II: La chica cubierta de flores

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Es increíble ver como algo tan pequeño puede llegar a crecer tanto, como una pequeña chispa generada en medio de la oscuridad puede transformarse en un incendio devastador, es increíble ver como una pequeña vela que apenas emite luz aún resiste ante la fría lluvia de noviembre, que resguardaba a las hojas con su manto de rocío y formaba pequeños charcos en el concreto, es simplemente hermoso ver, como la chispa que encendiste por accidente sirvió para darle luz a esa pequeña vela que resiste el viento y el agua, y como esa vela sirvió de alimentó, fue consumida, devorada, y se transformó en una llama de luz cegadora.

Como ha durado tanto la pequeña chispa que provocaste a penas te vi pasar por la puerta el primer día de clases, con una gran corona de flores, de colores vibrantes y formas estrafalarias, la chispa que se había mantenido inestable por tantos años, subiendo y bajando, apagándose de momentos para volver a estallar y la cual deseaba con fervor el fruto prohibido que solo existía entre las manos delicadas de las chicas que me rodeaban, a penas te vi sentí que bamboneabas tu fruto solo para mí, como si lo enseñaras con extravagancia, con todo esto, ustedes que se han enredado aquí al igual que yo la deben conocer ¿verdad?, vamos, oigan, ¿conocen a la chica de la clase "B"?, sí, aquella chica que deja un rastro de pétalos cuando sube las escaleras para su salón y pisa firmemente por pasillos que estallan de gritos y risas.

Apenas te vi pasar por primera vez enredada con tus flores, caminando sin cuidado, sentí que eras especial, quería tratar contigo, oh chica alta con piernas de bailarina, de cabello corto color azabache con destellos en azul, que poseías una piel blanquecina y unos bellos labios rosado brillante, de gestos delicados y ademanes de diosa, con un caminar seguro y mirada penetrante de unos extraños ojos en blanco, ojos que no veía desde la última vez que estuve con un muchacho de hermosos rulos y voz de ángel, pero eso es una historia para otro momento. Lo que importa eres tú y solo tú, que choreabas miel brillante y pegajosa y hacías que no pudiera despegarme de ti, quería cualquier trato contigo, cualquiera que me dejará hundir los dedos en aquel elixir brillante, encendiste la llama, por accidente, porque por aquellos días no sabías de mi existencia, o por lo menos eso creía.

Empezó como una pequeña curiosidad que fue creciendo conforme pasaba los días y te observaba más, y más, y más, pero solo los cobardes y tímidos estamos condenados a quemarnos desde lejos, y solo me dedicaba a contemplarte desde la distancia, detallar cada gesto lleno de carácter, escuchar tu particular tono de voz, dios, como hipnotiza, era calmado, fino y elegante, pero siempre seguro de cada palabra que pronunciaran sus labios, a pesar del hilo que habías atado alrededor de mi cuello, y jalarás constantemente, tenía que rechazar tu llamado, porque eras una diosa ante mí, el pequeño demonio, que no se sentía capaz de convivir con alguien tan grande y tan resplandeciente, con un carácter tan fuerte y seguro que yo no poseía, la cola que se movía impaciente con solo verte, la orejas largas de venado que se paraban atentas a tu voz, los cuernos que sobre salían bestialmente de mi cráneo eran la mayor prueba de eso. Así que solo podrían encontrarme detrás de las paredes, o sentada en banquitos lejanos admirándote, calcinándome con el incendio que habías provocado, y botando humo color rosa, que se escapaba de mis ojos y boca, y me embriagaba.

Solo tú pudiste despertar aquello a lo que estaba renegando por tantos años, aquella llama a la que le echaba tierra para impedir su crecimiento desde la primera vez que nació, un día normal de primer años con las imaginaciones escandalosas de pechos que no eran los míos, oh mi querida dama, mi dama cubierta de flores, solo tú me diste la seguridad de buscar de verdad el fruto, me había convencido que lo poseías oculto en algun lugar entre tus manos, que estaba a la espera de quien lo agarrará primero, y yo quería ser ese alguien, aquel fuego devorador me había dado la seguridad de arrebatártelo de las manos, devorarlo, hincarle los colmillos, saborear su carne, escupir las semillas para que más frutos nacieran, y chuparme los dedos del dulce jugo, ardía con tu belleza, con las fantasías que provocabas en mitad de la noche que hacían que me sudaran las manos, con los años de inactividad que habían hecho que el despertar fuera más salvaje, con las dudas y las preocupaciones, con la desesperante idea de qué tanto tendría que esperar para que alguien deseara compartir su fruto conmigo, con tu imagen distorsionada entre las llamas, porque al principio, eso fuiste, tu interior no importaba, solo importaba la idea que me trasmitías, esa imagen idealizada y desfigurada decorada con joyas de oro a la cual era la protagonista de mis ilusiones, provocaste un incendio del cual tú eras el centro.

Relatos de un demonio sin nombreWhere stories live. Discover now