III: Arabella es más que interestelarres botas de cocodrilo

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Ahora que estoy aquí sentada con tantas cosas sacudiendo mi mente, revolviendo viejos recuerdos entre libros amontonados y revistas desgatadas, aún puedo recordar las primeras veces que conviví contigo, la primera vez que intente que me notarás y la primera vez que decidiste hablarme, porque el logro no vino de mí, si no de ti, quien tuvo el valor de cruzar el puente entre las dos.

Fue una tarde, a última hora, por varios días estuve evitándote, ardía con la pena de lo sucedido aquella mañana dorada, si lo pensamos bien, técnicamente esas fueron mis primeras palabras hacía ti, y aun así sentía pena de ellas, recuerdo que por aquellas mañanas lluviosas y frías de diciembre, donde aún perduraba los residuos de las frías lluvias que habían empezado desde noviembre, yo evitaba toparme contigo, porque no hacía falta usar un suéter si mi cuerpo ardía con solo verte, el mundo se burló de mí, al ponerte a ti enfrente de mí, aquel día a la última hora de clases. Lo mejor de todo que fue por una razón tan mundana.

Tú y otro compañero de la otra sección iban a dar una charla, recuerdo no haberme emocionado mucho cuando el profesor nos anunció esto, estaba perdida en mi mente como siempre, ni siquiera escuché el nombre de quienes se iban a presentar, solo lo descubrí demasiado tarde cuando sentí oír el inconfundible tono de tu voz, si supieras como me reproche por no haber escuchado tu nombre, volteé inmediatamente y te vi, los demás no importaban, solo tú, tú llena de flores, recuerdo haber clavado mis ojos en tu mirada potente, era tan fuerte y la sentía tan llena de energía a diferencia a la mía que era débil y desvío los ojos cuando volteaste a verme, mis mejillas se pusieron rojas como un tomate al pensar qué clase de idea tenías sobre mí.

Conforme los días de observaciones iban pasando empecé a sentir que mi fascinación por ti no era un simple capricho, había delicadez y un aire de madurez en cada uno de tus movimientos, no solo eras la diosa que se incineraba con las llamas de mi pecho, eras una chica especial que tenía la mente mucho más centrada que nosotros que apenas rozábamos la madurez, tenía la firmeza de expresarse con propiedad sin miedo a las palabras que salieran de su boca, abierta a correcciones pero nunca insegura de sí misma, tenía cierta convicción, siempre hablaba con respeto y cortesía, una calidad y familiaridad, hablaba mejor que mucho de los adultos que conozco, en todo momento con un tono tranquilo y suave, pero seguro y certero, quizás, a veces demasiado directa al hablar, esa eras tú, la tú que quería, conocer o la idea de ti que había formado y quería saber si era real.

Así que, cuando te presentaste en mi salón como por arte de magia, quería sentir eso como una oportunidad, pare bien alto mis grandes orejas de venado para poder prestarle atención a lo que venías a decir, siempre hacías que mi cola se moviera de un lado a otro, y en aquella oportunidad se estampaba contra el suelo y golpeaba el asiento de pupitre, no podía disimularse, solo pasa y ya.

Su charla trataba sobre la belleza humana, un tema que de hecho me interesa, porque mi mente lo procesa desde el lado artístico, recuerdo que tu voz delicada explicó junto al otro chico las razones por las cuales podíamos sentirnos atraídos por alguien, y a pesar de todo, si te soy honesta, gran parte de esa charla se perdió en el basurero de mi mente, porque conforme los segundos fueron pasando las voces se convirtieron en un simple ruido de fondo, la silueta de los demás se fue difuminando, el salón se lo tragaba todo, y solo importabas tú, empecé a fijarme más en ti misma que en lo que decías, poco tiempo después, me confesaste, que aquella charla fue solo un pedido de la Directora, al cual no le pusiste mucha atención, así que háganse la idea.

Pero para mí, la parte interesante fue, cuando de tus labios salió la pregunta de qué opinábamos del tema, quizás eso fue otro pedido incluido con la charla, pero creo haber notado, una chispa de curiosidad en tus profundos ojos blancos, curiosidad por nuestras ideas, yo quería expresarme, vi eso como una oportunidad, como un destello, creo tener una idea muy propia de lo que es "bello", y quería compartirla, contigo, con nadie más que contigo, quería que, aunque fuera de forma mínima vieras como pensaba, que quizás mis ideas no eran iguales a las de todos, o quitando ese anhelo de todos de ser diferentes, solo quería expresar algo para ti, así que pensando que quizás esa era mi única oportunidad para dirigirte la palabra, levante mi tembloroso brazo, muy insegura, pero sentía que tenía que hacerlo, tú inmediatamente me diste el derecho a hablar.

Recuerdo que me paré nerviosa del pupitre, con la cola metida entre las piernas y las orejas caídas, con los nervios me quite el pelo de la cara mientras intentaba explicar bruscamente me sentido de lo hermoso, de manera brusca y algo torpe intentando imitar tu forma sofisticada de hablar para disimular mi forma basura de expresarme, me esforcé en explicarte a ti y solo a ti, lo curioso que se me hacía que cada persona tenía una forma de explicar lo que ellos creían que era bello, cada uno forma una idea en su mente, propia y solo tuya, quizás influenciada por otras cosas, pero la mezcla con todo eso, como lo combinas y le das forma es tuya y solo tuya y la puedes cambiar como tú quieras, pueden ser vergonzosos, y quizás los ocultes en el fondo de tu mente, pero son tuyos, y siguen ahí.

En ese momento intente explicar mi forma de ver las cosas como dibujante, y el raro hecho de que mi llama se mezclara con mi llama creativa, quise apoyarme en mi amiga dibujante dirigiendo la mirada hacía ella solo para encontrarme la decepción de que estaba dormida por haber pasado una mala noche ayer, respire hondo, y me volví a enfrentar a ti, diosa cubierta de flores, clave mi mirada en tu corona de flores intentado evitar tus ojos de expectativa, de la forma más delicada y sutil que pude, explique que disfruto mucho de dibujar personas, en serio, damos para tanto, puedes expresar tantas cosas a través de cuerpo, no solo eso, el movimiento, marcarlo, la fluidez, los músculos, y todo eso que dije se multiplica por mil con las mujeres, cuerpos hermosos, figuras únicas que varían de forma y tamaño, es simplemente hermoso, hay algo en la anatomía que me fascina, las mujeres tienen cierta delicadez y elegancia que me encanta, es parte del lenguaje artístico, con las mujeres puedes marcar más curvas, más movimientos, porque su figura da, la líneas suaves y tranquilas dan la sensación de finura y gracias, eso es todo, y es simplemente maravilloso.

Después de explicarte esto enfrente de todos, me quedé por un rato en silencio esperando tu respuesta, esperando tu aprobación mientras respiraba agotada, porque había hablado mucho y muy rápido, cada segundo en que te quedabas callada era un segundo de mi mente repasando reprochando las palabras que había soltado tan a la ligera me queme con la vergüenza, y tú, mi cruel diosa, te tardaste tanto en responder, me negaste una respuesta, no dijiste nada, no pronunciaste ni un sonido, y yo me quede ahí parada, en la nada, hasta que me disculpe por divagar tanto y volví a mi pupitre, y a pesar de esto seguí buscando aunque sea una chispa en tus ojos, pero ya no me veías, si no a tu compañero, hundí mi cara en mi brazos, agarré y mordisquee mi cola que terminaba en punta, una costumbre nueva que había agarrado con el estrés, solo permanecí con la vista en mi pupitre, y con el otro brazo intentando tapar inútilmente mi horrible maña. A penas y me fije en tu voz y en la del otro fulano que daban las conclusiones.

Después se despidieron y lo único que vi al levantar la mirada fue tu figura dejando el salón, sin dirigirle la mirada a nadie, siempre con la vista en frente, y dejando su característico rastro de pétalos, hojas y algunas ramitas, yo solo seguí destrozando mi pobre cola entres mis dientes mientras el profesor gastaba la hora que le quedaba dando su opinión del tema, a mí no me importo, ni siquiera me fije en qué decía, mi mente estaba lejos, flotando, lejos del mundo de la gente que estaba despierta, yo estaba en mi mundo, cuestionando cada movimiento hecho y cada palabra pronunciada, ya aspiraba con que sonará el timbre y poder huir, sin cruzarme contigo obviamente, para poder refugiarme en mi casa.

Cuando al fin el tan esperado timbre se hizo presente salí como si me hubieran crecido alas de la espalda, me despedí de todos con una mayor rapidez que la habitual.

"Quizás debería olvidarme de ella y buscar otro fruto, ella es demasiado grande para mí", sí, eso fue lo que pensé mientras iba bajando por la calle para ir a mi casa.

Estaba tan inmersa en mis ideas, que no me di cuenta que estabas tan cerca de mí, no me di cuenta si no hasta que actuaste con brusquedad que no era propia de ti, sentí como algo me jalaba de la cola lastimada, a la cual no deje de mordisquear sino hasta que sentí el leve sabor del hierro en mi lengua, no pude evitar pegar un pequeño salto y dejar escapar un grito ahogado. No solo era la impresión y el susto, sino que también mí atrevida dama de flores, agarraste justo la zona que había sido víctima de mis dientes, que estaba sensible, y no pude evitar sentir como mis ojos se aguaron ante el jalonazo, cuando volteé a ver qué pasaba lo que menos se me ocurrió fue encontrarme con tu rostro, que estaba rojo, respirabas exaltada y podía ver las gotas de sudor resbalando por tu frente y mejillas, tu corona de flores se había desordenado y muchas de estas habían destrozado, los pétalos volaban locos por todas partes, el aire estaba caliente, y por un momento me quedé pegada, observándote, observando tu cara de exaltación tus ojos blancos clavos en los míos, tu mano en mi cola, todo era tan rápido y frenético, tan rápido como los latidos de mi corazón por ti.

Relatos de un demonio sin nombreWhere stories live. Discover now