Me acerqué a él y lo abracé.

—Gracias, de verdad.

Sí, eso ya lo había dicho, y no estaba haciendo más que el imbécil.
Kevin me correspondió el abrazo después de unos segundos y yo decidí hacer otra tontería más, para variar.
Le palmeé la espalda. ¿Eso es lo que hacían los chicos no?

Me aparté de él al percatarme de que quizás lo más correcto sería quedarme quieta y callada durante el resto de la noche, así evitaría humillarme aún más.

Para mi sorpresa, Kevin se rió y sacó de la bolsa la botella con los chupitos.

—Brindemos, ahora que puedes hacerlo legalmente.

Asentí y tomé uno de los vasos mientras Kevin me servía whisky.

—¿Te gusta el whisky? —preguntó.

—Lo odio, pero últimamente bebo más whisky que agua.

Kevin volvió a sonreír y yo me derretí un poquito. Estaba siendo el mejor cumpleaños que había tenido desde que a los ocho años mis padres me regalaron un gatito.

Me pregunté si mis padres me habrían mandado algo por mi cumpleaños a mi casa de Los Ángeles. Me temía que no podría comprobarlo hasta llegar allí, con suerte al final de esa semana.

—Mi hermano y yo solíamos venir aquí los jueves después de clase. Comprábamos un montón de hamburguesas y después bebíamos hasta no saber el camino de vuelta a casa —dijo él de pronto.

¿Hermano? ¿Qué hermano?

—¿Tienes un hermano? —pregunté.

No había leído nada de eso, y podía afirmar conocer casi por completo su vida.

Kevin pareció despertar de alguna especie de ensoñación con mi pregunta y dejó de sonreír. Asintió levemente con la cabeza y después alzó su vaso, chocándolo con el mío.

—Por ti, Lana. Eres una policía simpática.

Ambos bebimos el chupito de un trago y Kevin cogió de nuevo la botella, pero yo le detuve.

—Después vas a conducir con la moto durante una hora. No vas a llevarme en ese trasto estando borracho.

—Eres una policía simpática, pero aburrida.

Fruncí el ceño, ¡yo no era aburrida! Agarré la botella y la tapé, volviendo a meterla en la bolsa.

—No más alcohol por esta noche.

Sus ojos azules se clavaron en mí durante unos segundos y mi piel se puso de gallina al sentirlo tan cerca de pronto, como estudiándome.

—¿Temes hacer algo de lo que te arrepientas si bebes más? —preguntó.

Yo aparté la mirada de la suya y miré hacia el cielo. ¿Por qué su voz era tan seductora?

—No. Yo nunca hago nada que no quiera hacer estando borracha.

A mi lado él se rió, pero yo no hice amago de mirarle, sino que seguí concentrada en el cielo. De pronto me llamó la atención una de esas brillantes estrellas, que pareció caer del cielo, describiendo un bonito arco.

—Mira, ¡una estrella fugaz! —señalé.

—Pide un deseo.

Me sentí tentada de volver a mirarle, pero finalmente desvié la vista hacia las oscuras montañas. Cerré los ojos un segundo y pedí un deseo en mi mente.

Aún no había abierto los ojos cuando sentí sus dedos vagando por mi mejilla. Un intenso rubor comenzó a subir hacia mi rostro, mientras él trazaba dibujos por mi rostro.

Eso estaba mal, tenía que pararlo. ¿Qué iba a pasar?
Pero no lo detuve, de hecho, abrí los ojos y busqué la mirada de Kevin. Sus ojos eran más claros que los míos, y sus labios carnosos parecían estar llamándome, de verdad.

Él se acercó más mí y, para mi perdición, su olor despertó un extraño deseo en mí. Sus pupilas se dilataron mientras me miraba a los ojos y a los labios, alternativamente. Su mano seguía moviéndose por mi mejilla y comenzó a bajar por mi cuello, acariciándome con suavidad.

—Kevin, no… —dije; más por deber que porque realmente quisiera.

—Shh…

Con suavidad se aproximó aún más y depositó un suave beso en mis labios. Después volvió a apartarse.

Yo intenté decir algo para que no volviera a hacerlo, pero no quería. ¡No quería!

—Dime que no quieres hacer esto, Lana —me pidió, con voz grave.

Después, sin darme tiempo a contestar, volvió a acercarse y me besó de nuevo, sólo un segundo.

Sus labios eran suaves, y ese contacto me estremecía completamente.
Pero era policía, eso no podía ser.

—No quiero hacer esto —conseguí musitar con dificultad. Sin apartarme.

Una sonrisa torcida se formó en su rostro.

—Seguro —dijo.

Y me besó de nuevo, esta vez con más intensidad. Llevó su mano a mi nuca y sus labios abrieron los míos, colándose por cada rincón de mí.
Sentí su lengua jugando con la mía y he de reconocer, que por muy policía que fuera, le contesté el beso rápidamente.

Él me agarró de la cintura, apretándome contra él y yo enterré las manos en su cabello. Todo se volvió un remolino de besos, gemidos acallados y unos cálidos labios volviéndome loca.

Cuando esa boca empezó a pasear por mi cuello, despertando otro deseo aún mayor en mí, fui capaz de apartarlo de mí.

Ambos nos miramos unos segundos.

—Vámonos —le pedí, casi suplicando.

Los dos nos levantamos en silencio, pero él no dejó de sonreír ladeadamente en ningún momento. Sentí como si estuviera disfrutando de una broma personal todo el tiempo.

Finalmente, al llegar a la moto, él por fin habló.

—Hasta a ti, Lana, te gusta saltarte las reglas de vez en cuando.

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Peligro (#1 Trilogía MC)Where stories live. Discover now