IV

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Cuando me doy cuenta han pasado horas desde que el sol dio paso a la luna y contemplo el resultado final de mi trabajo con poca convicción. Bueno, al fin y al cabo lo he hecho en un día, no podía esperarse algo sublime. Lo recojo todo y miro el reloj. Van a ser las cuatro de la madrugada. Resoplo con cansancio y me dejo caer en la cama, pero justo antes de disponerme para dormir escucho un sonido electrónico procedente del ordenador y recuerdo que sigue encendido. He estado tantas horas dedicándome al dichoso trabajo que a mi mente le cuesta reincorporarse a la vida y funcionar con normalidad, por lo que con una mueca de extrañeza me levanto y reviso el ordenador buscando el origen de tal aviso para comprobar entonces que es una notificación de un nuevo mensaje. No es hasta dos segundos después que mi cabeza reacciona y una expresión de sorpresa sustituye a la anterior. Abro el mensaje y, efectivamente, es de Lauren, lo que hace que el corazón me dé un vuelco. Me doy cuenta de que estoy de pie sosteniendo en el aire el portátil abierto así que me siento lentamente en la cama mientras voy leyendo.

«Buenos días, Camila.

Siento no haber podido escribirte antes. Entre semana lo tengo un poco difícil, así que ¿te parece si quedamos el sábado a las 17:30h?

Hay una cafetería en mi zona que está bastante bien, te dejo las señas.

Lauren.»

Releo el mensaje tres veces antes de contestar. Me sorprende que me haya escrito tan tarde y mi mente curiosa no puede evitar preguntarse si ha madrugado excesivamente o si aún no se ha acostado. Algo me hace inclinarme más por esta última opción, así que imagino que ha escrito "buenos días" creyéndome ya dormida.

«Claro, el sábado me viene perfecto. Allí estaré.

Buenas noches,

Camila.»

Ahora sí, apago el ordenador y me acuesto, pero tardo un rato en dormirme porque sigo con el mismo pensamiento detrás de la oreja acerca de Lauren, la misma pregunta sin contestar.

*

Un par de días después salgo de casa con la dirección de la cafetería apuntada en un papel. He salido con más tiempo del que necesito por si me pierdo (lo cual es bastante habitual en mí) y me alegro de haberlo hecho cuando me encuentro con la misma fuente que he visto hace un rato. Saco el trozo de papel arrugado del bolsillo y releo el nombre de la calle. La busco a mi alrededor y, cuando estoy a punto de desistir y preguntar a la primera persona que pase, leo el nombre en un letrero casi escondido en una esquina.

Poco después encuentro la cafetería y, antes de entrar, consulto la hora. Las cinco en punto. Con el ceño fruncido dejo caer mis brazos y miro hacia el interior del local a través del cristal. Es demasiado pronto para entrar.

No está mal. Es un lugar acogedor, no excesivamente pequeño, iluminado por la única luz entrante de las ventanas. Los colores protagonistas son el marrón y el verde, aunque me permito imaginar que de noche se apreciarán mejor. No hay mucha gente; unas pocas mesas ocupadas y dos o tres personas desperdigadas por la barra.

Hay una mujer sentada en un rincón leyendo un libro. Se coloca tras la oreja el mechón de pelo que oculta su rostro y mis pulsaciones se disparan al reconocer a Lauren. Siento el impulso de esconderme, pero me quedo plantada delante de la ventana porque sería ridículo. ¿Qué hace aquí tan pronto?

Me apoyo de forma casual en la pared, como si estuviese esperando a alguien, y la miro disimuladamente. Se ve realmente concentrada en su lectura. No es la primera vez que la observo leyendo; cuando en mi clase teníamos examen ella a menudo se llevaba un libro para aprovechar el tiempo y yo a menudo dedicaba unos segundos a fijarme en ella, porque me gustaba distinguir en su rostro las emociones que le causaba lo que leía. Si se la miraba el suficiente tiempo se podía apreciar una leve sonrisa dibujándose en sus labios, o cómo sus cejas iban elevándose lentamente, o cómo aparecía una casi imperceptible arruga en su frente. En esos momentos su mirada era tan pura que me fascinaba. Y lo sigue haciendo. De hecho, la escena me trae inspiración y me arrepiento de no llevar encima mi libreta de esbozos.

El arte en una mirada; CamrenWhere stories live. Discover now