La primera vez que me despedí

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Abrí mis ojos lentamente sintiendo el sol del mediodía apuntar directamente a mi cara, haciéndome más costoso el trabajo de intentar despertar, agregando que la cabeza me dolía como si alguien me la estuviera martillando. Me senté sobre la cama lentamente tratando de recordar que demonios había pasado anoche, sólo recordaba pequeños fragmentos... nada en general que me llamara la atención o tuviera ganas por recordar. Sin embargo, no podía dejar de visualizar esos ojos, aquellos ojos celestes como el cielo de primavera nublados por las lágrimas, esos ojos que pensé que no existían.

Vi el cuerpo que se encontraba a mi lado sintiendo como mi corazón se detenía por un momento. Sí, Brad estaba a mi lado durmiendo como un tronco, pensé lo peor y con razón, levanté las sabanas para asegurarme de que mis suposiciones eran ciertas.

Fantástico, había perdido mi virginidad y n i siquiera lo recordaba... lo peor es que ni siquiera sentía algo. Sólo estaba ese vacío, ese vacío que había sentido por los últimos dos meses ¿Cómo había llegado a esta situación?, ¿cómo mi vida había dado tal vuelco?

Miré mis brazos viendo las recientes cicatrices que comenzaban volverse más blanquecinas mientras me volvía a recostar sintiendo como Brad se acomodaba en la cama despertando, mirándome con una sonrisa de satisfacción.

―Buenos días, despertaste. – soltó depositando un pequeño beso sobre mi hombro.

―Sí, creo que me voy ― le dije sin sentimiento alguno mientras me paraba sintiendo malestar en mi espalda baja y mis caderas.

― ¿Estás bien?, ¿No te quieres quedar a desayunar?

―Lo estoy, no es como si te importara si me quedo o no.

--Max...

Me paré y recogí mi ropa desparramada en el suelo, entrando al baño de la habitación lavándome rápidamente, vistiéndome y dándome una larga mirada en el espejo, mis ojos parecían estar vacíos. Me sentía hueco, como un cascaron, sentía un frio dentro de mi interior, un frío que no había sentido desde aquel día lluvioso, el día en el que mi vida cambió. Tal vez debería comenzar por ahí.

Salí de la habitación viendo numerosos cuerpos de diferentes edades, la mayoría en su adolescencia durmiendo desparramados en cualquier lugar, el aroma desvanecido del tabaco aún rondaba por aquella mansión, bajé las escaleras con sumo cuidado de no pisar a uno de los chicos que dormía en ellas y salí del lugar siendo recibido por un abrasador sol de finales de invierno que finalmente le daba algo de calor a mi corazón.

Respiré una bocanada de aire bajando la colina, debían ser medio día, pero no me importaba, llegaría a hacer lo mismo que hago todos los días, tomaría los medicamentos que me recetaron para desconectarme del mundo y sentir algo parecido a la felicidad por un momento.

Mientras bajaba vi un nogal que con ayuda de los pájaros hacía que cayera una nuez sobre mi cabeza, la tomé entre mis manos observándola, recibiendo pequeños fragmentos de recuerdos "¿quieres una nuez?" sentía su suave voz en mi mente mientras recordaba su sonrisa.

―No es real... no es real ― trataba de convencerme a mí mismo de que esos recuerdos sólo eran efectos de mi imaginación, de que esas cosas nunca habían pasado.

Trataba de pensar que la persona que me salvó ese día no era real, que sólo era una ilusión creada por mi mente en un momento de estrés máximo, o eso es lo que dijo el psiquiatra. Me senté en la banca del parque viendo como unas señoras se reunían y hablaban de manera animada.

''Max ¿quieres saber que hice hoy?'' sólo esos retazos de recuerdos que parecían ser reales se esparcían en mi mente, necesitaba mis calmantes antes de volverme más loco de lo que estaba.

Cuando mis alas desaparezcanWhere stories live. Discover now