Recuerdos

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─ ¿Cómo te llamas? ─ le preguntó al niño castaño que jugaba con los desperdicios de aquel callejón.

El aludido la miró con cara de sorpresa. Parecía que no sabía que decirle.

La pelirosa suspiró.

─ ¿Puedes verme? ─ le preguntó sin responder su anterior pregunta. La niña de seis años, afirmó.

─ ¿Por qué lo preguntas? ─ inquirió mirándolo como si lo hubiera salido una cabeza más. Aquel chiquillo, de al parecer, su edad. Parecía no creerle sus palabras.

─ Hace unos días que estoy aquí. Espero a mi hermana que dijo que vendría por mí a llevarme a casa después de las prácticas de fútbol. Le dije que la esperaría en este callejón, pero no ha venido. ─ Se sobó la mejilla. Había una marca verde encima del pómulo derecho.

─ Entiendo, ─ dijo la pequeña niña, comprensiva. Pero si quieres puedo acompañarte hasta que venga. Incluso podemos jugar. ─ alegó animada para contagiarle lo mismos ánimos al pequeño.

─ Sí ─ dijo el pequeño enérgico. ─ Luego, su expresión cambio a una de incomodidad. ─ Pero no hay juguetes ─ habló mirando el lugar.

─ Podemos jugar a las muñecas ─ sugirió dejando al pequeño con una gran sonrisa en el rostro y yendo hasta el parque para volver con una hermosa muñeca en las manos.

─ Soy niño ─ bufó algo molesto, el pequeño castaño cuando la pequeña le acercó su muñeca.

─ Los niños también juegan con muñecas ─ dijo encogiéndose de hombros. Mi amigo también lo hace─ murmuró buscando a alguien con la mirada. Pero al parecer, "él", no estaba ahí.

─ Está bien ─ dijo el niño mostrándole sus hermosos y blancos dientes.

La pelirosa y el niño empezaron a jugar en ese callejón. Hasta que una voz, la de su madre apareció buscándola.

─ ¿Con quién hablas? ─ preguntó la mujer rubia a su hija. La veía todo el tiempo hablando con nadie que existiera y eso le preocupaba.

─ ¿No lo ves? ─ señaló un callejón que se veía aparentemente vacío.

Un manchón un poco marrón cubría el piso del callejón. De seguro eran aceites que sobraban del restaurant que se ubicaba al lado. La mujer, poniéndose a su costado, la miró contrariada. ¿A quién se refería su hija de tan solo 7 años de edad?

─ No, hija., pero dile a tu amigo que no te moleste. Tenemos que irnos. ─ habló contrariada.

─ Pero mamá ─ la niña hizo un puchero. ─ Me dijo que esperaba a su hermana, que juntos irían a casa. Ha estado esperando mucho tiempo.

La mujer no supo cómo reaccionar. No era la primera vez que escuchaba a su hija hablar con personas inexistentes para ella. Y sinceramente, creía que todo eso era algún problema psicológico de la pequeña.

No creo hija. dijo, firme. No creo que eso pase. Ahí, no hay nadie. ─ señaló el lugar donde se ubicaba su amigo como si realmente no existiera. Pese a que ella, lo veía sonriéndole y pidiéndole que jugaran un rato más.

La niña la miró con el ceño fruncido. Ella lo podía ver, pero su madre no. Todo resultaba confuso.

─ Nos vamos ─ enfatizó su madre cogiéndole del brazo. La niña suspiró de dolor.

─ Adiós ─ se despidió del niño, quien, la miró con expresión triste.

El niño le hizo una seña. Pero entonces ella se soltó del agarre de su mamá. Había jugado con aquél niño, y ni siquiera, sabía su nombre.

Hacia la luz I: Por una venganza, te conocíWhere stories live. Discover now