Capítulo 43

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⬆️ Tʜᴏᴍᴀs ⬆️

Don't Call Me Angel – Ariana Grande, Miley Cyrus, Lana del Rey


Mientras caminamos por los largos pasillos de la nave industrial donde haremos nuestras últimas compras para el día de mañana, después de haber pasado un par de horas recorriendo el Westfield Century City, Terrence intenta mantener una charla amena con mis hermanos, quienes insisten en comprar algo de pirotecnia. Él comenta que le pica la curiosidad, ya que nunca pudo permitirse fuegos artificiales de gran potencia cuando era pequeño, pero hace una mueca al añadir el detalle de que a Artemis le causan verdadero pavor cuando los días festivos se convierten en un estallido tras otro de estos artefactos. En cuanto menciona a su gata, saca el móvil rápidamente para mandarle un mensaje a Shane y Natalie y le pregunta sobre el estado de nuestras gatas.

Yo camino en silencio entre Patrick y Thomas, más alejada de él de lo que me gustaría. Sus miradas furtivas hacen que me sienta un poco más segura, pero, aun así, cada vez que mi brazo roza el de mi tío un escalofrío recorre mi columna. Patrick evita dirigirse directamente a mí, a no ser que sea estrictamente necesario. Ahí es cuando hace su mejor papel de tío adoptivo bueno y generoso.

Mi corazón amenaza con pararse en seco dentro de mi pecho cuando mis hermanos se llevan casi a rastras a Terry hacia la zona de pirotecnia. Aunque deseo con todas mis fuerzas ir tras ellos, Patrick me agarra fuertemente por la muñeca con el mayor disimulo posible mientras ellos se van. Nosotros nos adentramos en el pasillo de las guirnaldas y banderines con la bandera de Estados Unidos. A él siempre le gustó decorar en exceso tanto el interior como el exterior de nuestra casa para demostrar su patriotismo como el gran hombre blanco y rico que es.

Echa varios paquetes de guirnaldas y banderines, junto a unos gorros que les encantarán a mis hermanos, quienes se pondrán a imitar rápidamente a Lincoln.

—Cuando lleguemos a casa le diré a Amelia que decore la casa. Para eso le pago a fin de cuentas, para que me obedezca —añade como un murmullo mientras mira con distracción otros artículos—. Si fuera por mí, te postrarías en el suelo todo el día para fregarlo con un trapo, como se hacía antes.

Tenso la mandíbula y me seco el sudor de las manos en la ropa.

—¿Podemos dejar que el resto del día sea más tranquilo? Por favor —hablo en voz baja, asustada.

Él se ríe, todavía sin mirarme, empujando el carro de la compra, echando cosas sin parar en su interior.

—Cierra la puta boca —dice con sorna—. Me gustaría cerrártela personalmente, pero no quiero que tu estúpido novio pierda la cabeza.

—Me has hecho mucho daño esta mañana, Patrick.

—Oh —finge sorpresa, parando sus pasos en seco, y me mira—, pero ¿creías que esa no era mi intención? —Vuelve a sonreír y pellizca mi mejilla—. Será mejor que cuando estemos a solas te dediques a callar y escuchar o tendrás algo más que un golpecito en la frente.

Me da unas palmaditas en la mejilla, advirtiéndome, y yo desvió la mirada al ver una figura por el rabillo del ojo. Terrence aparece al otro lado del pasillo, solo. Nos mira serio desde la distancia con las manos metidas en los bolsillos. Patrick sigue la dirección de mi mirada y sonríe al ver a Terrence, mostrando todos sus dientes, como si verle fuera algo bueno para él.

Su comportamiento vuelve a ser el del hombre encantador que encandila a todo el mundo, pero Terrence no muestra ni un ápice de entusiasmo con fingir que no sabe nada sobre lo que ocurre entre nosotros. Lo crucifica con la mirada mientras él le explica con falso entusiasmo cómo va a adornar la casa.

𝐓𝐞𝐫𝐫𝐞𝐧𝐜𝐞 © [F #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora