14-. La interrupción de Jardín.

Start from the beginning
                                    

Y los hijos de Ares daban miedo, ¡mucho miedo! Y su cabaña también, ¡porque siempre estallaban minas dentro o en la entrada! Además, esos tipos parecían caníbales. 

Con excepción de Marcus, claro.

Así pues, el rubio comenzó a pasear por el campamento, con los ojos bien abiertos, en busca del castaño, o alguna señal de éste.

Pero Aaron no era muy atento y se le hizo imposible ubicarlo. Entonces, como iluminado por los dioses, dio en su mente con un lugar en el que Marcus podía encontrarse: ¡cómo no! ¡La arena! Aunque había pasado tres veces delante de ella, no fue tan inteligente como para entrar.

Lo más rápido que pudo, atravesó la distancia (bastante grande, para su disgusto) que lo separaba de ésta y, cuando llegó, estaba jadeando como un loco. Intentó arreglar sus cabellos y alisar la ropa, sin mayores resultados y, penetrando en la arena, sus ojos se enfocaron en Marcus y su corazón echó alas y voló.

¡Marcus sí estaba allí! ¡Con la jabalina! ¡Ay, era demasiado guapo! Rodeó los límites de la arena, embelesado por el musculoso cuerpo del hijo de Ares, tenso, que blandía la lanza y apuñalaba y destripaba los muñecos que habían colocado ese día. Cuando se cansó de mirarlo y quiso acercarse a hablar con él, pisó uno de sus cordones y cayó al suelo.

—¡Agh!

—¿Aaron?

Vale, por lo menos había conseguido llamar la atención del hijo de Ares. Éste se acercó, preocupado, y obligó a Aaron a sentarse mientras observaba sus rodillas, un poco raspadas.

Menos mal que ahora llevaba pantalones

—¿Estás bien?—las orbes verdes buscaron las suyas. Se sonrojó furiosamente, y asintió—. Perdona. No te noté al principio. ¿Llevabas mucho rato acá?

—No... tanto... Te estuve buscando...—Marcus se puso en pie y, tomándolo de la mano, lo obligó a hacer lo mismo—, porque yo sí quería irme contigo—bajó su mirada—. Lizzi está muy delicada últimamente.

—Me importa un carajo—sonrió ligeramente—. Me molestó un montonazo que no me dejara estar contigo—sus orejas comenzaron a arder y, para mitigar el sonrojo, se abanicó con las manos—. Quería estar contigo.

No, así no podía no estar rojo siempre.

¿Siempre fue Marcus tan tierno y atento? ¿Porque le gustaba, ahora era más sensible a sus gestos?

—Y-Ya veo...—carraspeó—. ¡Quiero decir que...! Que yo igual quería estar contigo...

Ahora era el hijo de Ares el sonrojado. Se veía muy guapo. Encantador. Marcus cubrió su rostro con el antebrazo. Quiso rodearle el brazo con los suyos, y besarle las mejillas. Pero no podía. ¡Ah!, pero sí podía imaginárselo.

—¿Quieres aprender algo de jabalina?

—Sí...

Su estado embobado se esfumó un segundo después de que su lento cerebro procesara lo dicho por Marcus. Pero fue muy tarde: éste ya lo estaba arrastrando hacia la zona de muñecos, con un brazo que le rodeaba a Aaron la cintura. Para cuando comenzó a negarse con plena consciencia, el castaño lo ignoró. Llegaron al centro del área (y solo entonces él notó que estaban solos) y Marcus le pasó un palo, sin punta, para simular era una lanza.

Lo miró con reticencia y lo alejó, lentamente, esperando el momento para salir corriendo, porque no quería que Marcus viese lo torpe que era con las armas.

Se iba a decepcionar un montón.

Mas cualquier alternativa de posible escape quedó anulado cuando las grandes manos del moreno se pusieron, cada una, en cada lado de su cadera, presionando hacia abajo para que Aaron abriese y doblara las piernas. Ya, de los nervios, siquiera se vio capaz de formar una oración completa en su mente para convencerse de que, bueno, el hijo de Ares estaba de alguna forma, abrazándolo. ¡Si Marcus le hablara, se pondría a balbucear como un imbécil!

Marcus estaba atrás de él. Muy cerca. Con sus manos en su cintura, y su respiración haciéndole cosquillas en el cuero cabelludo. Sus propias manos empezaron a temblar, y por poco dejar caer el palo.

El ojiverde suspiró.

—Hueles bien.

Mil escalofríos recorrieron su columna y apenas pudo retener el quejido que tenía en la garganta. De hecho, perdió levemente el equilibrio y Marcus tuvo que mantenerlo de pie, en su lugar.

—E-Estoy nervioso—murmuró finalmente.

—¿De qué?—Marcus rió—, ¿de estar conmigo?

Supo que no responder era como decir que sí, pero se percató un poco tarde. El hijo de Ares ya se había dado cuenta de la indirecta inconsciente de Aaron.

Agh, quería morirse allí mismo. En los brazos del más alto. Qué agradable sería... Esperen, ¡ya ni siquiera podía pensar bien!

—E-El señor D—¡Marcus había tartamudeado! ¡Qué lindo sonaba!—nos dijo que el lunes empezáramos con nuestro castigo, ¿sabías?

—N-No...

—Pues, ahora sí.

—Y-Ya veo...

—Aaron...

—¿Sí?

—Mírame a la cara, ¿quieres?—¡No, no quería! ¿Cómo podía mirarlo a la cara, si estaba de espaldas a él, y, además todo rojo y probablemente sudado? ¡Marcus iba a decepcionarse más!

Antes de que pudiera responder, la mano izquierda de Marcus tomó su barbilla y lo forzó a ladear el rostro, para observar el del más alto. Y estaban, tan, tan cerca, con sus labios a tan pequeña pulgada, que, si alguno hubiese tenido los huevos suficientes, se habrían besado.

Justo cuando Marcus iba a caer en la tentación, e iba a demostrar que era un valiente hijo de Ares, un carraspeo los interrumpió y Aaron, en un nervioso acto reflejo, se escapó de entre los brazos del moreno y se colocó en posición de guardia.

Hariddie los miró con disgusto. Tenía una jabalina usada en la mano, y se acercaba dando grandes zancadas. Estando frente a los dos chicos, pasó completamente de Aaron y miró a Marcus. Su mirada se suavizó. El rubio sintió un extraño malestar en su estómago y, por si acaso, se acercó otra vez al castaño.

Un pequeño rubor decoró los pómulos del hijo de Hécate—. ¿H-Hay clases de jabalina hoy? Me parecía que sí.

El moreno frunció el ceño.

—No, reverendo hijo de tu put-

—¡M-Marcus!

Suspiró—. No. Hay. Clases. Hoy. Jardín.

—Harid-

—Vete.

Los mofletes del pelilila se inflaron con disgusto y, a la hora de voltearse, fulminó a Aaron con la mirada. Poco más, y lo atravesaba con la jabalina ahí mismo. Dio un paso atrás inconsciente. Cuando se cercioró de que el hijo de Hécate se había marchado, volteó a ver a Marcus con confusión.

—Ese tío es muy raro y entrometido—le explicó, mirándolo con una intensidad que le puso los cabellos de punta.

—U-Uh, creo que sí...—desvió sus orbes hacia el suelo y con su pie comenzó a dibujar círculos en la arena, esperando a que Marcus volviese a abrir la conversación. Y que no lo mirase más así, porque se ponía de jalea. No debió esperar mucho. Nunca debía esperar mucho. Marcus siempre le hablaba, de algo. 

—¿Quieres dar un paseo?

Aaron siempre se emocionaba ante la tentativa de estar a solas. ¡Y eso que siempre estaban a solas!

Sin duda, eso era parte de que te gustara alguien.

***

Jkjdskdfjk s0rry

meperd0n as¿

Hm, me di cuenta de que no falta mucho para que esto se acabe. Aunque, si me demoro tanto en actualizar, deben faltar como diez años :(

Pero, igualmente, espero que les haya gustado el capítulo :D

Muchas gracias por su paciencia xd <333

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jun 17, 2019 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Aaron, el semidiós [Yaoi/Gay]Where stories live. Discover now