XVII

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Argentina le había pedido de favor a Brasil que cuidara las mascotas de la pareja y a Rafa, —se mudó temporalmente a la casa del mexicano mientras Argentina cuidaba la casa—. Brasil a su vez le pidió a El Salvador que le ayudara cuidándolos. Argentina no hablaba mucho con el segundo país, pero no podía estar más agradecido. Algún día le regresaría el favor, ojalá fuera pronto.

Ahora que al más alto le habían dado permiso de visitar a su tricolor, no planeaba ni en un millón de años alejarse de él. Y cuando decía eso, era en serio, pues hasta para dormir se quedaba a su lado.

A México le incomodaba que el contrario estuviera tan lejos, y por mucho que el más alto le reprochara, prefería mil veces tenerlo a lado durmiendo que en un sillón muy pequeño para el azulado. Prácticamente obligó al más alto a dormir a su lado.

Aunque México estuviera enfermo, ambos no podían negar el hecho de que despertar lado a lado era como el mismo cielo. ¿Que el tricolor despertara acurrucado contra el pecho del bicolor? ¿Que el argentino despertara con la cintura del mexicano entre sus brazos? Odiaban el hecho de que México siguiera enfermo, pero no cambiarían esas mañanas por nada. ¿Y qué si estaba en contra de las reglas? ¿Qué iban a hacer? ¿Llorar al respecto? No lograrían separar a esos dos, eso era otro hecho innegable.

La recuperación del mexicano fue lenta, pero segura. Las grietas se estaban cerrando, y su cara cada día amanecía más iluminada, alegre, como siempre debía lucir.
Necesitó otro mes para volver a estar al 100%, pero ya podía moverse con toda la seguridad del mundo.

Ver a su mexicano ser el mismo de siempre de nuevo era una bendición, pensó el argentino a sí mismo.

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—¡Finalmente!— exclamó México cuando regresó a su hogar después de estar varios meses atado al hospital.

Argentina venía detrás, cargando dos cajas pequeñas que el hospital les había otorgado, en caso de que tuvieran recaídas.

Dejó las cajas sobre la mesa más cercana, encontrando dos post-its, uno verde y otro azul, donde Brasil y El Salvador les deseaban buenas vibras, y que todo estuviera bien. Les debía una grande.

—¡Che, México!— tenía intenciones de explicarle al contrario quiénes habían cuidado de Yaotecatl, Miztli y Rafa, pero México ya no estaba en la habitación. —¡Amor!

Después de unos segundos, escuchó la distintiva risa de su pareja en el patio trasero. Sonrió para sí mismo y fue con el mexicano.

La escena era adorable, los tres perritos de estaban saltando y babeando a su novio. Tenían tanto sin verle, no le extrañaba que actuaran así. Incluso Rafa quería enormemente al mexicano.

—Ey, ey, también estoy aquí, compartan un poco.— le reprochó el azulado a los dos perritos, levantando a México y abrazándolo por la cintura, recargando su cabeza en el hombro ajeno.

—Ya me tuviste por un mes sólo para ti, creo que el que debe compartir eres tú. — México se dejó hacer. Sí, a veces se hacía el difícil por molestar, pero le encantaba cómo el más alto le abrazaba.

—¿Vos querés que me muera de amor? ¿Cómo sobreviviré si no te estoy abrazando todo el tiempo? Nunca tendré suficiente de vos.

México rió, lo cual sólo logró que el más alto le abrazara más fuerte. México nunca se cansaría del dramatismo de su novio.
—No, chikistrikis. Pero nuestros bebés no me han visto por varios meses, es justo darles chance.

Argentina arrugó la nariz ante el apodo, le daba un no sé qué siempre, pero a México le encantaba usarlo, claro que para molestarle.
Con un leve quejido, soltó al mexicano, no sin antes dejarle un beso en el cuello.

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⏰ Last updated: Feb 27, 2023 ⏰

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Miztemoa Noyollo | MexTinaWhere stories live. Discover now