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Actualidad.



El centro comercial era enorme, la cantidad de personas era más numerosa que cuando llegamos. Era extraño y totalmente diferente a las plazas comerciales que había en México. Todo en Inglaterra se veía más antiguo, con más clase y más formal, incluso las personas lo eran. Los adultos se veían pomposos, hechos de cartón y totalmente parecidos, mirando sobre su hombro a los jóvenes que, afortunadamente, no seguían con la misma pulcritud que ellos.

Fue fácil mezclarme entre las personas, especialmente los que parecían de mi edad, nadie me miraba diferente o siquiera se detenían a hacerlo. No destacaba porque no había un sujeto vestido de negro y con una actitud de comerse al mundo detrás de mí. Traté de ignorar la pequeña inquietud que me picaba, ¿qué mas podría pasar? Era muy poco probable que aquellas personas que atentaron contra mi vida y la de mi madre me encontraran en aquel lugar, apenas era mi segundo día en aquel país. Además, ¿por qué lo harían? George me había dicho que todo estaría bien una vez que llegásemos a Londres. No entendía por qué habíamos sido el blanco de unos criminales, tal vez era porque sabían quién era el ex marido de mi mamá, mi padre, tal vez se dieron cuenta de que era un multimillonario de Inglaterra y pensaron que podían sacarle dinero si nos utilizaban como rehenes.

Sin embargo, no podía evitar mirar por encima de mi hombro, no buscando a alguien que me siguiera, si no a una cabellera rizada.

Pensé en entrar a una función de cine, pero eso sería demasiado. No quería que mi guardaespaldas le dijese a mi padre, no conocía bien al hombre que me dio la vida, pero estaba bastante segura de que estaría jodida si él se enteraba, eso sin mencionar que también podía perjudicar al rizado porque podía apostar que, aunque mi padre se enojase muchísimo conmigo, no sería nada comparado con lo que el rizado se enfrentaría y yo no era tan mala como para dejar que aquello ocurriese. Tenía la certeza que él no mencionaría nada acerca de mi travesura si yo no lo hacía.

..........

No sabía cuánto tiempo había transcurrido desde que me escapé del rizado o siquiera cuánto tiempo llevaba en aquella librería, no obstante, parecía como si apenas hubieran pasado unos miseros segundos. Amaba leer, las librerías eran mi perdición y, a pesar de que no me enorgullecía para nada, no me dolió utilizar la tarjeta dorada y mucho menos me detuve a checar el precio de los libros. Aquella librería tenía los libros que habían marcado gran parte de mi adolescencia y debía tenerlos. Los ojos de la vendedora brillaron cuando vio la cantidad de mercancía que llevaba, incluso fue ridículamente amable cuando pregunté por una serie de libros que no había encontrado y se ofreció a mandarlos a pedir.

Salí de aquel lugar con una gran y pesada bolsa de papel en manos, dispuesta a buscar a mi guardaespaldas porque mi estómago moría de hambre. Sin embargo, decidí pasar al baño pues el frío siempre ocasionaba que mi vejiga se llenara constantemente. Los baños estaban en un pasillo angosto del centro comercial, una amable señora me llevó hasta ahí cuando se dio cuenta de que estaba completamente desorientada. Empujé la puerta del baño de mujeres y la limpieza reluciente me sorprendió, había imaginado que estarían algo sucios, pero nuevamente me recordé que estaba en otro país. También había pensado que estarían llenos, pero afortunadamente estaban vacíos. Entré a uno de los cubículos, colocando el seguro y mi bolsa de libros en el suelo; cerca de la puerta. Hice mis necesidades para después salir a lavar mis manos, estaba tan sumida en mis pensamientos que no lo vi venir.

Giré para caminar hacía la puerta de los baños, pero la figura masculina frente a mí me asustó. Solté la bolsa de los libros mientras sofocaba un grito. En pocos segundos mi espalda fue bruscamente pegada a la pared fría, me encontré acorralada por su cuerpo delgado en apenas un parpadeo. Sus manos sujetaron con firmeza mis brazos, apretando mi piel y las traicioneras mariposas renacieron en mi estómago. Su rostro estaba a centímetros del mío, era incapaz de mirarlo a los ojos porque temía que él pudiese ver a través de ellos. Observé como su pecho se contraía con cada una de sus respiraciones aceleradas, miré a detalle como su polera blanca no cubría totalmente su pecho y deja ver pequeños indicios de lo que era un tatuaje. Mis oídos quedaron ensordecidos por el bombeo de mi sangre resonando en cada uno de ellos, no sabía si estaba asustada o qué rayos.

Me - You (Matty Healy) En PausaWhere stories live. Discover now