Capítulo 21

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7/11 – Beyoncé


Gruño, cansada y terriblemente frustrada porque mis músculos me estén fallando tan pronto, a tan solo cinco minutos de haber comenzado a ver este DVD de entrenamiento en casa. Cada sentadilla me envía una punzada de dolor a mis nalgas y cuádriceps mientras contraigo el abdomen todo lo posible, como si con ello consiguiera seguir perdiendo calorías.

Zoe husmea en mi pequeño tazón lleno de trocitos de zanahoria, retirándose rápidamente sin mostrar el mínimo interés en ellos. Desearía que se los comiera para no tener que verlos un solo minuto más, pero mis tripas rugen tanto que se conformarían con un trozo de pera incluso. Y odio la pera. Odio la pera, el plátano y, sobre todo, las zanahorias. A Terrence le encantan, de hecho, es bastante fan de la fruta y la verdura. Tiene un gusto muy amplio en lo que a la comida se refiere y su gran metabolismo y condición física le permiten comer cualquier cosa que se le apetezca.

Pero yo... Desde los dieciocho años no he practicado ningún deporte, me conformaba con salir a andar de vez en cuando. Para ir de compras con Kelsey, por supuesto. Jamás he sido fanática del deporte. Incluso me da pereza verlo en la televisión. Aunque entiendo bastante de fútbol y estoy acostumbrada a ver largos partidos por culpa de Patrick y Thomas. Aún recuerdo cómo Mitchell y yo nos escabullíamos para ahorrarnos ese sufrimiento. Aunque tenía un gran talento para los deportes, nunca fue aficionado a ellos. Simplemente, es habilidoso.

—¡Más abajo! ¡Un, dos! ¡Más abajo! ¡Hasta donde tus piernas te permitan! —Exclama la mujer vigoréxica que sigue con sus sentadillas mortales en la pantalla del televisor.

Mis piernas van a demandarme por maltrato como siga haciendo esta mierda.

Pero podría ser peor. Podría haberle pedido ayuda a Terrence. No quiero ni imaginar cómo sería tenerlo de entrenador personal. Cuando se trata de ponerse serios, él no se queda atrás. Ya es una persona seria de por sí, no querría pasar por el mal rato de tener que acatar sus órdenes sin poder rechistar. Terminaría tirada en el suelo, rendida, y con un grandullón enfurruñado porque no me tomo en serio los ejercicios.

No quiero eso, gracias.

Además, me avergüenza demasiado admitir que he de practicar más ejercicio porque he cogido unos kilitos de más. Terrence tiene el cuerpo tonificado, es como una gran roca con sus abdominales perfectamente cincelados. Ni demasiado marcados, ni sutiles como para tener que imaginármelos. Es el tío más bueno con el que he salido en toda mi vida y aún me parece sorprendente. Craig es fuerte, tiene unos bíceps muy pronunciados, pero su físico no tiene absolutamente nada que reclamarle al de Terry. Estaría acabado en una pelea, aunque es bastante sucio a la hora de... todo. Un experto en golpes bajos, cabe decir.

En mi móvil reproduzco algo de música para que la voz de la vigoréxica no martillee tanto mi cabeza. He escuchado, en su mayoría, canciones de Ariana Grande y One Direction, como cuando era adolescente, y ahora, sin previo aviso, un rap de los que escucha Terrence me sobresalta. La canción se me hace eterna, no es de las que me gustan, pero sí de las que a él le encanta. Aunque el rap suena mucho mejor cuando Terrence lo escucha con su fachada de malote, sus sudaderas con capucha pero con sus tatuados brazos al aire. Dios, así es como mejor suena...

Suspiro, volviendo a bajar, mientras observo, distraída unos segundos, como mi perezosa gata se pasea ante mí, antes de plantar su gran trasero sobre la moqueta, junto al mueble del televisor. Ha cogido varios kilos demás en estos últimos meses, así que no quiero imaginar cómo se pondrá cuando la lleve al veterinario para castrarla. A Terrence no le convence la idea de castrar a Artemis, se siente culpable ante esa idea. Yo le comento que va a sufrir mucho durante los celos, y él replica, diciendo que es su naturaleza y que sentiría que está haciendo algo perjudicial para ella.

𝐓𝐞𝐫𝐫𝐞𝐧𝐜𝐞 © [F #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora