Katherine Beckett

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Autora: ¿Un poco de Kate? ;) 

***

Kate Beckett posó de inmediato el café en la mesa del escritorio de su despacho cuando una arcada le sobrevino al olerlo, apenas el borde de la taza había rozado sus labios. Sin duda, el café de su comisaría cada vez era peor, y ahora que, al fin, era capitana de la doce, estaba dispuesta a poner una cafetera en condiciones aunque para eso tuviese que dejase parte de su sueldo. Sueldo que ahora había mejorado considerablemente debido al cargo que ahora ocupaba, pero aún así, seguía fiel a su humildad y sencillez viviendo en su pequeño apartamento de toda la vida. Sus padres, Jim y Johanna, trataron de convencerla de que se mudase a un apartamento más grande, más lujoso, ahora que podía darse el capricho que siempre había soñado, pero ella amaba su pequeño apartamento porque le recordaba de dónde venía y quién era, y además estaba muy cerca de la comisaría, lo que le permitía no tener que madrugar tanto para cruzar las concurridas calles neoyorquinas en hora punta. 

Sintió un carraspeo que le sacó de sus pensamientos, y levantó la vista del café asqueroso para encontrarse con Adam Blatter, el agradable inspector de cuarenta años que ahora ocupaba su antiguo cargo, y que ella misma había elegido para ser su sucesor.

- Disculpe, Capitán... - Adam tragó saliva al encontrarse con la bonita mirada de ella prestándole toda su atención como hacía siempre con cada uno de sus hombres - Yo... Bu - bueno... 

Beckett mantuvo su mirada fija en él y le regaló una pequeña sonrisa al ver como se sonrojaba ante su mirada y se atascaba en su parlamento. 

- No muerdo, Adam - sintió como el inspector relajaba la tensión de su rostro al ver como le llamaba cariñosamente por su nombre - Sé tu historia, sé por todo lo que tuviste que pasar a lo largo de tu vida, pero yo no soy de esas, créeme... 

Adam suspiró y agachó la cabeza observando su pierna. Hace apenas medio año que había recibido un disparo en acto de servicio que le había dejado con una leve cojera para el resto de su vida. Su antiguo capitán le echó a la calle de inmediato, y cuando creyó que nunca más iba a volver a dedicarse a lo que amaba, había recibido la llamada de una centralita proponiéndole el puesto de inspector de homicidios en la doce, a petición de la nueva capitán al mando. Nunca entendió por qué alguien querría tener a un cojo, y encima tartamudo, entre su equipo. Pero aceptó porque se debía en cuerpo y alma a su profesión, y no se imaginaba siendo otra cosa en la vida. Pero, ¿cómo era posible que alguien le quisiese cuando toda la vida había sufrido las risas y el desprecio de los demás mientras él intentaba hacer su trabajo de la mejor manera posible? 

Volvió a suspirar y fijar la vista en esa mujer de treinta tantos años que le miraba con una ternura que le pareció imposible que alguien pudiese tener hacia él. Y entonces, lo comprendió todo. Así que era ella. Ella había sido la responsable de que no entrase en una depresión profunda. Ahora lo había descubierto todo. Esa preciosa mujer le había salvado la vida. 

- Tú... - Adam abrió la boca un par de veces, pero la emoción le sobrevino y se secó una lágrima traicionera con el dorso de la mano - Gra - gra -cias... No... U - u -sted no sabe cuánto significa esto para mí... Yo... 

Beckett ladeó la cabeza mirándole con dulzura y señaló con su mano el asiento situado frente a su escritorio para que se sentase. Adam obedientemente lo hizo mientras entrelazaba sus manos y alternaba la mirada entre ella y sus dedos. 

- Sí, yo pedí tenerte en mi equipo, y yo pedí que no te echasen del cuerpo... 

Adam le miró a los ojos esperando saber el motivo por el que había decidido jugarse la buena reputación de esa comisaría con él, y se olvidó del motivo por el que había entrado al despacho: un tal Richard Castle le esperaba fuera para hablar con ella. 

Beckett cerró los ojos y suspiró antes de abrirlos y volver a mirarle. Richard Castle no pudo evitar acercarse ligeramente a la puerta para tratar de oír que estaba sucediendo en el interior, entendiendo que quizás ella no querría recibir civiles. 

