Epílogo: La lagrima de Orión

11.7K 1K 339
                                    

Años después...

Nunca dejaba de observar el pequeño cristal celeste que siempre llevaba en mi bolsillo, cada vez que lo observaba sentía un punzante dolor en mi pecho, dolor que pensaba que con el tiempo desaparecería sin embargo nunca desapareció ¿Realmente esto había sido lo único que había quedado de él?

A veces me pongo a pensar que es mejor tener este pequeño cristal a no tener absolutamente nada, y es que atesoraba todas las cosas que me quedaban de él con miedo a olvidarlo, atesoraba aquellas fotografías donde siempre parecía salir tan brillante que apenas podía distinguir sus facciones, atesoraba esas cartas que me había hecho con tanto amor, ese deseo que escribió y puso dentro de una botella en un sauce mágico, los regalos que me había comprado como ese estúpido colgante de móvil con forma de gato y esa pluma que terminó convirtiéndose en el cristal que siempre guardaba a mi lado como si fuera una parte de él.

Recuerdo vagamente el día en que él se fue, a veces pienso que incluso he olvidado su nombre, como era el sonido de su risa y de su voz, pero si miro aquel cristal entonces siento que puedo recordarlo, entonces siento que su risa suave y aroma dulce vuelven a mí. Si bien son pocas las cosas que puedo recordar de nuestro tiempo juntos siento calma al pensar en él y a veces una culpa y ganas de llorar incontrolables que me hacen volver a recaer por meses, un amigo de él apareció diciendo que podía ayudarme, que podía borrar todo rastro de él de mi mente, pero no quiero olvidar a aquella persona que me enseñó a valorar la vida, que me enseño que no todo es tan cruel como parece.

Cuando miraba aquel cristal pensaba que sería como en los libros o en las películas, que tal vez había alguien que me podía ayudar a traerlo de vuelta conmigo, pero al parecer las cosas no eran tan simples y ni siquiera Damon sabía muy bien que era ese cristal, pero me hace sentir tranquilo observarlo, me hace pensar que no estoy solo, que tal y como alguna vez dijo el iba a estar siempre conmigo.

Los primeros meses fueron los más difíciles, pero intente sobrevivir, por él... muchas veces pensé en morir, quería abrazarlo, charlar con él, quería verlo, porque sin él ya nada parecía tener sentido, me sentía vacío, aun así me gustaba pensar que estaba en un lugar mejor, aunque Damon decía que ya no existía, tenía la esperanza de que en algún lugar del universo era feliz, y por aquella débil luz, aquel pequeño recuerdo de su resplandeciente sonrisa yo también sería feliz, por él...

Salí con otras personas, nunca nada serio, no se podía amar a otro cuando tu corazón seguía ocupado y pensaba que nunca podría volver a amar ya que nunca nadie podría remplazar aquel inmenso sentimiento que sentía por él y entonces la tristeza volvía, porque no quería quedarme solo, no quería ver como todos eran felices y yo era dejado de lado.

―Adiós mamá, adiós Sue voy a salir con mis amigos ― me despedí de Kate la cual me sonreía y seguía trenzando el cabello de Sue.

―Adiós, pásalo bien y no llegues muy tarde ― dijo mientras mi hermana se despedía con la mano y Erick hacia lo mismo para volver a leer aquella revista de autos deportivos.

A veces había frases que se repetían en mi mente, sueños que parecían ser recuerdos y que apenas despertaba escribía para nunca más olvidar, gracias a esas pequeñas frases había conseguido muchos amigos, porque después de todo yo era quien ponía ese escudo, al momento que decidí levantarlo y abrirme a los demás descubrí que no todas las personas desean el mal o simplemente disfrutan con el sufrimiento de los demás, hay personas luminosas y buenas que hacen que tu vida sea cada día más alegre.

―¿Max tardarás más? – me decía Sam por teléfono.

―Sólo un poco, tengo que hacer algo antes – le dije riendo a la que se había convertido en una amiga muy querida para mi ― no te preocupes la cafetería no desaparecerá.

Cuando mis alas desaparezcanWhere stories live. Discover now