La maldición de Winndoost (24)

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Desde niña, Poppy había aprendido a ver lo bueno de las personas aun cuando, a primera impresión, pareciera que no tuvieran nada bueno encima. Sabía, por experiencia, que lo mejor de cada ser humano no se encontraba en la piel, a donde la luz del sol creaba confusiones, causaba ciegues, y hacía poco objetiva la manera de interpretar el alma. Cada vez que se encontraba con Dune —las reuniones de Occultus a veces se llevaban a cabo en Winndoost, el castillo madre de la familia Swift—, se peleaba consigo misma para recordarlo. Las visiones no fallan, se había dicho en repetidas ocasiones.

Ese era el motivo principal de que hubiera ido a buscarlo. Salió por la puerta trasera del solar, al jardín de rododendros que recubría un terraplén. El descampado estaba cuidado y cubierto de enredaderas, pero el resto del paraje, aunque sombrío, era de flores silvestres, que, por la lluvia, desprendían un olor fascinante. Poppy se imaginó que esa era una de las razones principales de que los fantasmas acudieran a Dunross. El castillo estaba hecho para que lo buscasen las almas que recién habían abandonado el mundo terrenal. Su cementerio particular, por si fuera poco, era un centro de reunión médium, donde los celadores de las almas instruían a las más jóvenes para que el alma tuviera oportunidad de decidir a dónde quería irse. Parecía extraño, pero había algunas que, por voluntad propia, preferían el infierno antes que el cielo, o esa parte intangible y lejana en la cual descansaban eternamente aquellos que no debían nada en lo terrenal.

A sus efectos, Poppy creyó que la reticencia de Dune era debido a sus experiencias paranormales. Winndoost estaba repleto de historias trágicas. Habían muerto demasiadas personas de forma injusta bajo su techo. Lo que ella atribuía a la también lúgubre historia de los duques, que se habían involucrado en las guerras irlandesas hasta que cierto rey les regaló más tierras y los convirtió en una de las familias más poderosas del Reino Unido. El último heredero, al que Poppy vio sentado sobre una roca en la pendiente, ya llevaba a cuestas una historia terrible. Había estudiado literatura universal, y poseía un doctorado completo en latín y teología. Claro, Dune nunca había tenido vocación para dedicarse de lleno a las cosas de Dios, pero era lo que se le exigía. E, inconscientemente, le habían dado un grado específico de crítico literario. Si Dune decía que un libro era bueno, entonces era bueno, o mucho mejor de lo que se esperaba. Si él soplaba sobre sus páginas, los autores y editores comprendían que aquel manuscrito se transformaría en el próximo bestseller, cualquiera que fuera su género. Sin embargo, nada de eso parecía hacerlo feliz.

Se había forjado una reputación vanidosa, desde su retiro del apostolado. Después de estudiar en un monasterio por alrededor de cuatro años, había vuelto al condado de Argyle, donde ella estaba por mera casualidad aquella tarde de otoño cuando el duque de Argyle le recibió como si fuera el hijo pródigo. Era obvio que le había supuesto un alivio que su único hijo varón no renunciara a lo que, por derecho, le correspondía. Poppy sabía que, si los modales de los Mornay eran anticuados, los del Clan Swift podían calificarse de primitivos y arcaicos.

—Pescarás un resfriado —dijo, para romper el hielo.

Dune iba despeinado y traía la camisa blanca remangada hasta los codos. Parecía un rebelde. Un tipo irreverente que no quería ceder. Para eso había ido a buscarlo. Uno de sus sueños siempre le había indicado que Dune era como un niño en la constante búsqueda del apoyo materno. O en su defecto, un hombro dónde llorar. Cada vez que soñaba con él, lo veía tendido en una cama, mirándola con los ojos llenos de necesidad y la frente perlada de sudor a causa de la fiebre. Y ella no podía contenerse. Lo besaba. Él, por supuesto, le respondía. Le respondía con tanto deseo que a Poppy le habían dolido las ingles de tanto apretarlas. Afortunadamente, en el sueño siempre eran interrumpidos por el duque, que a su vez, representaba su pesadilla personal.

Hombres OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora