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Llegaron en el momento en el que Millie estaba a punto de cerrar los ojos, su cuerpo estaba débil y se sentía vulnerable. Cuando la tomaron de los brazos y piernas para ponerla sobre la camilla y llevarla a la ambulancia que la había estado buscando desde la noche pasada, estos empezaron a arder, tenían unas heridas a lo largo de los mismos, eran como tajos extensos y grandes.

Obligó a su mente a despejarse pero no lograba hacerlo, se acuerda haber despertado en medio de la pesadilla que había vivido a noche y ver a Sydney con una pequeña navaja en las manos.

Su cuerpo empezó a temblar: sentía miedo al recordar la noche pasada y el clima había cambiado rotundamente, hacía muchísimo frío, la castaña podía sentir como los pelos del cuello y brazos se le erizaban por el viento que chocaba contra su cuerpo y por la baja temperatura. No se dio cuenta que había entrado en la ambulancia hasta que giró la cabeza y vio todos los aparatos que había a su alrededor, minutos después, esta arrancó yendo directamente hacia el hospital. Millie no estaba dormida, estaba lo bastante despierta por más que intentara dormir. Los médicos intentaban entablar una conversación pero la castaña no podía hablar.

Principalmente, los médicos solían hablar con los pacientes para que estos no se durmieran y se mantuvieran despiertos hasta llegar al hospital con los médicos más especializados en todo esto tipos de cosas, movió la muñeca para llevársela al estómago cuando sintió una punzada y soltó un pequeño grito, después de aquello su mano empezó a doler.

No la habían examinado porque, lo único que importaba ahora era que no se durmiera, su respiración era pausada y estaba cansada, no había que ponerla aun más cansada. Los médicos le tomaron la muñeca y ella se mordió el labio, le dolía. Sentía como un clic cuando estos se la movían para examinarla, un dolor se impregnó por toda su muñeca hasta los dedos. Con la otra –que estaba completamente bien, ni una herida. Tan solo sucia–, se apretó la remera para no gritar, su labio había empezado a sangrar y el sabor de esta –era como un hierro– le daba asco. Lo único que lograron hacer sobre la muñeca fue colocarle una venda que sea ajustada de tal manera que el dolor no sea tan fuerte.

El hospital estaba a una hora y media del bosque en el que estaba perdida pero, el viaje duró mucho menos o eso le pareció a ella. Al bajar de la ambulancia, su padre estaba a su lado sosteniéndole la mano que no estaba lastimada, tenía unas ojeras impresionantes, eran bolsas negras y sus ojos estaban rojos, odio verlo de ese modo entonces, cerró los ojos, escuchó gritos diciendo que no se durmiera, abrió los ojos de repente y su padre tenía las manos en su cara, movía los labios diciendo algo pero ella no podía entenderlo, tampoco podía leerlos. Su respiración había mejorado y eso era algo bueno.

(...)

Noah había aparecido por esa habitación unas cuantas veces pero cada vez que entraba, Millie se hacía la dormida tanto como con los doctores, su padre y Sadie.

No quería hablar con nadie porque sabía que le iban a hacer las típicas preguntas y no quería responderlas. No deseaba hablar con cualquier persona sobre lo sucedido porque le traía malos recuerdos, y las lágrimas se acumulaban en sus ojos cuando los momentos se recopilaban en la cabeza y pasaban como si fuera una película.

Tal vez, algún día, podría tener el valor de contarle a su padre quién era la persona que causaba esto y hacer algo al respecto pero ese no era el momento. Noah y Sadie sabían perfectamente quién hizo esto, más bien: quiénes.

Miraba hacia la pared cuando sintió la mano de alguien agarrar la de ella y unirla, conocía esos dedos al igual que la mano que enrollaba la suya. No giró la cabeza porque no quería verlo, había estado metida tanto en sus pensamientos, en sus ideas, en si misma que no notó cuando abrió y cerró la puerta, menos el sonido de sus zapatillas chocar contra el piso.

— ¿Puedes irte? Quiero volver a dormir. —Dijo mirándolo, él tenía una expresión de enojo en su cara— Por favor.

—No estuviste durmiendo, tan solo cerrabas los ojos pretendiendo dormir para que nadie te preguntara algo... Ya que, supongo, no quieres hablar con nadie porque no vas a decir una mierda —dijo y cruzó los brazos— ¿Me equivoco?

Millie se quedó callada. Al parecer, la conocía más de lo que pensaba que la conocía, tensó la mandíbula y giró la cabeza hacia la otra pared para ignorar su cara. Había estado en esa camilla desde hace unas cuatro horas, tendría que dejar de fingir estar durmiendo porque seguramente su padre estaba preocupado detrás de esa puerta. Pensó en lo egoísta y estúpida que estaba actuando en ese momento. Tanto como su padre y sus amigos también estaban preocupados. Habían entrado varias veces en esas cuatro horas y siempre le hablaban.

—Tu padre está detrás de esa puerta —la señaló, el enojo se notaba en su voz— muriéndose de angustia y tú, siendo una persona completamente egoísta ¿entiendes eso? —Hizo un mohín con las manos, tenía las cejas fruncidas. —Todos nos preocupamos.

— ¡Lo sé! ¿Podrías callarte? Sé perfectamente que estaban preocupados pero no quería tener que lidiar con interrogatorios por parte de ustedes. —Le miró y sintió su corazón rompiéndose en pedacitos. Tenía los ojos cristalinos, se pasó una mano por la nariz y Millie quiso tocarlo pero Noah la ignoró.

—Sé que te asusta, y por eso nunca dices nada, sé que piensas en las consecuencias de toda esta mierda que está pasando pero sé que en algún tiempo va a terminar pero solo si le pones un fin. —Su mirada atravesó la de ella, se acercó hacia su camilla pero solo se quedo mirándole.

Tocó la sábana, pasó la mano por el brazo de la chica hasta llegar a su hombro donde dejó la mano con delicadeza un tiempo antes de dejar que caiga, negó con la cabeza y volvió a alejarse.

—Amor...

—Te quiero como nunca quise a una chica y no quiero verte de esta manera pero, no puedo entender cómo sigues viviendo cada día de este modo... —Millie se quedó en silencio. —Llamaré a tu padre para que venga a verte.

La castaña se le quedó mirando por unos segundos hasta que después desvío la mirada. Sabía que su novio trataba de controlarse porque cualquier otra persona que hubiera sido igual de atento que él la hubiera mandando al diablo.

Se tocó la muñeca cuando sintió otra punzada más, era la quinta en una hora, le dolía muchísimo pero no quería tomar ningún calmante, quería irse a casa.

Salió por la puerta y a los dos minutos, su padre entró en la habitación, tenía los ojos rojos y unas bolsas bajo sus ojos, eran peores que las de hace cuatro horas, sintió una opresión corriendo por su pecho, sintió un peso en el mismo. Se sentía culpable. Robert le besó la frente y dijo algo que ella no pudo descifrar, estaba llorando. Era una mierda, una mierda de persona.

— ¿Qué sucede, cielo? —Quiero morir, se dijo en sus adentros.

—Lo siento tanto papá.

Inmerse in the dark | NillieWhere stories live. Discover now