Cuando todo le parecía un sueño/ parte 2

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El fantasma giró varias veces el picaporte, con una desesperación evidente, después golpeteó la puerta. El corazón de Ren retumbó al par de los intensos golpes. En sus pensamientos pidió que se detuviera, sin embargo, el temor que lo invadía le imposibilitaba hablar.

—¡Traicioné el amor de quien me daba todo!, por una noche de pasión. Soy una ramera y tú eres producto de mi pecado. Debo eliminar mi error. Tengo que irme sin dejar nada en el mundo —dijo furiosa la madre de Ren, mientras que golpeaba con fuerza la puerta de la habitación de su hijo.

—Es un sueño, no es real. Es una pesadilla, es una pesadilla, es una pesadilla. Despierta, despierta... —susurró Ren una y otra vez aquello.

De un momento a otro, sonó el timbre del departamento ser tocado con insistencia, el ruido alejó la fúnebre voz y los golpes. Ren no asimilaba lo sucedido. Le molestaba el pecho en cada latir de su corazón, sintió que este haría un hueco y se escaparía en un pálpito.

—¡Ábreme idiota, no hay tiempo! —gritó alguien desde la puerta de la calle, era la voz de la extravagante dama.

Todo era ilógico para Ren, los hechos, la voz y quien tocaba con desesperación. Levantándose, abrió la puerta de la habitación y se percató con la mirada de que no había nadie del otro lado. Ren caminó en el pasillo y abrió lentamente la puerta de la entrada. La dama entró apurada. Respiraba con rapidez, dejó en claro por su aspecto que había corrido demasiado para llegar al departamento.

—Qué alivio, aún estás vivo. —Tomó una bocanada de aire—. Llegué a tiempo. Cuando te fuiste, de lejos observé como creció su negatividad. Los fantasmas atormentados adoran a los humanos que pueden verlos, intentan buscar el perdón divino contando sus penas. —Fijó su mirada en Ren—. Suelen cargar con mucho odio, más cuando se suicidan. Debes saber que ahora que nos reunimos inicia todo, lo que somos crece y toma fuerza.

La dama se adentró a la cocina, donde sintió más la presencia y energía de la madre de Ren.

—¿Qué no es esto un sueño? —preguntó Ren.

—¡Claro que no!, idiota —regañó enojada—. Es momento de ayudar el fantasma de tu progenitora —reveló. Caminó dando pasos lentos alrededor de la mesa—. Fantasma perdido, ven a contarme tus penas —ordenó—. La muerte te desprecia, porque no puedes perdonarte, estás atrapada en un limbo. Ven y cuéntame la verdad que te mantiene sujetada a la Tierra de los vivos.

La extraña joven sacó de un bolso oscuro que colgaba de su hombro una diminuta vela blanca, y un mechero metálico rojizo. Encendió la vela y la dejó en la mesa. Recorrió una silla del comedor y tomó asiento. Lentamente se materializó una forma oscura humanoide. Aquella sombra se encontraba sentada, con la cabeza tumbada en la mesa, sus largos brazos colgaban y rozaba en el suelo lo que parecía ser una mano esquelética. La dama no se inmutó ante lo presenciado, estaba acostumbrada. Ren miraba todo con asombro, siguió creyendo que lo sucedido era una pesadilla y que pronto despertaría.

—Mis padres... ellos me dieron una buena vida, educación, casa, y todos mis caprichos me los cumplían. No me faltó nada. Era una niña consentida —habló en un hilo de voz la alargada y angustiada silueta—. Cuando me comprometieron con quien fue mi esposo por breve tiempo, para mí todo cambió. En mi rencor, odio y rebeldía, terminé acostándome con un desconocido. Él era muy atractivo y me prometió una aventura, aceptándolo con emoción pasé la noche a su lado. Me casaría con alguien que no amaba, así que, pensé que por lo menos tendría una aventura, creí mal. Aquel extraño hombre me incitó hacer un ritual antes que nada, me pareció algo romántico en su momento... —suspiró—. Ren es producto de mi infidelidad. Cuando se enteró con quien me casé y mi familia sobre lo que hice, me echaron a la calle. No tenía a donde ir y con quién vivir, nadie me aceptaba. Pasé por demasiados infortunios, encargados de marcarme de por vida. Una desconocida de buen corazón, al ver mi situación, me ofreció un techo y trabajo. Con muchos esfuerzos salí adelante con mi pequeño hijo. Lo que más me dolía era no poder darle una buena vida a mi niño, una como la que yo llegué a tener. Ren siempre estudió y trabajó duro. Teníamos una vida complicada y carente. Él no debía pagar por mis errores. Por eso mismo... adquirí por un par de años un seguro de vida, y entonces, tomé la decisión correcta, la que me llevó a estar aquí —contó el fantasma en un tono de voz lamentoso y afligido.

Pluvo: el aprendiz de una brujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora