Toma un sorbo del vaso de Whisky que trae en su mano.

—Esa cosa ya no te deja pensar —digo señalando el vaso con un ligero movimiento de cabeza. —No es necesario que la conozca para saber su maldito nombre y lo sabes.

—Esta cosa no tiene ningún efecto en mis pensamientos y lo sabes —Se defiende—. La llamaste con demasiada familiaridad por su nombre, eso es lo que me hace dudar.

Lo contempló con una sonrisa.

A Lyron no se le escapa ni una sola cosa.

—¿Por qué lo tomas entonces? —pregunto por el alcohol.

Observa a su alrededor, el bar en el que nos encontramos, está vacío. Las sillas están sobre las mesas, las luces apagadas. El lugar está iluminado solo por los pocos rayos del sol, que empiezan a asomarse por las brechas de las puertas y ventanas.

—Porque debemos actuar como humanos, a menos que quieras que se sepa lo que somos —musita.

—No hay necesidad de que susurres —murmuro levantándome de mi asiento—. No hay nadie aquí.

—Me has evadido —dice—. Pero no es necesario que me respondas, solo te recordaré una cosa. No puedes enamorarte de ninguna humana y menos de esa, o arruinarás los planes.

Me quedo meditabundo por unos segundos, ¿por qué él habla de ella como si la conociera?

—¿Menos de ella? —Lo miro expectante—. Ahora eres tú quien habla de esa humana como si la conociera, ¿qué es lo que sabes de ella?

—No sé nada —dice.

Miente, pero no insisto.

—No arruinaré ningún plan, porque no tenemos ninguno. Tú y yo vinimos aquí porque queremos ser como ellos.

—Corrección, tú estás aquí por eso. Mi plan siempre fue diferente desde el principio.

—Ah, ¿sí? —río—. ¿Y cuál es ese plan? ¿Desde cuándo fue diferente?

—Siempre hubo un plan diferente, Daron. Desde el principio y no estuve solo en eso. Ni siquiera es mío —Veo la verdad en sus ojos—. Y no, no puedo decir cuál es.

—¿Por qué no? No hables con tantos rodeos y explícate.

—Lo haré cuando aceptes unirte.

—Olvídalo, y mejor respóndeme algo, ¿asesinar a Isabelle era parte de tu plan? ¿Por qué lo hiciste? —Lo acuso sin piedad—. No te molestes en responder... —hago una pausa corta—. Sabías que ella vivía ahí y me condujiste hasta su hogar. Hiciste que ambos disfrutáramos del deseo carnal y cuando te diste cuenta de que tu podrido corazón, y tu aborrecible alma eran atraídos por ella, te fuiste y, sin embargo, no te fue suficiente, porque volviste y la mataste.

—¡Tú no sabes nada! —Vocifera con vehemencia.

—Sabes que sí —afirmo—. No eres más que un maldito pusilánime.

Sus ojos me miran llenos de cólera.

Mi mirada está fija en la suya con un gesto desafiante. Veo que mis palabras le han tocado la herida profunda que aguarda en su medrosa alma. Sabe que no tiene escapatoria y que todo lo que ha salido de mi boca, es simplemente la más pura verdad, entonces su gesto cambia y me contempla con una sonrisa maliciosa. Se limita a apretar los huesos que yacen debajo de la dorada piel de su rostro.

Lo observo por última vez, para luego girarme sobre mi cuerpo y salir del lugar, pero antes de desaparecer de su vista lanza sus nefastas palabras.

—No asesiné a Isabelle, ella se fue por un intercambio de estudios a Rusia —dice con indiferencia—. Ella nunca ha sido parte del plan, y no la conocía como afirmas.

—No te creo.

—¿Por qué la asesinaría? —Su seguridad, me hace girarme para verle el rostro—. Mi objetivo aquí siempre ha sido el mismo, convencerte de destruir a tu querida abominación. Eso es lo que me encargaron.

—¿Mi abominación? —vuelvo a mirarlo.

Lo veo sonreír.

—Estás confundido, pero lo entenderás, Daron —Vuelve a tomar otro trago de su vaso, en el que ya no queda nada—. Los humanos y los ángeles no pueden mezclarse, tampoco las abominaciones.

Me quedo en silencio y me limito a salir de allí cuanto antes, sin entender su sarta de estupideces.


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Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora