SP © | CAPÍTULO 6

Comenzar desde el principio
                                    

—¡Serán bien recibidas! —

—Recuerda. Lo único que necesitas para aliviar los malos ratos es un poquito de fe...—me reconfortó.

—Y una buena taza de café.—completé.

Su risa fue suficiente para que yo también sonriera, pues recordaba aquella frase como si hubiera tenido la oportunidad de escucharla desde el momento en el que nací. Y aunque era difícil de explicar mi enorme conexión con Julien, nuestra fuerte amistad comenzó por quien se quedaría con el último panecillo horneado en una panadería aquí en Londres.

—Se me hizo extraño no saber de ti durante la madrugada. ¿A qué hora te levantas? ¿A las tres? Por un momento me preocupé, luego recordé que tu mamá te está haciendo compañía. —

—Ha sido complicado... —suspiré, deteniéndome en la luz mientras sostenía con fuerza el volante. —Tuvimos que irnos a mitad de la fiesta, se vomitó, no podía sostenerse y al día siguiente pasó todo el día en la cama. —

—¿Le has sugerido el grupo de apoyo para alcohólicos que te recomendé? —

—No me he atrevido... no quiero hacerla sentir como una enferma, ya de por si piensa que es una carga. —

—Está enferma. No puedes tapar el sol con una mano, es imposible. Necesita ayuda profesional y tú eres abogada, no psicóloga. —

—Es... difícil. —

Lo escuché suspirar, y mientras continuaba con mi camino, sentí que debía darle tiempo a que organizara sus ideas y de que las mías no se atropellaran por culpa del desvelo.

—¿Le has dicho a Alex? ¿O esperas a que tenga una fea recaída para entonces sentirte culpable? —agregó con un toque sarcástico.

—Julien, no puedo simplemente... —

—Si puedes. —

—¡No es tan simple! Ella confía en mi. Le tiene mucho miedo a Alex, y no se trata de un comportamiento que es solo con su hijo si no que es con todos y cada uno de los hombres que se acercan a ella. ¡Vive encerrada en una maldita torre! —contesté, exasperada.

—¿Y cómo pretendes curarla? ¿Dejándola tomar hasta intoxicarse? ¿Permitiéndole estar encerrada en su depresión? ¡Vamos, eres mucho más lista que eso! —continuó.

—¿Y que otra alternativa tengo? —comenté, desesperada.

—¡Llevarla a un maldito psicólogo! ¡A un psiquiatra! ¡Yo que sé! Algún especialista que sepa cómo tratarla, que le ayuden a salir de esa situación. ¿Acaso me prestas atención cuando te hablo? —exigió, aparentemente molesto.

—Si lo hago... lo siento. —corregí, jugando con mi cabello de manera nerviosa. —Se lo diré a Alex, cuando lo vuelva a ver, lo prometo. —zanjé.

Un audible suspiro me hizo sentir impotente, sabía lo importante y delicado que era este tema para Julien y es que... a pesar de tratarse de mi madre... las cosas para él no han sido muy diferentes a toda esta mierda de situación.

—Sabes que John no está aquí por eso... no quiero que a tu madre le pase lo mismo. ¿Me escuchas? No permitas que la situación se torne más difícil... sabes... que se puede volver más complicada así que... haz todo lo posible por que no suceda. —

—Lo sé, lo sé. —murmuré, llegando al edificio correspondiente, tomando el primer estacionamiento disponible.

—Julien, necesitamos ayuda. Las fotos deben salir perfectas. —una voz femenina, al fondo de la línea, me confirmó el hecho de que mi amigo se encontraba en su trabajo.

SUEÑOS PERFECTOS © | SL #2 - ACTUALIZANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora