II

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Llego al instituto temblando como un flan. Ha pasado mucho tiempo desde que vi por última vez a Lauren, y ahora tengo al otro lado de la puerta la oportunidad de tan esperado reencuentro. Realmente me apetece saber cómo le va, y comprobar si ha cambiado en algo, fijarme en pequeños detalles como si lleva el pelo más corto, o de otro color, o alguna ropa nueva que yo no haya visto en todos los años que la he tenido como profesora. Siento toda una mezcla de nervios, miedo, emoción, y no sé cómo canalizarlo así que simplemente lo dejo libre dentro de mí, masticándolo despacio. Todo lo despacio que puedo subir las escaleras hasta llegar a su despacho.

Toco la puerta dos veces y enseguida mi cerebro dispara las alarmas y me da la orden de salir corriendo. Está claro que ella siempre ha significado mucho más para mí que yo para ella, pero ¿y si nunca signifiqué nada en absoluto? ¿Y si se ha olvidado de mí? Y lo que es peor, ¿y si es mejor así?

Justo cuando me he autoconvencido de que es la peor idea que he tenido y mis pies despiertan para echar a correr, la puerta se abre, obligándome a quedarme clavada en el suelo, y el rostro tan familiar que veo al otro lado me hace entender que ni aunque quisiera podría moverme.

– ¡Camila! –exclama con una expresión de profunda sorpresa, positiva para mi suerte.

Oír su voz de nuevo me tranquiliza al instante. Nunca podría olvidar su tono, su timbre, su profundidad, pero estaba empezando a costarme recordarla tan bien como deseaba. Su sonrisa me deslumbra como siempre, y le devuelvo el gesto.

– ¿Qué tal? ¿Qué haces aquí?

– Me he pasado a saludarte –contesto, y aprecio un destello de asombro en sus ojos.

– No me digas que has venido sólo para saludarme –me reta con una mirada que nunca he sabido enfrentar.

Lo cierto es que no sé cómo tomarme esa frase. Me imagino mil mensajes que podría llevar implícitos y todos me dejan a un nivel equiparable al centro de la tierra.

– No, claro –miento sintiéndome algo estúpida–, bueno, en realidad me pillaba de paso...

–Y cuéntame, ¿qué tal te va? Hace mucho que no te veo.

Realmente parece interesarse por mí así que dejo a un lado la negatividad.

– Casi dos años –corroboro pensativa, y sonrío–. Me va bien.

Ella se da la vuelta, echa un vistazo al despacho con indecisión y después vuelve a mirarme. Casi se me había olvidado su manera de mirar, como si buscara taladrar las pupilas ajenas con las suyas.

– ¿Sabes? Deberíamos tomar un café luego, ya sabes, para ponernos un poco al día. ¿Te apetece?

La oferta se me antoja irresistible.

– Claro –acepto sin pensarlo.

Lauren consulta su reloj.

– Ahora tengo clase, pero podemos quedar dentro de una hora en la puerta de abajo.

– Perfecto.

– Genial, pues luego te veo.

Y con una sonrisa se va atropelladamente por el pasillo con el maletín en la mano, dejando a un manojo de emociones delante de su puerta.

Lo cierto es que apenas ha cambiado, es tal y como la recordaba, solo que con el pelo un poco más largo y de un oscuro tono cafe.

Y es que cómo olvidar a semejante mujer.

Sigo la cadencia de sus tacones contra el suelo y el movimiento de sus caderas al andar. Ni siquiera su forma de caminar es distinta.

Bajo la escalera muy emocionada ante la idea de poder hablar tranquilamente con ella, y a la vez se me agarran los nervios al estómago. Nunca he estado con ella fuera del ámbito de los estudios.

El arte en una mirada; CamrenWhere stories live. Discover now