Ella curvó una ceja.

—Hasta que, ¿qué, papá?

Elmar sacudió la cabeza y dijo—: Si hubiera sabido que iba a pasar, jamás lo habría llevado a casa. Mi mayor temor se hizo realidad cuando él sanó y tu madre...

El ateísmo de Nazareth había comenzado en el minuto siguiente de la muerte de su madre. Lo recordaba. Era una memoria vívida, sorpresiva y dolorosa. En silencio, había sujetado la mano de ella, con diecisiete años, y se había encontrado suplicando a pesar de la sentencia del médico. Primero, había sido lupus, luego, cáncer. Luego la muerte y el ateísmo, y la soledad. Aun así, despertar a la realidad le había dolido menos que acostarse con Alex, y en el fondo entendía que él hubiera querido usarla para sus efectos propios.

Al menos tendría que haber funcionado...

—¿Fue intencionado? —preguntó.

—No lo sé. Lo dudo.

—Mamá murió después de la muerte de Jane.

—Para entonces, la enfermedad de Alex estaba erradicada. Ni siquiera lo recuerda... Pero lo de Jane fue otra cosa. Algo que se le salió de las manos; lo que ves hoy son las consecuencias. —Se levantó—. George y yo tratamos de contenerla y, sin embargo, nunca me dijo que la veía. Hizo lo mismo que Alex con tu madre... Absorber su vitalidad hasta matarlo. Por eso es tan fuerte, imagino.

—¿Qué pasó? —inquirió con insistencia, al darse cuenta de que lo que le había ocurrido a Jane tendría que ver con el demonio de la casa, con los Mornay, con ella misma...

Elmar se la quedó mirando.

—La noche que murió tu madre —dijo— Alex tuvo fiebre toda la noche. Deliraba. Hablaba en otro idioma. Me quedé porque me preocupaba que le pasara lo mismo que a ella; pero alrededor de las tres, sus palabras comenzaron a cobrar sentido. Las escribí. Y formaron una especie de oración... Un idioma nuevo. Él se quedó lo suficiente en casa aquella vez para estudiarlo, así que le sugerí unas píldoras para que pudiera dormir. Dios, nunca dormía. Pensé que ocurría algo grave. George estaba en duelo y Charlie no quiso hablar con nadie al respecto; luego de volver supe que se había mudado a Londres y Alex se enfrascó en sus estudios, no me enteré de nada. Hasta que comenzamos las sesiones. Solo así me lo contó todo.

Ella asintió. Quería dejarlo para que comiera y descansara un poco, pero había algo atorado en su garganta que no la dejaba pasar la saliva. Al cabo de un rato, comprendió que era la decepción más grande. Su padre.

—Usaste a Alex para tus beneficios.

—¿Qué beneficios podría obtener yo de escuchar las palabras directas de un demonio? Nazareth, Alex hizo lo que hizo porque está en su naturaleza; él sabía lo que iba a ocurrir. Lo había visto con antelación. Su único deber era decidir a qué lado inclinarse. —Tenía los ojos inyectados en sangre y un gesto de pesadumbre en la cara. Decía la verdad—. Jane siempre fue una muchacha frágil y perturbada. Igual que su madre. Creía en todos los cuentos de hadas, le gastaba bromas preocupantes a su hermano...

Naza levantó la mirada; la curiosidad vibró en su pecho, e hizo que se fuera la angustia.

—¿Bromas?

Elmar palideció, tras sacudir la cabeza.

—Para Charlie eran eso. Para George y para mí, eran brujería. Brujería negra. —Miró el techo unos segundos—. Le llenaba las colchas de animales muertos. Pájaros sin cabeza, gatos... Y dejaba pañuelos ensangrentados debajo de su cama. Con el tiempo, George hizo que los empleados revisaran la habitación antes de que Charlie entrara en ella. Y los puso en habitaciones distantes. Él pensaba que su hermana era distinta, pero nosotros sabíamos que había algo raro en ella. No lo habríamos entendido de no ser por Alex.

Hombres OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora