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El amor revoloteaba en el aire como mariposa bajo el firmamento cristalino y despejado.

Namjoon extendió su mano para acariciar su cabello ligeramente. Se proximó aun más hasta que sus suaves labios rozaron los de Raquel incitándola, provocándola. Ella, deseosa y decidida, lo tomó por el cuello y lo besó con ansias. Hacía mucho tiempo que soñaba con dejarse llevar por la pasión, pero su personalidad le había impedido. Se fundieron en aquel fogoso y carismático beso como dos almas que buscaban ser una sola, y en ese gesto entregaron su propio corazón al otro.

—Princesa... esto parece un sueño—musitó sobre sus labios separándose levemente de ella.

—También lo creo, es tan perfecto que no parece real—secundó extasiada.

—Entonces... oficialmente, ¿estamos saliendo?—inquirió buscando en su mirada la respuesta.

—Creo que... oficialmente somos novios, es mejor ¿no lo crees?

—Es perfecto, mi musa.

Aquella noche las estrellas parecían brillar más de lo común, o quizás era la percepción patidifusa de Raquel mientras caminaba de regreso a casa. Estaba tan abrumada por las emociones que había decidido caminar para asimilar toda la felicidad que la invadía.

Al llegar a casa abrazó cariñosamente a sus padres. Ellos le correspondieron con fuerza, en sus mentes permanecía el recuerdo y el sentimiento de no volver a verla, aquello había sido una lección del destino para que apreciaran lo que tenían.

—Estoy enamorada—soltó en el seno de su madre que acariciaba su cabello con ternura.

—No es otro psicópata ¿o sí?—inquirió su padre. Raquel regresó su mirada con una sonrisa corta.

—Claro que no—soltó una corta risa—, es perfecto.

Cuando se despidió, después de una noche de historias y pizza, subió a su habitación para descansar. Su mirada estaba perdida en algún lugar del techo, pero su mente y su corazón estaban con él, y no podía hacer nada al respecto. Con su imagen que veía incluso cuando cerraba los ojos se quedó dormida.

Al transcurrir de las horas la luz del sol anunció la llegada de un nuevo día, se despertó con tantos ánimos que parecía que hubiera salido del spa. Se levantó y desayunó casi flotando. Sus padres estaban felices, hacía mucho que no la veían sonreír de aquella manera. Era feliz y eso era todo lo que les importaba, por lo demás tendrían que buscar empleo, pero empezar desde cero no era un problema para ellos.

—¿Vas a salir?—preguntó la señora Yang cuando la vio bajar con un vestido celeste y ligeramente maquillada.

—Sí, tengo algunas cosas qué hacer—contestó mientras depositaba un beso en la frente de su padre.

—Supongo que saldrás con tu novio, tráelo, quiero conocerlo—pidió el señor Yang.

—De hecho, hoy iré a visitar a Donghyun—. Sabía que la idea no les agradaría pero no quería mentirles, odiaba la mentira—. Antes que nada, quiero pedirles que no se preocupen, yo tengo que hacer esto y quiero su respaldo. Por favor, confíen en mi.

No fue fácil convencerlos, pero al final lo hizo. Salió de su casa y fue hasta el Centro de Rehabilitación de salud Mental al que lo habían transferido al curarse del accidente. Era evidente que tenía serios problemas y el juez que recibió su expediente deliberó que tendría que estar en tratamiento antes de ingresar a prisión por unos largos veinte años.

Cuando arribó en el Centro, se identificó para poder ingresar. Estaba ansiosa y llena de nervios, sabía lo que tenía que hablar, pero se encontró dudando en cómo hacerlo. Sus ojos se encontraron con Donghyun al entrar como visitante y verlo no fue agradable. Llevaba un camisón blanco que le inmovilizaba los brazos.

—Donghyun... —susurró con pesar.

—Me alegra que vinieras a pesar de todo, quiere decir que aun me amas como yo a ti...

—Donghyun—interrumpió—. Antes de cualquier cosa, quiero darte las gracias por todas las cosas buenas y los momentos felices que pasamos juntos. Aprendí mucho de ti y tal vez tú también aprendiste de mi y me llevo eso. Yo lamento haber sido tan ciega todo este tiempo y no haberme dado cuenta de tus problemas— inclinó su cabeza afligida—. Yo te amé sinceramente, lo hice con toda mi alma, pero nuestro tiempo ya pasó. Quiero decirte que lo nuestro es historia y estas palabras son definitivas, pero quise venir a decirlas así, frente a frente, en honor a todo lo que hemos vivido.

—¿Estás enamorada de alguien más?—su tono de voz indicaba que estaba calmado, pero ella no se fiaba.

—Ese no es el punto—evadió la pregunta.

—Es por él, ¿no?—resopló con gesto de asco que fue demasiado evidente—. Raquel, agradezco tu sinceridad, no esperaba menos de ti. Pero algo sí te diré, parezco un loco, pero no lo estoy, no del todo al menos—. Se aproximó a ella aun sentado en su silla, esbozó una corta sonrisa que a ella le pareció maliciosa—. No renunciaré a ti, ni hoy, ni nunca. Así pasen mil años, cuando salga de la prisión, te buscaré... y serás mía.

—He dicho lo que tenía que decir—dijo poniéndose de pie ocultando muy bien su temor—, si no lo aceptas, no es problema mío. Adiós Donghyun, ten una buena vida, y espero sinceramente que el destino no te vuelva a poner en mi camino—. Caminó hacia la puerta para salir de allí lo más pronto posible.

—Nos volveremos a ver, te lo aseguro—soltó antes de que ella desaparezca por completo.

Al salir de allí, Raquel sintió una corriente extraña que la recorrió. Sus pensamientos atacaban su consciente, tuvo que hacer un esfuerzo para salir del trance. Suspiró profundamente dejando al destino lo que tuviera que ver con Donghyun. Miró al cielo, estaba pintado de un azul encendido, casi eléctrico. El sol brillaba imponente sobre la superficie de la tierra, era hermoso. Raquel sonrió olvidándose de las cosas negativas. Caminó hacia su auto y a medida que se acercaba, una emoción crecía en su interior. Era sábado y habían unas clases de violín que estaba ansiosa por impartir.

My Music is You [Kim NamJoon] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora