La primera vez que rompí una promesa

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Mi cuerpo ya no se sentía pesado y mi cabeza no dolía, sabía que estaba recostado en un cómodo lugar, pero en el fondo no podía recordar mucho de lo que había pasado. No sabía dónde estaba y tampoco deseaba abrir los ojos, quería dormir y quedarme toda la vida recostado en este lugar. Era silencioso y no se escuchaba ni siquiera un pequeño ruido, estaba solo.

Lentamente comencé a abrir los ojos para levantarme. Me sentí nervioso, no sabía dónde me encontraba.

Me encontraba en un apartamento de un ambiente, sin embargo, el lugar era espacioso y moderno, estaba tumbado en una cama sobre unas escaleras, dos ventanales estaban a cada lado de la lujosa y cómoda cama matrimonial con cobertores azul de Prusia. Se podían ver todas las luces de la ciudad desde aquellas ventanas. Ya era de noche y por lo nublado que se había puesto no podía distinguirse la luna brillar en el cielo. Bajé las escaleras llegando a lo que pensé era la sala y el comedor, el lugar estaba repleto de obras de arte y mi corazón se aceleró por la emoción al ver un gran librero repleto de diferentes títulos de múltiples colores.

Me senté en el cómodo sofá de lo que parecía ser la sala, esta tenía el televisor más grande que había visto en mi vida y bajo este se encontraban diferentes consolas de videojuegos como las que tenía Rod. Sobre la pequeña mesa de centro había un libro, el cual al percatarme de su procedencia sentí un escalofrío, era literatura demoniaca.

―Veo que despertaste ― escuché una voz detrás de mí, una voz que me hizo sentir escalofríos. Era suave y áspera a la vez, no era una voz fea, incluso podría admitir que era melodiosa.

―Tú... ¿Quién eres? ― me voltee con nerviosismo mientras mis manos temblaban y quedaba cara a cara a un hombre que parecía ser joven, su cabello era negro como el carbón y sus ojos dorados, esos mismos ojos que había visto antes, esos ojos que me hacían temblar.

Sólo por el miedo me paré de golpe, alejándome lo que más podía de él y chocando con una de las paredes de ladrillos. No sabía que era, pero definitivamente no era humano.

― ¿Yo? Bueno tú eres el que está en mi casa... ¿Quién eres tú?

―Eso no se vale yo pregunte primero ― dije viendo la injusticia en la situación, mientras éste como si fuera un felino grácilmente se acercaba hacia mí, dejándome atrapado entre la muralla y su cuerpo, nuestra estatura no era muy diferente, él era más alto solamente por un par de centímetros y su manera de sonreír de alguna forma me causaba escalofríos, pero... ¿Por qué mi cabeza ya no dolía?

―Dime ¿qué es lo que haces aquí angelito?

―Tú ¿sabes que soy? ― lo miré sorprendido.

―Digamos que se nota a leguas...

―¿Entonces para que me lo preguntaste? y tú ¿Qué eres?

― ¿Es una broma?, ¿Qué les enseñan allá arriba? ― Me preguntó con una media sonrisa dibujada en su rostro mientras yo negaba asustado ― Soy un demonio o un ''caído'' como ustedes nos llaman por alguna estúpida razón.

¿Un demonio? Era la primera vez que veía uno personificado, eso significaba que era poderoso ¿Qué debía hacer? Esto no era nada bueno, era sabido que a los demonios les gustaba hacer sufrir a los demás, él definitivamente me haría cosas malas, tenía que salir.

―Parece como si vieras un fantasma, estás tan pálido ― decía mientras acercaba su mano a mi mentón para tocar con sus fríos dedos la herida que había en este.

― ¡Aléjate de mí! ― lo aparté asustado, sintiendo mis rodillas temblar.

―Aaah ya veo... ― comenzó a reír, su risa me asustaba ― ¿Es porque soy un demonio y capture un dulce angelito?, ¿Qué debería hacer contigo?

Cuando mis alas desaparezcanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora