Extra: Los deseos de Olivia

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Domingo, 8 de Julio de 2018

O L I V I A

Despertar es una de esas actividades en las que es difícil lucir bonita mientras las haces. Es una de las actividades que detesto hacer. Algo contradictorio pues me encanta dormir. Dormir es una actividad relajante que estimula mi belleza.

La simple acción de abrir mis ojos se hace imposible, restriego mis ojos y con esfuerzo los abro. Mi cuerpo se siente pesado e hinchado. Mi cabeza duele como si la hubiera golpeado fuerte contra la pared varias veces y unas otras veces contra el piso.

Con mi vista reducida por la hinchazón de mis ojos camino hacia el baño. Intento hacer el minino ruido posible para tener un considerable tiempo para mí antes de que se despierten mis compañeras de cuarto.

Mi reflejo en el espejo es más aterrador que toda la saga de actividad paranormal. Luzco como un mapache, como un pequeño y rubio mapache. El rímel en mis ojos regado hasta llegar a mis notorias ojeras. Mi base está en unas partes y en otras no.

Cometí un gran error.

¿Cómo pude dormir con maquillaje? Ya puedo sentir el grano que esto va a causar.

Me limpio la cara adecuadamente, siguiendo mi rutina de la mañana añadiendo una crema más para evitar el grano que mi suave piel no necesita.

Termino de limpiarme los dientes y veo las mejoras en el espejo. Mi cabello está acomodado en una alta cola de caballo. Miro atentamente para así buscar una imperfección que no debería estar ahí. Al conectar miradas con mi reflejo, lo recuerdo.

Lo arruiné. Lo arruiné todo.

Mi Plan. Mi plan de tres años lo arruiné en solo cinco segundos. Con frustración grito, grito mis emociones.

—¡Ahhhhhhh!

Busco algún indicio que indique que esto es una pesadilla, que esto no es real. No puede ser real. Intento recordar si vi algún reloj o si realmente mi reflejo en el espejo se mueve siguiendo mis acciones, o lo estoy imaginando todo.

¿Cómo pude perder el control de esa manera?

Me sentía desesperada, frustrada y gracias a eso ahora solo puedo sentirme estúpida. Apoyo mi espalda en la pared dejando caer mi trasero en el piso frio de cerámica. Siento que todo se mueve, todo está dando vueltas sin sentido.

—¿Olivia? ¡Olivia! ¿Estás bien? ¿Qué te paso? —unos fuertes golpes en la puerta acompañan esas preguntas de Debby.

—Olivia, se exactamente cómo te sientes, entiendo por qué lo haces, pero déjame explicarte.

Megan habla de forma tranquilizadora, empática. No entiendo que trata de decir, aun así, su tono de voz logra que piense con cabeza fría. Como generalmente lo hago.

Controlo mi respiración agitada. Cierro los ojos. Inhalo. Dolce Gabbana, Gucci, Off-White, Balenciaga, Versace, Prada. Me imagino diseñando ropa para sus pasarelas. Exhalo. La habitación deja de girar.

No puedo decirles la razón del porqué tengo ganas de llorar, gritar y patalear. Básicamente confesar que tengo ganas de hacer un berrinche, uno igual al que hacía a los cinco años cuando empecé a planear mi vida y cometía algunos errores.

No puedo porque: Uno, tengo la edad suficiente para que hacer un berrinche logre hacerme lucir ridícula. Dos, mis razones solo las entiendo yo. Por lo tanto, invento una excusa.

—¡Estoy bien! —grito en respuesta—. Pero me siento mal. Me duele la barriga, siento que algo se revuelve en mi estómago—eso no es todo falso—. Además, mi cabeza duele, grité por el pinchazo del dolor—miento—. Denme unos minutos para recuperarme—cierro los ojos como niña pequeña suplicando "Por favor, funciona, por favor."

¡¿ELLA ES MI ENTRENADORA?!Where stories live. Discover now