Cuando todo le parecía un sueño/ parte 2

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—¡No me interesa eso! —interrumpió Ren con la voz quebrada—. Ni con todo el dinero del mundo podré revivirte y tenerte de nuevo a mi lado. No me importa llevar una vida carente. Sólo quiero ser feliz, de nuevo, lo era... contigo. Quería ser yo quien te ayudara a salir adelante, agradecerte por la vida que me diste —Ren reprochó y contuvo las lágrimas mordiéndose el labio inferior.

Lamentándose, Ren bajó la mirada al suelo, la verdad revelada que desconocía le hizo sentirse vacío y culpable del suicidio de su madre. La dama se levantó de su lugar y con ganas de animar al triste chico, acarició su hombro y dejó su mano postrada en este.

—No me di cuenta de que te hice más daño con mi decisión, ahora estás solo. Sentí morirme por segunda vez cuando te vi llorando y tan deprimido, pensando en hacer lo mismo que yo. Lo siento tanto... Desde que dejé de estar a tu lado, aquellas sombras te persiguen más. —El fantasma se soltó a llorar de manera desgarradora. Parecía deseosa de moverse, sin embargo, no podía y quedó en la misma pose—. Ven... hijo, te llevaré conmigo. —Con mucho esfuerzo agitó la mano que arrastraba.

Ren al ver el fantasma de su madre así, quiso echarse llorar, pero contuvo las lágrimas.

—Entiendo tu pesar, ahora no puedes hacer nada. Si calma te da, prometo que cuidaré de tu adorado hijo. Él no estará solo y no caerá en tu misma desgracia. Los fantasmas jamás lo tocarán, aprenderá a defenderse —prometió con una dulce entonación—. Mira fijamente la luz de la vela. ¿Te recuerda algo? —preguntó.

—Sí, es cálida, me recuerda a la primera vez que abrí los ojos y me encontraba en los brazos de mi madre. Calentaba mi frío cuerpo con su pecho y me arrullaba. Ella me decía que no llorara más. En estos momentos la puedo escuchar con claridad, me está llamando de nuevo, siento su corazón latir. ¿Quién soy? ¿A dónde voy? ¿Madre?

Una vez dicho aquello por el atormentado fantasma, lentamente perdió fuerza y la materia oscura que lo componía se desvaneció en el pesado ambiente.

—Ánimos, sé fuerte—alentó y se abalanzó en un abrazó—. Fue fácil, lo único que le preocupaba era dejarte solo. Con la promesa que le hice pudo dejar su angustia atrás. Ella se perdonó y tendrá otra oportunidad. En algún mundo nacerá de nuevo. Sus pecados los pagó en vida, como escuchaste. Estoy segura de que será feliz en su nueva vida, el mal karma no la seguirá —informó en voz baja cerca en el oído de Ren.

Con lo dicho por ella, la tristeza perdió fuerza en Ren, el sentimiento se volvió lejano y ajeno, porque la calidez que otorgaba el abrazo era suficiente para animarlo. No comprendía por qué la dama tenía ese efecto en él, pero amó como lograba aligerar sus penas. Correspondió el abrazo, se envolvió con el calor ofrecido. La confianza y el cariño que emitía la dama, le hizo pensar a Ren en como de la nada, un desconocido tiene el poder de animar a otro. Ren le pareció demasiado cálido el abrazo, aunque le dio un poco de timidez, ya que, los pechos voluptuosos de la dama se presionaban en contra de su cuerpo, y los esbeltos brazos de ella lo rodeaban con mucho cariño, para él eran como si listones lo envolvieran. Era tanto el afecto ofrecido, que pudo doblegar hasta el corazón más testarudo, eso creyó Ren. Ella apoyó su cabeza en el hombro de él y permaneció ahí, dándole vida a un silencio cómodo. Para Ren desapareció la sensación pesada y el tiempo volvió a transcurrir. Percibió lejana la perdida de su madre. Sabiendo que ella tal vez reencarnaría, se sintió solo, pero también feliz. Comprendió que era el momento de superar lo más que pudiera aquel hecho tan trágico.

—Es verdad mi promesa, es real... la cumpliré —susurró con una endulzada entonación.

—Gracias... pero... —Ren no sabía qué decir, estaba hecho un nudo de emociones.

