qué? ¿Por qué? - El argentino se encontraba desconcertado.

-Me duele bien culero el culo. -dijo México, como si fuera lo más obvio del mundo.

-A-ah, perdón.- Argentina dejó lo que estaba haciendo y se dirigió a abrazar al tricolor. - ¿Pero vos lo disfrutaste? -preguntó el más alto con una voz seductora. México pudo sentir como se le erizaba la piel.

-Osea sí. Pero la siguiente no seré el de abajo.- dijo México, quién se dejó abrazar pero no lo devolvía, tratando de verse serio.

-Mmh... Ya veremos. -dijo el argentino, mimando aún más al tricolor. -Bebé, tendré que salir para ir por unas cosas para la cena después.

Argentina sólo recibió un asentimiento de parte de México.

-Planeaba irme en la noche. ¿Está bien si me quedo a cenar y luego me voy? Tengo que cuidar a mis bendiciones.

Argentina sonrió, le daba una cierta calidez que México se preocupaba por los seres vivos que habitaban con él. -Sí, no hay problema.

El resto del día no hicieron nada productivo, hay que admitir. Vieron películas, platicaron mucho entre otras cosas.

Miztemoa Noyollo | MexTinaWhere stories live. Discover now