~3: Su mundo perfecto

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Caminaba por los pasillos de aquella desolada mansión, una mansión agrietada y llena de dudas; la creación del nuevo mundo deseado por Lysandre le fue con éxito. Pero todo éxito siempre tiene algún sacrificio, la muerte de millones de habitantes caía a sus hombros. Pero no parecía derrumbarle, solo sus elegidos, pues así llamaba a los que habían pasado al nuevo mundo, son los que hoy en día caminaban sin culpabilidad por las ciudades que creó Lysandre.

Nuestra historia de amor duró poco tiempo cuando me negué a formar parte de su nuevo mundo. Claro al no esperar mi respuesta únicamente me abandonó decepcionado por mi supuesta traición. Algunos de los elegidos no accedieron a su gobernado, creando una rebelión; por muchas comodidades o recursos que nos ofrecía ninguno de nosotros accedimos a su amabilidad. Yo me incluía en aquello.

Arto de nuestro menosprecio mandó acabar con nuestras vidas, ¿Pero quien se salvó? Solo yo, pues desde un principio formaba parte de su nuevo mundo. Con lo que yo ahora no era un elegido, yo ahora le pertenecía. Era su juguete, mas no creáis que me dejaba al libre albedrío, no, me tenía encadenado y vigilado las veinticuatro horas. Mientras que los supervivientes debían acatar una serie de normas un tanto coherentes, yo, a mi excepción, todo lo tenía restringido.

No podía moverme sin su permiso, únicamente comía en los horarios marcados, higiene también, no podía hablar sin su permiso. ¡Nada! Una serie de restricciones descabelladas. Me controlaba como quería, me tenía como deseaba. Hacia lo que le venía en gana, y claro yo no podía abstenerme. Pude llegar a los balcones de la mansión donde allí contemplé aquella belleza de la que tanto hablaba Lysandre; debía reconocer que el atardecer bañando el cielo era precioso.

Pero en el viejo mundo también existía con lo cual no era una de las razones para admirar el sacrificio de Lysandre. Bajé la mirada contemplando la ciudad Liise, la principal. Una ciudad fusionada entre la belleza que en su día portaba Luminalia junto con el toque cultural de Relieve. Podía ver personas quienes caminaban felices, pero, ¿Hasta que punto aquella felicidad era cierta? Siempre dudé aquello. Miré mis muñecas donde tenía grilletes puestos, con una cadena gruesa de unos veinte centímetros.

No era con lo único en lo que me dejaba encadenado, yo poseía un rastreador en el collar puesto alrededor de mi cuello, como el de un perro, no obstante poseía un brazalete en el tobillo que notificaba cada vez que intentaba salir o incumplía una de sus normas. Solo apoyé mis codos sobre las vallas de piedras para contemplar algo infeliz.

—Señor Sycamore ya llegó la hora de la cena, de nuevo nuestro señor no podrá acompañarle —me dijo una de las sirvientas, explotó mis pensamientos.

Aún seguía sin entender por qué me notificaba que Lysandre no comería junto a mí, pues desde que pisé sus tierras no se ha sentado ni una vez a acompañarme aunque, tampoco lo deseaba.

—¿Tú eres feliz? —dije, sin moverme.

—M-mm por supuesto, pero no es algo que debería contestarle —dijo, me alegre unos segundos, ¡alguien rebelde! —Usted no puede hablar sin nuestro señor presente —explicó, mis alegrías desparecieron de un chasquido.

Quiso decir algo más pero alguna presencia cerca nuestro cortó sus palabras. Sabía quién era. Me giré viendo a Lysandre plantado en las puertas con vidrieras que la decoraban. Aquella sirvienta le hizo la reverencia para después desaparecer con un paso más que ligero. Su presencia ya no me intimidaba tanto como hace unos días, ahora podía llevarlo correctamente.

—Hoy cenaré contigo, tienes privilegios —me dijo, cómo si fuera un honor sentarse a su lado.

Únicamente suspiré pues estaba harto de sus comportamientos, ¿Qué le había dado para comer junto a mí? ¿Y ese cambio de opinión? Estaba allí plantado esperando a que me moviese para tomar el camino hacia el comedor. Bajé un poco mi cabeza pues necesitaba reprocharle algo sin que lo tomara en cuenta.

—Privilegio.. bonita sorpresa.. Que, agradable—musité.

—¿Dijiste algo? —habló.

Negué con la cabeza pues sabía que no tenía su permiso, y realmente no deseaba otro de sus castigos. Fui a moverme pero él me paró levantando la mano, sin ninguna prisa empezó a acercarse hasta quedar a unos pasos de mí. Suavemente tomó mis manos posándolas sobre las suyas, le miré confuso. De un movimiento sacó una pequeña llave del bolsillo de su chaqueta, la guió hasta la cerradura donde la encajó para después girarla.

Aquellos grilletes cayeron al suelo sonando con fuerza. Sentí un fuerte alivio, poseía las marcas de aquella pequeña prisión.. moví las muñecas mientras las miraba. Aquel peso desvaneció al fin, pude quitar aquel dolor que tenía desde hace días. Elevé mi mirada buscando una explicación de inmediato pues no entendí aquella acción del todo.

—Acepta ser mi esposo. —me dijo, el brillo de sus ojos me indicaron que no era una broma.

Entonces el silencio rotundo gobernó el lugar. Me había quedado sin palabras, incluso casi me ahogué con mi propia saliva.

—¿Qué? —tapujé al momento, confuso.

—Dije que aceptes ser mi esposo, es una orden Sycamore. —dijo agarrándome la muñeca.

Me estremecí pudiendo perder nuestra conexión, ¡Por supuesto que no accedería!

—Prefiero vivir toda mi vida renegándote, encadenado y sin derechos antes de ser parte de tu felicidad o lo que sea que quieras —exclamé alejándome, furioso, chocando contra las vallas.

—Te recuerdo que me perteneces —.

—¡Nunca acepté ser de tu propiedad! ¡Simplemente me llevaste a la fuerza! —grité cerrando mis puños con brusquedad, transmitiendo mi rabia interior.

—Ahora mismo podría tomarte, pero como siempre respeto tu privacidad. Te casarás conmigo lo quieras o no. —me recordó sin preocupaciones— Me perteneces, y contigo puedo hacer lo que me de la gana. —adjuntó perverso.

Tuve que callarme pues recordé y me restregó que estaba bajo su poder, ya fui rebelde el primer día al pisar estas tierras y no me gustaría degustar de nuevo la serie de castigos que me ofreció.

—Deberías sentirte más que alegre y agradecido por ser un futuro gobernador para este hermoso mundo lleno de paz. Tus desprecios hacia mi amabilidad me corroen Augustine —me murmuró.

Agarró la correa que caía por el pequeño gancho, el cual poseía mi collar. Tiró de ella guiándome a sus labios donde el momento comenzó a engullir los míos con un toque salvaje, como ansioso por probarme. Continuaba tirando por muchos besos que le diera. Al separamos pude limpiarme el pequeño rastro que me dejó por los labios con ayuda de la manga de mi camisa; metió una mano a su bolsillo para después sacar un anillo de compromiso, el cual me lo colocó suavemente en el dedo anular.

—Y ahora, acompáñame a residir la mesa para degustar nuestra cena, amour —habló inclinándose, ofreciéndome su mano.

La tomé relajando mi expresión pues, por mucho que renegase, me resistiese, gritase o golpease siempre haría lo que me dijera.. Odiaba este mundo, lo detestaba...No amaba a este Lysandre, yo quería al del viejo mundo, el hombre encantador que me enamoró; no el egoísta y genocida que en estos momentos me guiaba a una habitación llena de mentiras, pero afortunadamente, el sol salía cada día.

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