—El necesita a una mujer, alguien fuerte que pueda velar por esta manada, no a una niña humana como tú.

—Bueno, esa es tu opinión de mí, no puedo decir lo contrario. Aunque, para serte sincera, no me importa. Pero te dejare claro algo —doy un paso hacia ella —. Te vuelves a acercar a esta casa o ha Alex y te aseguro que no me importara lo fuerte que seas, porque pateare tu estúpido trasero —termino de decir fríamente. Ella me mira con odio, pero no será la primera ni la ultima en hacerlo —. En este instante te irás de esta casa, no eres bienvenida.

—Te aseguro que me las pagaras, perra —farfulla y se va contoneando el trasero.

Ruedo los ojos no puede verse más ridícula.

Estoy de acuerdo contigo.

Era justo, insoportable.

—¿Ya nos vamos? —inquirí volteando sobre mis talones. Alexander tiene una gran sonrisa en su rostro. —¿Por qué esa sonrisa?

—Te ves caliente —frunzo el ceño confundida —. Así toda celosa, defendiendo lo que es tuyo.

Sonrojada me hago la desentendida. —No se de qué hablas, mejor vámonos.

—Como digas luna —deja un beso en mi mejilla y salimos.

Abro los ojos como platos al ver todo este lugar. Es impresiónate. Parece una cuidad, un poco mas pequeña y con menos personas. Tiene grandes pinos y muchas montañas, todo se siente como un sueño; se respira paz y armonía. Hay parejas caminando, niños jugando, otros trabajando o simplemente hablando.

—¿Te gusta?

—¿Qué si me gusta? ¡Me encanta! Es simplemente hermoso —digo entusiasmada.

—Sabía que te gustaría —asiento mirando todo con emoción —. Esta es mi manada. Bueno, ahora es nuestra.

Le regalo una tímida sonrisa y sigo viendo todo con atención. Algunas personas hacen una pequeña reverencia por donde pasamos y otros solo me miran con curiosidad.

[...]

Luego de unos minutos caminando, llegamos al lugar de entrenamiento. Este sitio es grande, hay hombres y mujeres peleando cuerpo a cuerpo o en su forma lobuna. Pero eso no es lo que me interesa, sino todos estos hombres sin camisetas, creo que he muerto y ahora estoy en el cielo.

—No fue buena idea traerte aquí.

—¿Qué? ¿Por qué? Esto es el paraíso. —Se para abruptamente y me mira con el ceño fruncido.

—Al único hombre que tienes que ver como si quisieras comértelo, es a mí, no a ello. Yo soy tuyo no ellos. —habla con frialdad. Le doy una sonrisa pícara.

—Y ¿Quién dice que no te veo así? —me pongo de puntillas para dejar un beso en su barbilla, ya que no alcanzo su boca —. Pero, eso no significa que sea ciega y no disfrute de la vista —frunce más el ceño y me mira molesto —. Te saldrá arrugas si sigues frunciendo el ceño —hablo divertida. Antes de que pueda decir algo, se acerca un chico muy guapo; debe de tener algunos dieciocho años y lo mejor, viene sin camiseta.

Pobre Alex. ¿Qué hicieras si las chicas vieran a Alex como tu ves a todos los chicos?

Pues, la verdad nada.

¿Nada? ¿Segura?

Si, ellas pueden ver, pero no tocar.

¿Y si fueras Alex que viera así a esas chicas?

El chico no es ciego, además la que le gusto soy yo.

—Alfa, lo estábamos esperando —hace una reverencia y me mira —. Luna. Es un gusto al fin conocerla —me cae bien este chico.

Eres mía© [#1]✔Where stories live. Discover now