LII

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Han pasado dos semanas desde que dejé su casa. Dos semanas largas, densas y extrañas, sobre todo extrañas. Hace tan sólo un año no se me habría ocurrido que mi concepto de "extraño" implicara no estar con mi profesora de Arte, pero así es ahora.

En estas dos semanas, nada ha estado bien, nada me ha acercado a nada remotamente tranquilo. De hecho, los recuerdos angustiantes me han visitado el doble, las imágenes me han asaltado sin piedad una y otra vez sin que nadie apareciera por la puerta para hacerme pensar en otra cosa. He despertado entre lágrimas con el corazón encogido y nadie me ha consolado entre sus brazos en mitad de la noche. Mi cama se sentía demasiado fría, demasiado vacía, y parecía siempre invocar los mismos demonios cuando me iba a dormir. A menudo flotaban a mi alrededor palabras acusadoras que me señalaban con el dedo y, después, siempre me enseñaban la última imagen que tenía de él. Sufría más porque mis tormentos eran Brad y también Lauren, los dos por igual. Y yo no podía contra los dos.

La primera semana, no hice ningún movimiento.

El primer día de clase desde que cerré la puerta de la casa de Lauren estuvo gobernado por la tensión. Al principio, ella se retrasó tanto que pensé que no vendría. Estaba ya juzgando inconscientemente su comportamiento cuando entró por la puerta y se limitó a decir cuatro palabras y observarnos pintar el resto de la clase. Pasó los ojos por encima de mí como si yo formara parte del mobiliario y lo cierto es que tampoco los posó sobre ninguna otra persona. Dinah se acercó a mí algunas veces para intercambiar palabras o halagar mi pintura, pero yo tenía ese nudo en el estómago desde que la vi a ella y a Shawn. Era la primera vez que los veía desde la pelea y sentía un peso demasiado grande; la responsabilidad de decidir si debía decirles lo que había pasado y arrastrar la vida de más personas al mismo infierno en el que estaba yo, o esconderles la verdad y nunca más hablar del tema para que sus mentes pudieran continuar enteras. En ese momento vi a Shawn besar a Dinah en el pelo mientras ella se reía y decidí optar por lo segundo.

Lauren, ensimismada en la lectura de quién sabe qué papeles, mordisqueaba el lapicero entre los dientes y se prohibía levantar la vista cuando sabía que yo la miraba. Me dije que no podía hacer más que eso, mirarla mientras esperaba a que las cosas tomaran algún camino.

Se fue en el momento exacto en el que terminó la clase, murmurando una justificación evidentemente inventada, y Dinah pareció tener la intención de quedarse un rato conversando pero también yo acabé yéndome pronto, alegando que estaba cansada, y ciertamente era así. No la vi por el camino y tampoco la busqué; sabía que era demasiado pronto y si ella no quería verme yo no iba a forzar las cosas. Qué fácil sonaba dentro de mi cabeza, qué conmovedoramente comprensivo por mi parte, toda una mujer madura y racional, pero mi mente y mi alma llevaban caminos distintos, y me rompí. Lloré como una idiota en medio de la calle. Y sólo era el primer día. Lauren y Brad eran demasiado para mí.

Los días que precedieron a aquel fueron la misma montaña rusa, la misma lucha entre la razón y el corazón. Cada día Lauren llegaba a clase la última y se iba la primera. Apenas me daba tiempo a retener en la memoria su imagen, su ropa o cómo le había quedado el pelo ese día. Su aire de indiferencia, su ceño levemente fruncido y su total desconocimiento acerca de mi existencia frustraban todos mis intentos de pensar fríamente.

Ese mismo viernes, Dinah me había invitado a salir con los chicos y, aunque en un principio decliné su oferta (sentía que necesitaba estar lejos de ellos por un tiempo), cuando mencionó que iría el Argentino algo me llevó a retractarme en el último momento y unirme al plan. Fuimos al bar de siempre. Como siempre, el tiempo se nos pasó volando entre copas y enseguida nos dio la media noche. El Argentino no llegó hasta la una de la madrugada, cuando Dinah ya estaba borracha. Éramos pocos ese día, así que ella usó (estoy segura de que sin darse cuenta) sus envidiables habilidades sociales para acercarse a un pequeño grupo que parecía simpático.

El arte en una mirada; CamrenWhere stories live. Discover now