—No es un sueño —susurró y se alejó del abrazo—. Aprende de esto. No todos los fantasmas son iguales y el final no será siempre el mismo, no seas lento. Anda, ve hacer tu maleta, tú vienes conmigo, no te dejaré solo en un lugar que te provoca tristeza y te da recuerdos amargos. Trabajarás paramí tiempo completo, para que yo pueda cumplir mi promesa. Claro, lo harás después de clases, no soy tan cruel como para prohibirte estudiar. —Soltó una risa. Fue al comedor y apagó la vela.

—¿De verdad? —preguntó sorprendido.

—Sí —afirmó con una sonrisa plasmada en su tercio rostro—. Pronto te acostumbrarás. Ahora date prisa, que muero de hambre. Como Ana ya no está, cené una horrible sopa instantánea. ¿Has comido de esas cosas? Son asquerosas. —Frunció el ceño.

—¿Ana? ¿La chica que salió corriendo hoy en la noche? —preguntó Ren.

—Sí. —Asintió—. No importa, sólo sé que cené algo horrible. —Hizo una pausa y clavó la mirada en Ren—. Espero que sepas cocinar .—Lo analizó de pies a cabeza—. Olvida lo de hacer maletas. Qué infantil vistes, de seguro toda tu ropa es así, la de un crío inmaduro. No haces juego conmigo. Necesitas trajes. —Chasqueó los dedos—. Ya sé, ¡compraremos trajes con el salario que te daré!

—Pero... es mi uniforme —aclaró tímido.

—Un momento, ¿cuántos años tienes? —Clavó su mirada en el sonrojado rostro de Ren.

—Diecisiete —respondió con brevedad.

—Demonios, aún eres un crío, dirán que soy una asalta cunas. —Frunció el ceño y cruzó los brazos—. No importa, mejor así. Cuanto más chico, más inocente y moldeable —musitó.

—Me das algo de miedo —confesó Ren.

—Hombre, mejor así. El miedo domina y controla. —Esbozó una alegre sonrisa.

Sin hablar más, y llena de confianza, la dama tomó la mano de Ren y lo jaló con ella a la salida del departamento. Ren caminó a su lado, sujetó la cálida mano. Lo que él consideraba un sueño triste, cambió para trastornarse en un escape romántico. La pesadilla tuvo un buen final, Ren pudo dejar atrás muchas cosas que le otorgaban un peso en su corazón y le arrastraba a las profundidades de un oscuro sentimiento negativo.

En las desoladas calles, aparte de aquellos jóvenes que poseían demasiada similitud, no había ningún alma más transitando. La luz de la luna y la de las estrellas se encargaban de atenuar la oscuridad que no podían derrocar las farolas. Los grillos resonaban en la soledad. Los gatos se paseaban por los tejados, mostraban su verdadera faceta, la que solo podía existir en la noche.

—Por cierto, mi nombre es Lilith, y mi apellido es Sorĉistino. Curioso que no lo hubieras preguntado antes. ¿Es un nombre raro, no? Mis padres... pertenecían a una secta y decidieron llamarme así —comentó Lilith, interrumpiendo así el silencio de la noche—. Podría cualquiera secuestrarte, definitivamente te falta malicia.

—Pero esto es un sueño, la malicia es innecesaria en un sueño —respondió Ren inocentemente, sabiendo que en su realidad no hubiera podido tomar la mano de una desconocida, menos dejarse guiar. Lilith detuvo su andar, se colocó enfrente de Ren y lo miró fijamente. Sus ojos se iluminaron con el brillo de las escandalosas estrellas que presenciaban y eran testigos del momento. Ren se dio cuenta de que ella poseía una mirada llena de confianza, exteriorizaba su interior a través de sus ojos. Lilith era una mujer muy segura de sí misma y controladora. No obstante, detrás de aquello, en lo más profundo de sus ojos, existía una tristeza inmensurable.

—Cuando despiertes te vas a impactar demasiado de tu realidad, la nueva que se va a presentar ante ti. —Se encogió de hombros—. Quien sabe y pronto vengan algunos vagos recuerdos en ti. —Sonrió de manera cautivadora.

Caminó y dejó atrás a Ren. Observó la silueta de Lilith, confirmándose desde sus adentros que era un sueño, puesto que ella no parecía normal, menos algo propio del mundo, su presencia era exótica. Ella paró, se giró y extendió su mano para que la tomara Ren. Entonces, él tomó la mano ofrecida y se dejó guiar por lo que consideró un hermoso sueño que consolaba su tormentosa alma.


(Nota de autor:
Hola, ¿qué te va pareciendo la obra?)

Pluvo: el aprendiz de una brujaWhere stories live. Discover now