Epílogo 2

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— ¡Por Dios! ¡No pueden hacer esto! —Gritó con una furia acumulada en el pecho— ¡Deben tener el control sobre todos sus alumnos! —Exclamó a gritos, la voz se le iba. Sentía que gritar no servía para nada. Era en vano. Solo había oídos sordos.

—Señora, cálmese, por favor.

—Dígame usted, señor, ¿Cómo quiere que me calme sabiendo que ustedes no hacen nada cuando mi hijo llega a mi casa con moretones en la cara? ¡Dígame! —Sydney se llevó una mano al pecho intentando relajarse.

Estaba teniendo canas por toda la mala sangre que le hacía todo esto. Su hijo lastimado y el Instituto no hace nada.

Tenía veinticinco años y su hijo acababa de cumplir los siete. Era un bebé cuando Millie lo vio por primera vez, ahora estaba más grande y en la misma posición que ella. Su hijo tenía agresores como Sydney lo fue en un momento. Se estaba quejando de un acto espantoso pero ella misma había sido agresora de Millie Brown

—Dígame usted, ¿Qué quiere que haga? ¿Qué les eche? No puedo hacerlo. Mil disculpas. —Dijo el Director y se colocó los anteojos sobre la nariz y se los subió hasta que quedó donde debían.

Sydney no sabía qué hacer, estaba entre romper todo aquello para quitar su ira o demandar al colegio sobre El Consejo.

—No pienso quedarme sentada con los brazos cruzados viendo llegar a mi hijo con moretones en el cuerpo y cara... No soporto verlo de esa manera. —Dijo y no esperó respuesta. Salió de la oficina, cerrando la puerta con fuerza.

El vidrio de esta tembló y no le importó en absoluto. Su hijo estaba sentado en las afueras de la oficina y estaba llorando. La rubia sabía que él había escuchado toda la conversación, el alma se le partió en dos cuando escuchó su sollozo, no era la primera vez pero siempre duele ver a tu niño, a tu hijo llorar.

Se agachó, se acomodó de cuclillas y tomó las piernitas de su hijo, era tan pequeño, tan frágil como un cristal. No iba a permitir que le volvieran a tocar.

—No llores, mi niño —Le acarició la cara y le secó las lágrimas con los pulgares—. Todo irá bien, ¿Sí? Te meteré en otra escuela, mucho mejor que esta... ¿De acuerdo?

—Me golpearán de todos modos —Dijo y agachó la cabeza. Su madre no se lo permitió por mucho tiempo, estaba a punto de llorar pero no iba a hacerlo — Tengo miedo, mamá.

—Lo sé, bebé. —Lo abrazó y se paró para llevarlo de la mano y salir de ese lugar —Daría todo por el hecho de que dejaran de golpearte, sabes eso ¿no? —El asintió—No van a hacerte daño en otra escuela ¿de acuerdo?

Salieron del Instituto, era el mismo al cual ella había asistido pero "mejorado" desde afuera. De adentro con todos los directivos era un desastre, cada día empeoraba. Se agachó de nuevo y limpió la cara de su niño.

—Te amo, Will. —Besó su frente.

Al ver su cara con lágrimas y moretones, sintió un nudo en la garganta. Recordó hace tiempo como logró que una persona se suicidara por el hecho de que no tenía la vida que quería...

Su hijo podía suicidarse de grande debido a esto, debido a su infancia, a su horrenda infancia. Se sintió la mierda más grande de todas, no tenía sentido pedir algo así cuando lo único que alguna vez había hecho era herir a otra persona hasta enterarte que se había suicidado.

Se acordó de la reacción que tuvo, fue neutra, totalmente neutra; unos días después de su muerte y de su funeral fue a visitarla al cementerio y lloró por ella, nunca en su vida pensó que eso pasaría, le pidió perdón pero no podría traerla de vuelta, había dejado a una familia rota aún más rota...

Inmerse in the dark | NillieWhere stories live. Discover now