X: La llave de la caja de pandora

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Después de varias preguntas sin contestar, en el primer recreo te distes cuenta que intentar entablar una conversación conmigo ese día era como hablarle al suelo, tenía la lengua encerrada, algo muy raro en mí que te podía indicar el estado de mis ánimos, no estaba de humor para mucho, y todos tus esfuerzos para buscar una explicación eran en vano, para tus buenos ojos que no se les escapaba nada, la razón era más que obvia, era muy fácil suponer que todo era un producto de alguna pela con mi madre que se había escapado de las manos, para ti eso no era tan relevante como el porqué, para poder buscar una solución a través de eso, y aun así, tenía el descaro de no dirigirte la mirada, de evitar tus preguntas, perdóname de verdad, oh mi diosa, te juro que no quería ser mala contigo, cada vez me arrepiento más por comportarme tan desagradable con quien menos tenía la culpa, pero no me sentía con las mejores energías en ese momento, y entre la nube de oscuridad que había corrompido al humo rosa con el cual me embriagaba hace unos meses atrás con tu figura ardiendo en mi interior no pude ver bien, lo que querías hacer por mí, tenía la vista opacada entre negros y no podía comprender el bien que intentabas hacerme, quizás como aún sigo sin comprenderlo del todo y lamento la forma en como me dejaste tus enseñanzas.

Entre mi nube de oscuridad, la brea negra que chorreaba todo sobre mi cabeza y escurría su líquido pegajoso que hacía cada movimiento pesado, no podía contemplar bien la luz que tenía enfrente de mí, había aplastado todo, ahogando a la ardiente llama que relucía en mi pecho, pervirtiendo mis ideas, haciéndolas sosas y aburridas, me sentía falta de sustancia, como si toda la belleza a la cual creía que tenía derecho a aspirar se hubiera escurrido como colores diluidos, colores que perdían su brillo y su esplendor y eran tragados vilmente por el desagüe, las bellas visiones de la diosa cubierta de miel se hacían cada vez más fugases y efímeras, a pesar de tenerla tan cerca, se me escapaban de las manos como arena entre mis dedos, como los años perdidos, como los días tragados por una cotidianidad si color, la inspiración volvía a abandonarme en el peor momento, mi cabeza ya no soñaba, se lamentaba y se inundaba con ideas escapistas, recurría mucho al sueño olvidado de ir al campo, y a pesar de estar consciente de los subidones y bajones que te daba la vida, con cada bajón estrellaba la cara contra la negrura y me dejaba hundir, preguntándome si de verdad soy tan llorona, tan débil, haciéndome pensar que en un mundo tan competitivo, no estaba hecha para vivir.

No solo tuve que enfrentar mi cara raspada enfrente de Arabella, dejar expuesto el moretón en mi ojo que estúpidamente intentaba ocultar entre mis lentes y el pelo, y dejar sin más las astillas de un cuerno hecho pedazos, tenía que exponerme enfrente de todos, era inevitable que surgieran las preguntas, sean cuales sean las razones detrás, la chispa principal siempre sería la curiosidad al ver trastornada la normalidad, así que en el transcurso del día esquive preguntas, perdía las miradas, y respondía con excusas que no terminaban de ser del todo creíbles, como si intentará negar todo, hacer como si nada hubiese pasado y actuar como nada hubiese afectado la cotidianidad, le echaba tierra a asunto de una forma ridícula, intentando ocultar lo que no se podía ocultar.

Los recreos los pase aferrada a tu brazo, abrazándote para sentir algún punto de estabilidad en medio de las mareas y las olas salvajes que chocaban conmigo, no emitía ninguna palabra, porque ya era suficiente sentir que podría calmarme un poco con la presencia de tu perfume de flores cerca de mí.

¿Quién hubiese dicho que en el regreso al hogar se me iba a ser revelado el secreto que llevaba tanto tiempo oculto entre las viejas y desoladas casas? .

Tú caminabas jalándome prácticamente, mi paso era lento y desalentado, cada paso lo daba arrastrando los pies, y tuve que recibir en todo el trascurso réplicas por mi encorvamiento, maña que siempre he tenido, pero aquel día se hizo más notoria, era como si me jalaras para no dejarme morir atrás, como si no permitieras que me tirase del puente, ¿Ya te he dicho lo buena que eres?, creo que no las suficientes veces.

Relatos de un demonio sin nombreWhere stories live. Discover now