VI: Linda Cotidianidad

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-¿En qué piensas?- me preguntaste interrumpiendo mis pensamientos que habían volado al quedarse contemplando una pequeña flor entre los arbustos que de alguna manera me recordaba a ti, era la única flor rosada entre otras de color rojo y blanco, estaba aislada de todos, pero al mismo tiempo gozaba de un lindo tono de rosado para decorar sus pétalos.

Ver a esa pequeña flor mientras caminábamos a la parada del autobús como la nueva costumbre que agarramos, me hizo pensar en ti, recordar el día en que hablamos por primera vez de verdad, y en el recreo te contemple en la soledad como nunca lo había hecho, entre mi humo rosa y las llamas que distorsionaban todo nunca me había percatado de que siempre estuviste excluida de todos, a veces podía encontrarte rodeada de gente, preguntándote cosas sobre tal materia que no entendían, un comentario ocasional a tu belleza, pero ellos no importaban porque solo me fijaba en como destacabas entre la masa de personas que estaban alrededor, como un destello en la oscuridad, en mi oscuridad .

Pero en ese momento me pegó en la cara un ladrillo de realidad al verte completamente sola, sentada en tu banquito de siempre con la mirada inmersa en tu libro, todos pasaban de ti como tú lo hacías con ellos, era como si estuvieses oculta en tu propia burbuja que nadie se había molestado en atravesar, no tenías un grupo definido ni nadie en específico que te acompañara, eras como una mota de polvo que volaba de un lado a otro, o como un diccionario que después de cumplir su consulta se le dejaba otra vez olvidado en la repisa acumulando polvo, mi pobre mente no pudo entender eso, para mí, que eras tan especial, que despedías luz dorada y tenías la promesa de tu fruto, me era imposible ver como todos pasaban a tu lado sin más, simplemente no lo quería comprender, qué acaso no veían la belleza de tus movimientos, cómo cada pequeña flor se movía con tu cambios de ánimos, era hermoso ante mi vista, y con los meses de observación esa fue la única pista a la que me pude aferrar para deducir qué pasaba por tu mente.

Pero aun así, te veías tan bella en tu burbuja, en tu pequeña bola de cristal, como si fueras un tesoro oculto a la vista, me preguntaba qué clase de aventuras estaban recorriendo tu mente cuando sujetabas aquel libro entre tus delicados dedos, aquel sentimiento de no pertenencia se me hacía muy familiar, de hecho, en parte era mi día a día, para una persona que siempre tiene la mente en las nubes y la vista en el horizonte conocía muy bien ese sentimiento de desconectarte con todos y dejar que tu mente volara, a veces pensando de cosas tan estúpidas como cuál era el nombre de aquella canción que me había dicho Diego, y otras veces preguntándome qué haría con mi vida estas alturas o cuál sería el tema de mi siguiente dibujo, con los meses había adquirido una facilidad para perderme más de lo habitual, así que por ese entonces recibía muchos golpes de parte de Valentina para despertar a mi mente que se había pegado viendo al suelo ante la falta de atención de ella o de la gente a mi alrededor, de hecho, me encanta la hipocresía que en los primeros meses de 4to lloriqueaba como una pataleta infantil el hecho de sentir que nadie quería estar conmigo al ver a mi grupo de amigo disueltos con la partida de Diego y Victor, y ahora evitaba estar con la gente y prefería sentarme en la esquina de las escaleras a leer, creo que estar en la compañía de Arabella, disfrutar de la cotidianidad que ella me brindaba hacía que ya no necesitará mendingar atención, porque ella sin darse cuenta ya me la daba y me hacía sentir importante, que mi opinión si valía la pena de ser escuchada.

Aquel día comprendí perfectamente el sentimiento de desconexión que trasmitía mi diosa entre las flores, y pensé que compartiera ese rasgo conmigo la acercaba más a mí, mi objetivo desde el principio fue atravesar esa burbuja y darte mi extraña y brusca compañía, quería crear algo contigo, pero no estaba segura de qué, pero me bastaba con irlo descubriendo mientras estaba contigo, quizás por eso te costaba seguirle el ritmo a las grandes conversaciones, a los juegos estúpidos, porque nadie se dio la tarea de compartir su cotidianidad contigo, nadie te acompaño por un largo trascurso de tu tiempo, no importa, podía darte un pedazo, quizás toda si así querías, porque disfruto mucha la idea de una linda cotidianidad, un día a día disfrutable, y pensaba que lo estaba obteniendo contigo como en un pasado lo tenía con Diego con solo ver su sonrisa de imbécil todos los días, así que como regalo por ser la luz e mis penumbras, por dejarme saborear tu miel de oro, estaba dispuesta a darte todo lo que pudiera para compensarte, porque apreciaba algo tan pequeño como una rutina feliz.

Relatos de un demonio sin nombreWhere stories live. Discover now