Capítulo 27

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Madison, Louis y yo esperamos fuera del baño de chicos a que Nathan salga de allí. Ya lleva varios minutos ahí dentro y el director ha dado un último recordatorio de que debemos estar en el gimnasio en tres minutos.

Cada chico que entra y sale por esas puertas nos dedican miradas curiosas a Maddie y a mí, no es muy común ver a dos chicas de pie en la puerta de un baño que no es el nuestro. Pero esa no es la verdadera razón; los chismes se riegan como piojos por los pasillos. La pelea entre Nathan y Roger ya no es secreta para nadie.

—Él inmediatamente supo que algo iba muy mal cuando Roger gritó tu nombre de esa forma —argumenta Maddie, ya más calmada—. Estábamos en el gimnasio y salió corriendo como un rayo.

La disputa anterior a esta, la del tobillo afectado, inició similar a esta... con la diferencia de que en aquella mi actitud fue totalmente sumisa, teniendo la esperanza de que con eso me dejaría tranquila.

Resultó ser todo lo contrario.

Estaba en las gradas en ese momento adelantado deberes, Roger llegó y comenzó a molestarme con insultos leves. No le presté atención y seguí con lo mío hasta que tomó mi cartuchera para vaciar su contenido en las gradas, haciendo que varios marcadores y resaltadores se colaran por el espacio del desnivel y cayeran en el césped.

Para resumir todo, Nathan pasó por allí minutos después, me defendió y Roger lo provocó con sus comentarios de mal gusto, por lo que mi hermano «accidentalmente» lo empujó, Roger cayó del nivel más bajo de las gradas hacia el césped, pero no apoyó bien el pie, torciéndose el tobillo.

—Nathan —llama Louis, haciendo que Maddie y yo miremos hacia la entrada del baño.

En el rostro de mi hermano puedo distinguir una pequeña herida en su pómulo y otra en la comisura del labio inferior. Ambas han dejado de sangrar, y en su semblante no se percibe ni una pizca de dolor.

Se está haciendo el duro.

—¿Me dejan a solas con Ally unos minutos? —habla con tono neutro, dirigiéndose a Maddie y a Louis—. Iremos al gimnasio dentro de nada.

—Les guardaremos puesto —la pelinegra se aclara la garganta y, sin más que decir, ambos se retiran.

Inmediatamente después, me envuelve entre sus brazos como si no me hubiese visto en años. Le respondo de vuelta, hundiendo la cara en su cuello y teniendo cuidado de no molestar su labio.

—Dime que sigo teniendo novia... —susurra apenas audible para aligerar el ambiente.

—Sí, solo se asustó un poco.

Me toma por los hombros para alejarme de él, obligándome a mirarlo a la cara. Sus ojos iguales a los míos recorren mi rostro centímetro a centímetro con mirada analítica.

De soslayo, veo que todos los alumnos abandonan poco a poco los pasillos, dirigiéndose a una sola dirección.

—¿No te hizo daño? —lleva una mano a mi cabello, acomodando ciertos mechones dentro de la trenza y ajustando algunas flores en su lugar.

Enamorado de un fantasma [✓]Where stories live. Discover now