3 de Diciembre 791

92 11 0
                                    

No me quede mucho tiempo en la ciudad de Parsley; tan solo pase la noche en un hotel de paso en lo que decidia que haría a continuación, quería alejarme de todo lo que me era familiar, si me dirigía al suroeste como iba hasta ese momento eventualmente llegaría a la costa y esta me guiaría hacia la montaña paoz donde vivía Kakarotto y su familia. Por lo tanto cambiaria mi rumbo hacia el norte en dirección a la capital central, si bien podría llegar en poco tiempo volando, preferia mantener un perfil bajo, ya que aun volando a una velocidad moderada mi energía seria percibida por Piccoro, Ten Shin Han o Kakarotto, y si bien dudaba que me siguieran, me gusta mantener mis asuntos en privado, además ese inútil de Kakarotto podía teletransportase a cualquier lugar en un instante con solo ubicar mi ki, era mejor no motivar su curiosidad.

A la mañana siguiente sali de la ciudad y tome la autopista que conectaba con la capital. Dada la facilidad de usar un avión y poder guardarlo en una capsula, gran parte del trafico por tierra era el transporte de mercancías, la mayoría de la gente que conducia autos preferia quedarse en sus ciudades o pueblos, recurriendo a medios de transporte aeros siempre que pudiesen costeárselos. Recuerdo que mi suegro me conto que si bien el uso de las capsulas HoiPoi ya se había popularisado para la epoca en la que Bulma era una niña, estas eran bastante costosas, por lo que mucha de la gente que poseía alguna, era adinerada o solo tenia una o dos. Sin embargo con el paso de los años y como siempre sucede, la tecnología avanzo lo suficiente como para permitir capsulas de un precio mas accesible, y su producción en masa hizo que se volvieran de uso común.

El camino a la capital central era prácticamente una larga autopista con algunas paradas esparcidas por el camino, en las cuales algunos asentamientos se habían desarrollado, no eran mas que diminutos pueblos, si se les comparaba con la capital del oeste o ciudad Satan; por esto y porque había llenado el tanque de combustible antes de partir no tuve necesidad de hacer escalas en los primeros tres pueblitos que habían en mi recorrido, pero si pase un poco mas lento por ellos. El primero se llamaba villa Basil y lo mas característico del lugar era su arquitectura, que a diferencia de otras ciudades donde había estado, las construcciones no eran modelos prefabricados de la corporación capsula, sino que parecían construidas desde cero con métodos de albañilería tradicional. Aunado a esto el siseño de las casas era prácticamente el mismo, teniendo una que otra variación en su acomodo o tamaño, pero todas tenían los mismos tejados de tejas apiladas de color verde oscuro. Ver esta disparidad entre la ciudad donde vivía y esta pequeña villa me reafirmo la idea de que viajar por otros medios que no fueran volar seria la mejor opción, en definitiva me faltaba mucho por conocer de este mundo a pesar de haber habitado en el por tantos años y haberle dado literalmente varias vueltas al planeta. Aunque por otro lado, también yo había experimentado cosas que un simples terrícolas jamas llegarían a experiementar jamas; había recorrido el cosmos y conquistado una larga lista de planetas, había estado en otros mundos inaccesibles para los mortales y había descubierto la patética verdad de la divinidad que mueve el universo. Si solo de fuerza se tratase, definitivamente un saiyajin seria un mejor candidato a dios que aquellos bufones que se hacían llamar "supremos Kaiou sama" y que decir sobre el intelecto, eso haría que de los saiyajin mas poderosos actualmente yo quedase muy por delante de Kakarotto. "Vegeta, el dios saiyajin"... un tanto pomposo para mi gusto pero en definitiva no sonaba mal.

El segundo lugar en mi ruta era un pequeño asentamiento al pie de una montaña, a juzgar por los letreros de advertencia y la maquinaria pesada aparcada por aquí y por allá, se trataba de un pueblo minero. Alcance a ver a varios trabajadores de aspecto "rudo" deambulando de un lugar para otro, algunos a pie y otros en grupo montados en la parte trasera de una camioneta, otros tantos en una pequeña fondita improvisada en el garaje de una casa comiendo en lo que me imagine era su hora de descanso. Al verlos recordé mí tiempo trabajando en la constructora y en el aserradero; aquellas experiencias no habían sido del todo agradables en su momento, pero ahora me parecían un recuerdo bastante grato, tanto que hasta mí me sorprendió verme sonriendo en el espejo retrovisor mientras pensaba en ello.

Las Memorias de VegetaWhere stories live. Discover now