5.

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La anciana yacía en el suelo, el velón había le caído encima y el carnicero trataba de apagar el collar de hojas y ramas que la mujer llevaba en el pecho encendido.

Las llamas cobraban fuerza propagando el incendio por la tela de su ropa, la mujer chillaba pidiendo auxilio y la puerta de Cenicienta cada vez recibía más y más golpes, ahora que estaban frente a ella los gritos de los encerrados se escuchaban con nitidez, estaban desesperados por saber qué ocurría afuera.

El fuego no se apagaba así que el carnicero no vio otra opción que sacar un cuchillo de cocina que traía consigo. Metió las manos en sus bolsillos pero las llaves, monedas, lápices y algunas golosinas entorpecían su búsqueda.

La anciana seguía gritando y entre sus alaridos clamaba nombres que el carnicero no quería pronunciar ni en sus más profundos pensamientos.

La mujer seguía luchando por terminar su rezo mientras las llamas la consumían.

—Te encomiendo mi... AHHHH —se interrumpió en un grito.

El carnicero apresuró su búsqueda, removía sus bolsillos frenéticamente.

—Te... encomiendo... Te... AHHHHH —gritaba de dolor la anciana. Arrancándose el collar de ramas.

Al fin consiguió el cuchillo el carnicero, pero temblaba tanto que se le cayó. Se tiró al suelo, trató de encontrarlo arrastrándose pero la anciana se levantó y bloqueó su camino, desesperada, moviendo la luz de su incendio a un extremo del pasillo y luego a otro.

—Mi al... Mi... MI ALMAAAAAHHHH.

Al fin el carnicero tanteó la hoja afilada y se lanzó hasta la anciana pegándola de la pared. Tocarla fue como pegar la mano a una hornilla, la soltó de inmediato. Pero no se apartó aunque el calor le hiciera llorar y le rasguñara la garganta como miles de agujas. Tomó el cuchillo y con él comenzó a rasgar las capas y capas de tela con las que estaba ataviada la mujer, tirándolas al suelo y pisoteándolas a la vez.

En el bruco proceso le hizo varios cortes, lo supo por sus gemidos, por la la sangre que le salpicaba cuando movía el cuchillo para cortar otro tajo de tela, y porque, al tenerla completamente desnuda frente a él, pudo ver cómo la sangre chorreaba por su cuerpo desde distintos cortes, algunos más profundos que otros.

La anciana se cubrió enseguida, pero no hizo falta, apenas se ahogaron el resto de las telas ya no hubo nada que los iluminase.

Luchando por conseguir algo de aire con la boca abierta, la anciana dijo:

—¿Qué hacías con un cuchillo en tus pantalones si pensabas que venías a un baile?

—No es de importancia que me agradezca, descuide —dijo el hombre haciendo uso de lo poco que había aprendido del sarcasmo de su hijo—. Me jacto de ser carnicero, el pueblo ha esperado de mì que lleve cuchillos conmigo desde hace más años de lo que me gustaría admitir.

La anciana agradeció que no pudiera ver su cara de escepticismo. Por alguna razón no se fiaba de ese hombre. Nunca lo había visto ni sabía que Cenicienta mantuviera trato con él, pero aparecía en su casa asegurando ser su invitado a un baile de cumpleaños del que la muchacha no le habló a nadie en la casa y justo comenzaban a pasar todas esas cosas extrañas. Algo ocultaban él y su hijo, no podía perderlos de vista.

—Bueno, saca ya esos fósforos y encendamos de nuevo el velón.

Aunque a la anciana le produjese vergüenza que el extraño viera su desnudez de nuevo, no soportaba tan horrorosa oscuridad.

—Ehh... mi buena señora... Los fósforos me se los he dejado a mi hijo en la sala para sus cigarros.

La anciana clamó enseguida la protección de todos sus santos mientras contenía la respiración. Había una razón por la que el susto la había tirado al suelo haciendo que el velón le callera encima e incendiara toda su ropa, no cualquier cosa podía asustar a una mujer que guardaba todo tipo de imágenes y estatuas a las que les rendía pleitesía. Solo pensar que estaban ahí expuestos, que no podían verse ni sus propias manos y que tenían que volver al centro del pasillo para sacar a quienes pedían ser rescatados dentro del cuarto de Cenicienta... A la mujer se le erizaban todos los vellos del cuerpo, porque justo en frente de esa puerta, que estaba completamente cerrada, alguien había dejado un peluche sin ojos. Y ahí permanecía, esperándolos.

Matar a Cenicienta [COMPLETA]Where stories live. Discover now