- Mi hermano... Mi hermano era la mejor persona que he conocido nunca - elevó la vista hacia los ojos de Adam y sonrió con nostalgia - tenía autismo... Se rieron mucho de él... - Adam tragó saliva al sentirse en la misma piel que su hermano - pero su pureza, su ternura, su sinceridad... Era tan tierno, Adam... - Richard Castle miró un instante a esa mujer desde el exterior creyendo que iba a derrumbarse, pero seguía firme en su asiento - por eso te quiero en mi equipo... Yo no soy de esas personas, Adam. Yo creo en las debilidades, creo que también en ellas hay grandes cosas. No todos somos perfectos... Precisamente las mejores personas son imperfectas - Adam volvió a limpiarse lágrimas traicioneras de sus ojos con su jersey - Yo confío en ti... Y es todo cuanto necesitas saber.

Kate apoyó sus codos a ambos lados de los reposabrazos de su sillas y entrecruzó sus dedos frente a su pecho sonriendo con dulzura a ese pobre hombre deshecho. 

- Murió - afirmó la inspectora antes de que Adam articulase palabra sobre qué le había pasado a su hermano. 

- Lo- Lo si-siento... - replicó Adam viendo como la capitán reprimía las lágrimas en una sonrisa y un suspiro - ¿qué...? - pero ella negó con la cabeza. 

- No quiero hablar de ese tema, Adam - suspiró con tristeza. 

Adam no dijo nada más y en silencio abandonó el despacho de su capitán, no sin antes mirarla una vez más antes de salir. Fue entonces cuando al cerrar la puerta, se tropezó con Richard Castle. 

- Disculpe, no sabía si po... - trató de decir el escritor antes de ser cortado por el inspector. 

- No creo que tenga problema en recibirte... - la miró a través del cristal, Kate tenía la mirada perdida en la mesa mientras sus dedos rozaban sus labios pensativa - es una gran persona - añadió antes de alejarse a su mesa. 

Richard Castle se tomó su tiempo para observarla desde el exterior antes de entrar. Reparó en su elegancia, vestía una blusa y una americana, y en su manera de moverse cuando se levantó a por un archivador de la estantería. Era sexy, podría decirse, muy sexy, volvió a pensar el escritor. Cada mínimo gesto de su rostro le enloquecía sin saber el motivo. Esa mujer era sumamente atractiva, y por lo que había llegado a escuchar, parecía agradable con la gente. Su pelo caía a ambos lados de sus hombros, y parecía ir a juego con sus increíbles ojos. Sino era ella, mucho se parecía a la mujer con la que había soñado. Sus ojos, esos mismos que ahora se habían detenido en él al sentirse observada a través del cristal. 

Castle no supo por qué, pero le tembló todo desde la uña gorda de su dedo meñique del pie hasta el pelo de su coronilla cuando esa mirada se detuvo en él. 

Beckett se levantó con elegancia y él trató de no fijarse en el vaivén de sus caderas, sino en qué le iba a decir cuando abriese la puerta. ¿Qué diablos le estaba pasando con esa mujer cuando hacía siglos que no se fijaba en ninguna? 

- Hola... - ya la tenía frente a él, y su voz tranquila, serena, y dulce, también le pareció provocadora - ¿puedo ayudarte en algo? - y entonces conoció su sonrisa. 

Castle abrió la boca intentando articular palabra, pero la cerró y salió corriendo de la comisaría ante la anonadada mirada de ella. 

- Estar tan buena debería ser delito, jefa - rió Javier Esposito dándole una palmada en la espalda al pasar a por unos informes a la mesa de Adam Blatter. 

Ella le respondió entrecerrando los ojos y haciendo un mohín. 

- ¿Ves? ¡Sexy! - rió mientras Beckett negaba entrando a su despacho - ¿Cuando vas a tener una cita conmigo, jefa? - bromeó el mulato elevando la voz y provocando las carcajadas de Adam y Ryan - ¡prometo no huir! - y rió más ampliamente cuando recibió un corte de manga de su amiga desde el interior de su despacho. 

Unbreakable (Caskett)Where stories live. Discover now