SP © | CAPÍTULO 11

Comenzar desde el principio
                                    

—¿Segura que estas bien? Tal vez hasta tengas algo de fiebre. ¡A ver! —comenté acercando una mano hasta su cabeza, no pudiendo evitar sonreír con burla al escucharla reír en carcajadas.

—¡Que no tengo nada! Saca la mano. —ofreciéndome un manotazo intento ponerse de pie, en vano pues mis brazos la obligaron a permanecer sentada.

—¿Que no? Siempre has sido fanática del cotilleo, por eso te llevas tan bien con Annie Ames. —

—Pues he decidido reivindicarme, ser una mujer más seria. No ceder ante las tentaciones del destino... déjame ponerme de pie. —

—De acuerdo... pero igual te lo puedo decir, quiero aprender italiano. —aseguré con gran confianza, notando como fruncía el ceño una vez estuvo de pie frente a mi.

—¿Desde cuándo quieres tú aprender italiano? —continuó, pareciendo mucho más interesada en este momento.

—Desde ayer. Digo, así tendría más oportunidad de... —

—Te dije que dejarás lo de Marcella por la paz , Logan. ¡Es que acaso no comprendes! —suspiró, frustrada, poniendo mala cara mientras sujetaba la canasta con la ropa doblada y comenzaba a caminar hacia las escaleras. — ¡Se va a casar! ¡Tendrá un bebé de Alexander Russo! ¿Qué mas necesitas saber para dejar esa actitud tan necia? —agregó a toda voz, logrando que Papá nos prestara total atención.

—Si, gracias por el recordatorio Mamá, solo que no me refería a Marcella. —zanjé, sujetando el celular al ponerme de pie, siguiéndola con mis pies descalzos, mi torso desnudo y con tan solo mis pantalones de pijama.

Note como la sorpresa le alteró el gesto en su rostro, parecía impresionada, y un tanto avergonzada por las palabras que hace tan sólo escasos segundos había disparado hacia mí sin ningún tipo de control. Arrojé el celular en la canasta, y quitándosela de las manos, seguí el camino hacia el segundo piso.

—¡A ver! ¿Y a quién te referías entonces? No conozco a más ninguna otra persona por la que quieras aprender otro idioma. —colocó la mano en su cintura, y fue entonces cuando la silueta de mi padre se vio tras Amalie Clarke, tomando un poco de café con sus cejas curvadas.

—Bueno... a nadie en especial, ahora tendremos un abogado en la firma que es Italiano y... Morgan Craig a estado pensando seriamente tomar algunos casos extranjeros. Nada del otro mundo. —

—Oh... así que es eso. —la vi apretar los labios, sonriéndome al instante con más tranquilidad. —Entonces deberías buscar algún tutor, una escuela de idiomas o algo parecido. —sugirió.

—Buscaré. —asentí una sola vez, dando por terminado el tema. —Dejaré esto en la habitación de los chicos. ¡Ya vuelvo! —anuncié, alejándome por el pasillo y una vez pude esconderme lo suficiente los escuché murmurar.

—¿Qué ha sido eso? Pensé que lo seguirías interrogando. —exclamó Lucius. — ¿Le has creído? —

—Por supuesto que no, Lucius. ¿Es qué acaso no conoces a tu hijo? —continuó Mamá.

—Si, lo conozco, por esa misma razón te pregunto. —

—Pues ahora al que le gusta el cotilleo es a ti. Mejor vayamos a comer algo, tenemos reunión en dos horas. —zanjó la mujer, escuchándose enseguida el eco de un beso.

Suspiré, cerrando los ojos por leves instantes al recriminarme en silencio la estupidez que iba a cometer. Sacudí la cabeza, intentando aminorar los pensamientos, y luego de dejar la ropa en sus respectivos lugares, me dejé caer en la cama de mi antigua habitación y que a estas alturas continuaba utilizando de manera esporádica. Tomé el teléfono, y desbloqueando la pantalla me fijé en el hecho de que no tenía noticias de Caterina. Entré a la plantilla de mensajes y escribiendo unas pocas palabras, esperé.

[ Hola, soy Logan. ¿Cómo has amanecido? •LC• ]

Observé, pensando si había sido buena idea enviarle el mensaje, después de todo se enteraría de que había invadido su privacidad. La noche pasada, cuando llegamos al Gregorium Park View, Caterina había quedado plácidamente dormida en mi auto. Sin analizarlo demasiado, busqué su móvil en el bolso, tomé sus dedos y adivinando con cuál de todos poder desbloquear la pantalla de su iPhone, conseguí entrar sin problemas. Escribí mi número de teléfono, y dando una llamada pude conseguir lo único que hasta ahora me faltaba para poder comunicarme con ella. Varias llamadas habían sido hechas ese día a un tal "Julien" e intenté recordar si en algún momento había mencionado estar hablando con algún chico, pero no recordaba nada.

La había sentido moverse, y asegurándome de que aún estuviera dormida, investigué un poco en los mensajes de texto. Casi todos, excepto por las casillas en las que pude reconocer el número de Marcella y el de su madre, se trataban de trabajo. Y no dudando en revisar los mensajes archivados el nombre de "Alessandro" dio un poco de mala espina en mi pecho. Todos los mensajes eran en italiano, y conscientemente me frustré, pues los corazones abundaban en aquella casilla y una foto que había sido enviada hacía más de algunas semanas mostraba a Caterina sonriendo al lado de un hombre. ¿Por qué habría archivado la conversación?

[ Bien, con un poco de resaca... pero he podido manejarlo. •CR• ]

[ Por cierto, ¿cómo has conseguido mi número? •CR• ]

Directa. Mordí mis labios, y preparado para aquella pregunta, supe lo que respondería.

[ Anoche me lo diste. ¿No recuerdas? Cuando te dejé en la cama te pedí que me lo dieras para poder llamarte el viernes. •LC• ]

Solté el aire de espacio, sudando levemente por los nervios.

[ Tiene lógica. •CR• ]

Un emoticón de una carita riendo fue enviado prácticamente al instante y no pude evitar imaginarme su sonrisa. —¿Quién es Alessandro? —me pregunté, y maquinando algún plan para conseguir más información, bloqueé el celular.

Tres golpes sobre la puerta de madera y al girar mi rostro, observé la cara de uno de los gemelos mientras se asomaba con curiosidad.

—Ah, ya llegaron. —murmuré, tomando asiento.

—Si, Topher quiere ir a correr un rato. ¿Nos acompañas? —preguntó Nicholas, subiendo las cejas.

Miré a mi alrededor, y encontrando algunos pantalones, asentí.

—De acuerdo. —

—Te esperamos abajo. —

Un nuevo sonido de notificación, me hizo girar el teléfono y leyendo con interés, no pude evitar sonreír con burla.

[ Si me hubieras dicho que mi mamá te lo había dado, seguro que me hubiera cabreado. •CR• ]

[ Acéptalo, se lleva muy bien conmigo. •LC• ]

[ De acuerdo, solo porque yo también le caigo bien a tu mamá. ] Sonreí. [ Gracias por todo. •CR• ]

[ De nada. Te dije que confiaras en mi. •LC• ]

Y mientras me colocaba la ropa de ejercicio, así como las zapatillas para correr, sacudí la cabeza con suavidad y coloqué los audífonos sobre mis orejas. —Aprenderé italiano.—

SUEÑOS PERFECTOS © | SL #2 - ACTUALIZANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora