2 de Diciembre 791

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En cuarenta minutos ya estaba a la salida de la capital del oeste; y me dirigí a la ciudad Parsley, la segunda ciudad de mayor tamaño ubicada al sureste de la capital. Conduje por la carretera al menos por una hora antes de notar el cambio en la vegetación, al ser una ciudad más al sur la vegetación cambio de coníferas a algunas plantas desérticas y posteriormente a arecales, dando al camino un aspecto más tropical. La ciudad de Parsley se ubicaba a cuarenta kilómetros de la costa marítima, por lo que la influencia del mar sobre el clima ya se había hecho notar; para cuando arribe a la ciudad mi camiseta estaba empapada en sudor y el aire en la cabina del Súper V1 estaba viciado. Baje la ventana de mi lado y una fresca briza lleno el interior, trayendo consigo un ligero aroma salado.

Al lado derecho del camino vi una estacion de gasolina y detrás un paradero para camiones, como ya pasaba del medio día decidí detenerme para cargar combustible y comer algo. Rápidamente el encargado lleno el tanque y limpio el parabrisas que ya tenía incrustados algunos insectos, luego me estacione frente al comedor y me dirigí a la puerta. Ya una vez dentro el aroma de comida lleno mi olfato; no era particularmente bueno pero el hambre hizo que me fuese bastante grato. Me senté en un banco junto a la barra, en mi experiencia era la manera más rápida de ser atendido.

- ¡Bien venido! – saludo una mesera ataviada con uniforme rosa y cabello rubio rizado - ¿Qué le sirvo?

- Cuatro hamburguesas... - mencione rápidamente ya que sobre ella había letreros con los platillos, la imagen de una jugosa hamburguesa había llamado mi atención desde que me senté – con tocino y... papas a la francesa.

- ¿Espera a alguien más?

- No.

- ... - la mesera me miro sorprendida por un momento y luego siguió tomando mi orden – y ¿de tomar?

- Refresco de cola.

- Enseguida.

La mesera entrego la nota con mi orden al cocinero a través de la ventana de servicio que daba a la cocina y este de inmediato se puso a trabajar en ella. Mientras esperaba, el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose anuncio la llegada de un nuevo comensal; unos pasos pesados y una forzada respiración se acercaron hacia la barra y luego un par de enormes manazas se apoyaron en ella. Mire de reojo al dueño de aquellas manos, era un hombre robusto y bastante alto, pelirrojo y de ojos verdes y muy velludo, su boca estaba enmarcada por una dispareja barba de candado, a pesar de que era fornido se veía que estaba algo pasado de peso.

- ¡Charleen! – llamo alzando la voz, era ligeramente aguda y áspera, como si tuviera algo atorado en la garganta.

- ¡...! – la mesera que estaba de espaldas a nosotros acomodando platos respingo, imagine que ese era su nombre – Ho, ¡Hola Bob! ¿Qué te sirvo? – pregunto Charleen con aparente incomodidad ante el recién llegado.

- Lo de siempre, y dile al papanatas de tu hermano que se apresure cocinando, tengo hambre – demando con sequedad, hablando con voz mucho más alta de lo necesario.

En silencio, Charleen, entro a la cocina sin tomar la orden, por la ventana de servicio pude ver como el cocinero volteo a mirar en dirección a Bob. Luego de unos minutos Charleen salió de la cocina con mi orden;

- Aquí tiene... - Note el esfuerzo de la mesera por no cruzar la vista con el hombre a mi lado - ¿Necesita algo más?

- No.

- ¡Apúrate con mi orden Charleen! – espeto el malhumorado pelirrojo.

- ... - Charleen le miro con soslayo y volvió a meterse en la cocina.

Las Memorias de VegetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora