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Al día siguiente cuando Millie se levantó, sintió sus piernas débiles, su cara le dolía. Se sentó en la cama, y al mirarse los brazos estos estaban todos lastimados. Tenía heridas abiertas, y moretones morados, y verdes alrededor de estos. Sus piernas estaban de la misma manera. Sorbió los mocos de su nariz, y pasó la palma por la misma, sus ojos empezaron a aguarse, y sin darse cuenta, estaba sollozando, nunca había estado tan débil como el día anterior. Nunca pensó que Sydney llegaría a tal punto. Miró sus manos, y acarició sus dedos. Era la única parte de su cuerpo que no estaba lastimada.

Intentó levantarse pero, su cuerpo no respondía, no podría ir a la escuela, se desplomaría en la calle antes de poder llegar al Instituto. Se arrastró por la cama, hasta el final de la misma, se observó en el espejo de delante de ella, su cara tenía golpes morados, su labio estaba roto, de este salía un poco de sangre. Se limpió las lágrimas que se salieron de sus ojos, y se volvió a acostar.

Su padre se había ido hace como una hora, y cuando escuchó la puerta cerrarse, su corazón se detuvo en un segundo. Si alguien habría entrado a robar, no podría hacer nada, tenía dolor en todo el cuerpo, y no tenía fuerza. Abrió uno de los cajones de su mesa de luz, y sacó una de las tantas navajas que guardaba, la escondió tomándola con fuerza en su mano. Por lo menos tendría algo con lo que podría defenderse en caso de que fuera alguien extraño...
La puerta de la habitación se abrió, y las manos de Millie empezaron a sudar.

Sus nervios eran feos, se sentía demasiado mal. Alguien se sentó en la cama, y suspiró. Acarició su cara, ella hacía que dormía. Cuando sintió la mano en su cara, su corazón palpitó aun más nerviosamente que antes.

Luego, esa persona se paró de la cama, y habló.

—No puede pasar esto.

La castaña reconoció la voz, y abrió los ojos. Se sentó en la cama, y le vio de espaldas desordenándose el cabello.

— ¿Qué haces aquí? —Soltó con la voz entrecortada. Escondió la navaja debajo de la almohada, y se limpió los ojos cuando una lágrima volvió a caer de sus ojos. Noah caminó hacia la cama, y miró a Millie quien tenía una ceja fruncida. Le daba pena que él la viera así. Aunque no sabía por qué.

—No puedes entrar a las casas sin permiso.

—Sabía que no me dejarías entrar si tocaba la puerta. —Dijo sin balbuceos, caminó hacia donde la chica estaba sentada, y se sentó frente a ella. Millie cerró los ojos, y negó con la cabeza.

—Vete ahora mismo.

—No.

La castaña le miró incrédula.

Noah llevó una mano al aire y luego, la dejó caer. Suspiró fastidiado, y se levantó de la cama. Empezó a caminar alrededor de la habitación con una mano en su cabello, despeinándolo, parecía que su mente estaba fuera de ese lugar. Millie no entendía que sucedía. Se giró bruscamente, y volvió a acercarse.

— ¿Sydney provocó esto? —Le señaló la cara, y la destapó enteramente. Miró sus brazos, y sus piernas. Millie sintió la necesidad de cubrirse con el cobertor, pero, no pudo, el chico se lo impidió.

La castaña solo asintió con la cabeza, y luego, miró hacia la puerta quitándole la vista de encima. No entendía por qué él estaba ahí hablando de eso con ella. La persona que más odiaba.

— ¿Qué haces aquí? —Preguntó con un nudo en su garganta.

—Ayer me preoc... —No terminó la oración cuando, volvió a empezar una de nuevo.

—Quería saber qué tan mal estabas. Millie bufó y su corazón se hundió.

— ¿Querías decirle cuán mal estaba la perra de tu novia? —Frunció los labios, y quitó su mirada de sus ojos.

—Oye, no le digas así. La castaña rió sarcásticamente, y se paró de un golpe del colchón pero, se debilitó y Noah la sostuvo entre sus brazos.

—Por favor, vete. —Susurró con la voz rota.

Noah la tomó entre sus brazos y la dejó sobre la cama. La cubrió con el cobertor, y caminó hacia la puerta. La abrió, y salió por la misma, pero antes de cerrarla, dijo: "Lo siento." Ella escuchó la puerta principal cerrarse, y ahí supo que él se había ido. Luego, cayó en cuenta que era lo que había pasado esa mañana.

(...)

Eran como las cinco de la tarde cuando Sads entró en la habitación con un paquete lleno de caramelos, y snacks. Y en la otra mano, estaba llena de películas. Se tiró al lado de Millie en la cama, y las cosas salieron volando de sus manos. Ella le sonrió, y se acomodó el cabello.

—Uy, ¿Mala mañana? —Preguntó la pelirroja, juntando algunas cosas que estaban a su alcance.

—Demasiada. Deberías haber estado. —Bajó la cabeza, y luego la subió lentamente. Sadie miró expectante a Millie esperando que ella siguiera hablando pero cuando, no fue así, le golpeó en el brazo lentamente sin querer lastimarla, y la castaña frunció la ceja y jugó con sus dedos.

— ¿Sydney, alias la perra, vino aquí? —Exclamó separándose de ella, y se paró de la cama. — ¡Dime que no! Por favor. —Le gritó, y desordenó sus pelos rojos. — ¡Esto no puede estar pasando! —Agarró un almohadón, y lo tiró contra la pared. — ¡¿Vino ella?! —Le terminó preguntando. Mills se quedó perpleja por el acto que recién había presenciado, nunca había visto a Sadie de esa manera por más que fueran amigas hace tan poco tiempo. Ella negó con la cabeza lentamente, de nuevo, repetidas veces.

—No, Sads. —Murmuró. Su amiga se tiró de espaldas contra la cama rebotando. Y respiró tranquilamente, soltando un suspiro que tranquilizó a la castaña.

Un teléfono empezó a sonar pero ambas lo ignoraron, la pelirroja esperó de nuevo a que Millie le contara quien había aparecido esa mañana en su casa.

—Noah vino aquí. Se quedó callada.

— ¿Te hizo daño? —Preguntó mirándola suavemente. La castaña no respondió, y Sadie abrió la boca en forma de 'o' pensando que sí.

—No, pero, me vio de esta manera. —Se señalo hacia el cuerpo.

— ¿No querías que nadie te viera de esta manera?

—Exactamente, menos él... Vino a ver como estaba. —Hizo una mueca.

—Ayer, cuando... Nos estábamos yendo, me preguntó si estabas bien.

Sadie poco a poco fue esbozando una risa. Millie le pegó en el hombro, y ella soltó una risa pequeña. Caminó hacia el DVD, y metió una película, era de terror. Estaba dándole la espalda a su amiga cuando ponía la película, y soltó:

—Sabes... Creo que le importas a Noah, después de todo.

Inmerse in the dark | NillieWhere stories live. Discover now