VII

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Argentina se había quedado a dormir esa noche con el mexicano, de nuevo. A pesar de que no pasó mucho, consintió a México con abrazos y mimos. Nada le hizo más feliz cuando México no lo alejó, se dejaba querer.

Claro que Argentina se sintió como niño en dulcería. México nunca lo apartó durante esa noche, y a pesar de que el mexicano no se sentía exactamente bien emocionalmente, México le dijo que era bueno que Argentina estuviese ahí apoyándolo.

A los ojos de Argentina, ya había dado otro paso para hacerse pareja del mexicano.

México ese día tuvo que arreglar unos asuntos con Estados Unidos. Según dijo México, se estaban metiendo de nuevo con su gente. Por lo tanto, México salió.

Argentina se quedó en la casa del más bajo, pero no había mucho que hacer. Ya había investigado la casa, había una habitación específicamente para reptiles. Lo cual sorprendió a Argentina, no esperaba que México tuviera tantos de esos.

El punto es que Argentina se estaba aburriendo. Entonces recordó que México le había pedido que si podía comprar el alimento para Miztli y Yaotecatl, también para las tortuguitas. Pero decidió sacar a pasear a Yaotecatl, ya que a Miztli ya lo habían sacado a pasear ese día.

Después de ponerle un arnés y correa a Yaotecatl, salió con el perrito a pasear y de paso ir por la comida del mismo.

Nunca se había puesto a apreciar a Yaotecatl. Era un perrito lampiño, por lo que sólo estaba su piel. Pero era de un color negro. El perrito lucía tan imponente. ¿Quién diría que en realidad sería una bola de amor andante?

Argentina seguía caminando hasta que le llamó la atención que Yaotecatl había empezado a gruñir al mismo tiempo que se detuvo.

-¿Qué pasa, Yao?- preguntó Argentina, acomodándose en cuclillas a lado del perro y comenzó a acariciar la cabeza de Yao, esperando así que se calmara. Pero no lo hizo. Cuando encontró la razón por la que Yao gruñía, pudo entender por qué lo hacía.

Divisó a Rusia acercándose, y por un momento quiso soltar a Yaotecatl para que fuera a morder a Rusia.

Ahora que lo pensaba, ¿qué pudo haber pasado para que Yaotecatl le tuviera tanto desprecio?

-Vaya, que sorpresa encontrarte. ¿Vos no lo creés?- dijo Argentina, incorporándose.

-Заткнись, аргентинка- (cállate, argentino) replicó el ruso. Para esos momentos, el ruso no tenía muchas ganas de entablar conversación con nadie.

Argentina sólo rodó los ojos.

El hispanohablante habría seguido su camino de no ser porque el más alto de los dos habló:

-Что у вас есть, чего у меня нет?- (¿Qué tienes tú que yo no tenga?) preguntó el ruso. Por más que lo intentara, parecía que ahora México no le dirigía ni la palabra. El ruso sabía que tenía que ver con él argentino, estaba seguro.

-¿A qué te referís?- preguntó el argentino, confundido.

-Почему он предпочитает тебя?- (¿Por qué él te prefiere?) contestó de nuevo el ruso. - Ты не лучше меня. Не понимаю. - (No eres mejor que yo. No lo entiendo)

-Me dedico a escuchar a México, no a hostigarlo. - contestó fríamente. No dejaría que el ruso le agreda verbalmente sólo para mantener su orgullo intacto.

-но ты слабый, верно?- (Pero eres débil, ¿cierto?) respondió Rusia. -Ему это не нужно.- (Él no necesita eso.)

Miztemoa Noyollo | MexTinaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz