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No es un simulacro, el capítulo ya está aquí

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No es un simulacro, el capítulo ya está aquí. (Itzel Brown en el video de multimedia)


Jeison.

—Vamos, por favor—suplico por quinta vez a Jetzel.

—Ya te dije, Jey.

—Eres su melliza, algo debes de hacer.

—Pero te recuerdo que está enojada conmigo, Jeison y cuando una idea se le mete en la cabeza es más fácil arrancarle la cabeza que la idea— responde cruzándose de brazos.

—He tratado de que no se vaya, coño, he hecho de todo en estas dos últimas semanas, pero esa tipa es terca como una maldita mula— refunfuño, pero sé que es lo que más me encanta de mi morenita, lo tozuda que es.

—¿Con todo te refieres a esas ridiculeces de niños, Jeison?—arquea ambas cejas.

—Créeme que detrás de esas cartitas de colores, chocolates y mentas hay una razón detrás, pero parece que ella no la capta.

Me descoloca el hecho de que no haya sucedido como quería eso de hacer las cosas típicas de niños enamorados, enviarle cartitas, flores de un jardín ajeno, mentas de a peso, chocolatitos y notitas— no lo hice por tacaño, porque es lo de menos, lo hice a posta, pero la mierda no dio resultase comía todo, aún así no me respondía y me ignoraba cada que tenía la oportunidad.

—¿Qué razón es esa?—entrecierra sus ojos observandome.

Su mirada crítica logra intimidarme, por lo que rasco mi nuca y finjo desinterés.

—Ya sabes, Jet.

—Te dije que pararas, Jeison.

—Es la última opción que me queda, te juro que no pasará nada—ruego desesperado, pero ella parece convencida.

—La conozco, y no le sentará bien—niega rotundamente— no quiero que vuelva a suceder, entiende.

—Si se lo digo a lo mejor decida quedarse, sabes muy bien que si decide irse oficialmente tal vez no vuelva nunca más.

—Intenta de otra manera, no sé, invitala a salir, regálale algo, sorprendela, bien de intenso que eres, así que no te rindas— ríe para quitarle peso al asunto.

—¿Cómo? No quiere verme ni en pintura— pronuncio totalmente abatido, una idea cruza por mi cabeza y le sonrío. Jet me conoce muy bien, es mi mejor amiga y sé que por su cabeza está pasando lo mismo que por la mía, motivo por el cual niega continuamente.

—Oh, no, no, no pienso ayudarte más, Jeison, capaz y me metes en problemas.

—Andale ven, porfi, porfi, no seas malocorita— hago un ridículo puchero y eso la hace rodar los ojos.

Cuando está por responder la puerta delantera de la casa de doña Nina se abre y entra mi morenita. Contengo un suspiro para no parecer un palomo.

Sabor Dominicano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora